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Trump y la horma de su zapato o TACO 2.0

La presunción y el hubris, la hostilidad y la volubilidad, son marcas distintivas del presidente americano que contrastan con la disposición china al realismo

Foto: El presidente de EEUU, Donald Trump. (EFE/EPA/Jim Lo Scalzo)
El presidente de EEUU, Donald Trump. (EFE/EPA/Jim Lo Scalzo)

Éxitos diplomáticos aparte, parece que la fanfarronería característica de Trump encontró la horma de su zapato. Tras arramplar con 70 años de liberalización comercial el "Día de la Liberación" en abril y recular de sus demandas maximalistas, Trump consumó el papel de "deal maker", e impuso aranceles a la mayor parte de socios comerciales —humillación europea en julio incluida— vistiendo una áurea ganadora. Pero lo que los últimos meses parecía una tregua ordenada con el otro polo de poder, ha volado por los aires. China no pondrá rodilla en tierra ante los modos y maneras del americano. Entre medias, en juego toda la red de cadenas de valor, la dirección de la economía y unos mercados financieros en máximos históricos.

El viernes pasado, China extendía los controles a la exportación de materias raras sobre los que tiene un cuasi monopolio y que resultan imprescindibles para muchos productos de tecnología punta, incluida la defensa. La iniciativa es una respuesta a la exigencia de EEUU a países terceros hace unas semanas de solicitar autorización para la exportación a China de semiconductores con contenido americano. Trump ha amenazado con imponer tarifas del 100% a toda la exportación china, causando el mayor desplome en mercados desde abril.

El tenor de las declaraciones del presidente americano en respuesta a la medida de los chinos, rezuman todo menos seguridad. Señala que le había sorprendido "no solo a él, sino a todos los líderes del Mundo Libre (sic)". Y que estos países "están muy enfadados por esta hostilidad comercial, que ha venido de la nada". Y tras proclamar que no acudirá a la cita con el premier chino, Xi Jinping, para finales de mes, el colofón a las reuniones en Ginebra o en Madrid, finalmente lo deja abierto, contingente a resultados en negociación.

Como hemos venido aprendiendo por estos lares, personalidades con acusados rasgos narcisistas arrastran la dificultad cognitiva de asumir verdades y hechos cuando no se ajustan al relato de sus intereses. En este caso, obviar quién ha perpetrado un cambio histórico y comenzó con esas "hostilidades". Además del razonamiento falaz con que se vistieron: que todo el mundo se aprovechaba de EEUU. Cuando la verdad es que el resto del mundo ha estado financiando a EEUU —en sus déficits fiscales y comerciales— para vivir por encima de sus posibilidades ("privilegio dólar"). Este mismo martes, portada del Financial Times: “Bessent, secretario de Estado del Tesoro, dice que China quiere llevarse todo por delante”, en lo que parece ya una batalla por el relato.

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La política comercial de Trump parte de hechos distorsionados, consuma narrativas falsas y luego los miembros de la administración se adaptan a lo que dice el presidente. Están los más reaccionarios y resentidos con la globalización como Lighthizer o Navarro, que ignoran la estructura de flujos de capital correlato de los comerciales. Y los financieros, Bessent o el CEO de JPM, Dimon, que consiguieron en abril convencer a Trump para que reculara de las posiciones más vindicativas. Estas semanas van a ser un tira y afloja entre los halcones y los financieros.

Mientras en EEUU se trata de ajustar el guion de la política comercial a los designios del presidente, en China, que ha pasado de ser la fábrica del mundo a exportar capital y bienes de cada vez más valor añadido, llevan planeando el desacoplamiento de EEUU desde la primera legislatura de Trump (2016-2020). Quiere decirse con esto que la decisión de no aceptar imposiciones está mucho más reflexionada y trabajada.

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Así, por ejemplo, a pesar de las tarifas con las que EEUU grava las exportaciones chinas, el superávit comercial rasca el billón de dólares en el 2025, superior al año pasado, y el peso del mercado americano apenas llega al 13% (era más del doble hace unos años). Las exportaciones directas se sustituyen por mercados de circunvalación, y de ahí a EEUU. O la posición en UST, menos de un tercio de la que tuvieron.

La guerra comercial es mala para todos y último envite impactaría en un 1 o 2% el PIB de los contendientes. Y más inflación aún. Pero llegados a este punto cabe preguntarse si a la economía americana le cabe un ápice más de incertidumbre y de estanflación.

Tanto bolsa como ciclo económico americano, en máximos históricos, están sostenidos por la IA, la inversión en centros de datos realizada por las grandes tecnológicas. Y el consumo del 10% más pudiente (que acapara hasta un 50% del total), frente al resto que lleva plano varios trimestres. La correlación entre ese consumo y los niveles bursátiles, el llamado "efecto riqueza", expone una vulnerabilidad estructural distintiva de los americanos en la pelea de nacionalismos económicos regados por testosterona.

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Mercados de bolsa que, contra toda apariencia de fastos, soslayan otra característica tremendamente singular por frágil. La situación fiscal de EEUU es distintivamente precaria por haber agotado hasta la extenuación el privilegio dólar y estímulos a la economía. Han cruzado al umbral de lo temerario hace tiempo, y no se pueden permitir una recesión. Porque la ampliación automática de un déficit del 7%, quizás al doble dígito, aumentaría las necesidades de financiación, la oferta de bonos, en un mercado soberano de deuda que ya en abril apuntó comportamientos propios de riesgo crédito, la quiebra.

Quién sabe, pero adscribiendo a los chinos mucho más refinamiento estratégico siempre marcado por el medio y largo plazo y una calibración de riesgos mucho más precisa que los caprichos al otro lado del Pacífico, quizás estén considerando que no es mal momento para comprometer, cuando menos y, en el peor de los casos, desnucar los mercados financieros americanos, bolsas y bonos. Toda vez que se consumaría la rescisión del privilegio dólar. Tanto un revulsivo estratégico, como un bocado suculento para depredadores de toda guisa. Europa ya conoce, pero le falta nervio, propósito y determinación.

La alternativa es un TACO 2.0, “Trump always chickens out”, acrónimo acuñado en primavera tras la reculada en amenazas, otra bajada de pantalones sin que se note. Pasito a pasito. Y, por supuesto, cualquier acuerdo para celebrar el fin de año, tendría categoría de armisticio con la consiguiente capa adicional de perjuicio e incertidumbre. Plantearse desmantelar la globalización sin coste estratégico, el privilegio dólar, siempre tuvo un punto de delirio.

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La presunción y el hubris, la hostilidad y la volubilidad, son marcas distintivas del presidente americano que contrastan con la disposición china al realismo. Irremediable evocar el refrán español: "Tanto va el cántaro a la fuente que al final se rompe." Máximo peligro: cuidado con que una escalada táctica se convierta en una invitación al revulsivo estratégico.

* Fernando Primo de Rivera, autor de La economía que viene… (Editorial Arzalia).

Éxitos diplomáticos aparte, parece que la fanfarronería característica de Trump encontró la horma de su zapato. Tras arramplar con 70 años de liberalización comercial el "Día de la Liberación" en abril y recular de sus demandas maximalistas, Trump consumó el papel de "deal maker", e impuso aranceles a la mayor parte de socios comerciales —humillación europea en julio incluida— vistiendo una áurea ganadora. Pero lo que los últimos meses parecía una tregua ordenada con el otro polo de poder, ha volado por los aires. China no pondrá rodilla en tierra ante los modos y maneras del americano. Entre medias, en juego toda la red de cadenas de valor, la dirección de la economía y unos mercados financieros en máximos históricos.

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