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Las ratas del cobre se frotan las manos
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Alberto Artero

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Las ratas del cobre se frotan las manos

Dicen los expertos en el proceloso mundo de las materias primas que, alrededor del cobre, se están dando todos los requisitos necesarios para que, más antes

Dicen los expertos en el proceloso mundo de las materias primas que, alrededor del cobre, se están dando todos los requisitos necesarios para que, más antes que después, se produzca una tormenta perfecta que lleve los precios un 50% por encima de sus niveles actuales. Como acertadamente recogían las ediciones dominicales tanto de El País como d El Mundo, las consecuencias de este fenómeno se harán notar en nuestra vida diaria más de lo que pueda parecer a primera vista. Supondrá un renovado aliciente para la actividad de las que se han dado en llamar ratas del cobre o bandas organizadas que se dedican a sustraer el metal de las instalaciones productivas o las redes de distribución provocando apagones, cortes de líneas ferroviarias e interrupciones en el servicio telefónico. No hay que olvidar que según datos del Centro de Información del Cobre o CEDIC, citados por El Mundo, más del 40% de la demanda europea se satisface con chatarra mientras que un 80% del cobre que ha producido la humanidad se encuentra aún en uso. Todo un mercado secundario, de difícil control, espera el fruto de sus fechorías.

Las características del cobre le convierten en pieza insustituible del engranaje industrial y de comunicaciones de cualquier país. De ahí su importancia. Y de ahí el reciente interés y el consecuente crecimiento que se ha producido en la demanda de aquellos países que se incorporan, de verdad, a la Champions League de las economías mundiales, especialmente China. Este proceso, que parece imparable, coincide una restricción de la oferta derivada de tres grandes fenómenos. Uno, los bajos precios que vivió el metal en la década de los 80 y de los 90, desincentivaron, no sólo en el caso del cobre sino en el conjunto de las materias primas, los planes de renovación de las instalaciones existentes y la puesta en funcionamiento de otras nuevas, unos planes que, una vez decididos, tardan tiempo en materializarse.

Dos, la acaparación por parte de la propia China de yacimientos, fundamentalmente en Africa y Asia, a cambio de prometer a los gobiernos de turno las inversiones en infraestructuras necesarias para sacar del país el producto. Congo, Nigeria, Afganistán. China produce, fundamentalmente, para su consumo lo que restringe el producto final que llega al mercado. Tres, la alta volatilidad que afecta al precio del cobre (con una curiosa estacionalidad de mínimos en enero y máximos coincidiendo con el cierre del primer trimestre, coyuntura actual) ha llevado a muchos grandes consumidores a trabajar el metal prácticamente bajo la fórmula just in time, esto es: sin inventarios (de hecho los inventarios actuales apenas suponen 3,5 días de demanda mundial). Cualquier mínimo tensionamiento de la oferta, en un sector en el que el poder sindical es terrible, actuaría a favor de los precios de esta materia prima.

Hay otros factores que pueden incidir en su valor final, como el hecho de que el precio del ácido sulfúrico, que se utiliza para purificar un 25% de la producción mundial de cobre, se halle en máximos históricos. Pero la raíz del problema, ampliado por la llegada a mercados tan tensionados como éste de la inversión financiera, radica en un principio tan básico como el déficit que provoca la situación actual de demanda y oferta. Un desequilibrio que, de momento, no ha alterado la ralentización económica que vive Estados Unidos. Aquí si se existe un verdadero decoupling donde los emergentes mandan. No es de extrañar, por tanto, el interés de la brasileña Vale por Xstrata, uno de los principales productores mundiales.

Dicen los expertos en el proceloso mundo de las materias primas que, alrededor del cobre, se están dando todos los requisitos necesarios para que, más antes que después, se produzca una tormenta perfecta que lleve los precios un 50% por encima de sus niveles actuales. Como acertadamente recogían las ediciones dominicales tanto de El País como d El Mundo, las consecuencias de este fenómeno se harán notar en nuestra vida diaria más de lo que pueda parecer a primera vista. Supondrá un renovado aliciente para la actividad de las que se han dado en llamar ratas del cobre o bandas organizadas que se dedican a sustraer el metal de las instalaciones productivas o las redes de distribución provocando apagones, cortes de líneas ferroviarias e interrupciones en el servicio telefónico. No hay que olvidar que según datos del Centro de Información del Cobre o CEDIC, citados por El Mundo, más del 40% de la demanda europea se satisface con chatarra mientras que un 80% del cobre que ha producido la humanidad se encuentra aún en uso. Todo un mercado secundario, de difícil control, espera el fruto de sus fechorías.