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Los miedos de Blesa y las extrañas compras de Cajamadrid
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Alberto Artero

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Los miedos de Blesa y las extrañas compras de Cajamadrid

A mí la pugna política, económica y financiera que se ha desencadenado en torno a Cajamadrid me hace gracia, la verdad. Esto de que sesentones con

A mí la pugna política, económica y financiera que se ha desencadenado en torno a Cajamadrid me hace gracia, la verdad. Esto de que sesentones con cachava de empuñadura plateada en la mano tengan peleas de patio de colegio no deja de tener su aquél, me reconocerán. Pues tú tal. Pues tú más. Pues me chivo a PJ. Pues prepárate que vengo con mi medio amigo de Zumosol. Y así hito tras hito, asamblea va, asamblea viene. Un retrato actual de la hipocresía que se ha instalado en la clase dirigente patria, incapaz de poner el interés ciudadano por encima del medro personal, sea éste del tipo que sea.  Pío, pío que yo no he sido, como en los juegos infantiles. Podría ser éste un análisis de lo más burlón. Pero el hecho de que el oscuro objeto de deseo sea una de las principales instituciones financieras de este país, actúa de antemano en contra de tal pretensión. Frente a la negada voluntad política de controlar la caja, la negada huida hacia delante de un presidente al que empiezan a poderle las prisas. Bonito cóctel.

La situación es complicada por ambos bandos. Los ingresos de la Comunidad de Madrid hacen agua como consecuencia de la crisis que afecta tanto a la parte del pastel que tiene su origen en la imposición directa, como a la que se deriva de la cesión parcial de la recaudación del IVA. El hecho de haber apostado, acertadamente a mi juicio, por un modelo de dumping fiscal para atraer capitales de otras comunidades, con la eliminación primero del impuesto de donaciones y sucesiones y, con posterioridad, del de patrimonio, ha sido un factor adicional de merma recaudatoria. Por el contrario, los compromisos de gasto no se pueden reducir en la misma proporción, aunque se quisiera. Gran parte de sus partidas son estructurales, como las que nacen de la obligación de atender las necesidades de justicia, sanidad y educación de una población creciente en los últimos años al abrigo de la riqueza, consistente o no, que la región generaba. Otras medidas más inmediatas, como el adelgazamiento de la estructura administrativa pública, tendrían, pese a su imperiosa necesidad, un enorme coste social en el recesivo entorno actual. Ante esa realidad, el control de la Caja es un bocado demasiado apetitoso como para dejarlo escapar vivo. Si fallan las finanzas públicas, ayudémonos de los recursos privados. Todo un clásico en política, desde los liberales a la socialdemocracia.

Por su parte, Cajamadrid tampoco está, que se diga, para tirar cohetes. Los resultados a los nueve meses no fueron malos, sino peores. No sólo por el sufrimiento que mostraron las principales líneas de negocio ordinario, resultado probablemente de su agresiva campaña de captación de pasivo y expansión comprometida de la red de sucursales, sino por el tremendo salto en su morosidad que se situó cinco veces por encima de donde se hallaba un año antes, lo que provocó que el ratio de cobertura de activos dudosos se contrajera hasta el 60%. Más allá del impacto cierto del agujero Martinsa Fadesa, que es innegable, a la Caja le pesa el incierto perfil crediticio de una parte de sus clientes, resultado de una política de proximidad a los nuevos colectivos que se arraigaban en España, y una vinculación excesiva a la actividad promotora local, uno de los motores de crecimiento de la región en los últimos años. Las apuestas estratégicas, como el modelo de banca-seguro desarrollado con Mapfre, parecen funcionar en una única dirección; de las compras americanas mejor no hablar; mientras que, la apuesta por Cibeles como vehículo bursátil industrial, se ha encontrado con la cruda realidad del mercado que impide su emancipación del hogar paterno. Los buenos gestores no son los que gestionan adecuadamente el corto cuando éste es favorable sino los que, teniendo una visión a largo, saben sacer lo mejor del negocio que dirigen en cada momento del ciclo. Las cifras, y no yo, son especialmente críticas con Blesa. Y éste, que no tiene un pelo de tonto, ya se ha dado cuenta.

No será por tanto la presidenta de la Comunidad de Madrid la que le mueva la silla. No se equivoquen. La fruta madura, como bien saben, cae por su propio peso. Y haría mal Esperanza en quemar sus naves en una batalla que, desgraciadamente para la libertad de mercado y la independencia financiera de Cajamadrid, tiene ganada de antemano. Uno, que ya se extraña de demasiadas pocas cosas, recuerda ahora con desagrado la orientada, precipitada e innecesaria compra de Iberia por parte de la entidad madrileña, cuando los días de vino y rosas presidían la relación y nadie se imaginaba el chorro de provisiones que traería tras de sí. Favor con favor se paga pero no en las altas esferas. Recuerden lo que le dijeron a los asesinos de Viriato: Roma no paga a traidores. Y la falta de sumisión en política, como ha quedado demostrado en las luchas intestinas del PP, equivale a la mayor de las confabulaciones. Pena de país, la verdad. Pese al guiño que supuso la compra del 10% de SOS Cuétara a una familia Salazar adecuadamente conectada, negocio al que, por cierto, le han sacado más de un 30% en menos de un mes, las espadas están en todo lo alto. A Blesa sólo le queda ahora salvar el pellejo con la mayor de las dignidades. Esperemos que, con compras como la de Indra, no esté incurriendo en el mismo error que su adversario: tratar de utilizar el músculo financiero de la entidad en su propio beneficio futuro. Seguro que no.

A mí la pugna política, económica y financiera que se ha desencadenado en torno a Cajamadrid me hace gracia, la verdad. Esto de que sesentones con cachava de empuñadura plateada en la mano tengan peleas de patio de colegio no deja de tener su aquél, me reconocerán. Pues tú tal. Pues tú más. Pues me chivo a PJ. Pues prepárate que vengo con mi medio amigo de Zumosol. Y así hito tras hito, asamblea va, asamblea viene. Un retrato actual de la hipocresía que se ha instalado en la clase dirigente patria, incapaz de poner el interés ciudadano por encima del medro personal, sea éste del tipo que sea.  Pío, pío que yo no he sido, como en los juegos infantiles. Podría ser éste un análisis de lo más burlón. Pero el hecho de que el oscuro objeto de deseo sea una de las principales instituciones financieras de este país, actúa de antemano en contra de tal pretensión. Frente a la negada voluntad política de controlar la caja, la negada huida hacia delante de un presidente al que empiezan a poderle las prisas. Bonito cóctel.