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Una dolorosa toma de conciencia
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Alberto Artero

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Una dolorosa toma de conciencia

Comentaba el martes de esta misma semana que las últimas caídas bursátiles no eran sino consecuencia de una toma generalizada de conciencia sobre la dimensión de

Comentaba el martes de esta misma semana que las últimas caídas bursátiles no eran sino consecuencia de una toma generalizada de conciencia sobre la dimensión de la crisis que nos afecta. Un shock de realismo que servidor había previsto más hacia finales de mayo/junio y que no ha podido llegar en mejor momento. Según mi escenario central, tal constatación de lo peliagudo de la situación se habría producido con una bolsa que habría recuperado gran parte de las pérdidas anuales y, por tanto, en una situación propicia para volver a colapsarse. Sin embargo, al llegar en un momento absolutamente depresivo para los mercados de acciones, se ha dejado de vender el rumor y se ha comprado el hecho. Los valores se disparan.

 

¿Qué puede ocurrir a partir de ahora? Es difícil predecirlo. Lo normal es que tengamos un par de meses de subidas que se verán aceleradas por los cierres de posiciones cortas que se han abierto a lo largo de los últimos meses. Dado que la macro se da por perdida, el foco volverá a estar en los resultados empresariales que, en el caso de algunas compañías, vendrán con comparativas positivas interanuales. Incluso podremos llegar a ver los índices puntualmente en positivo en el año. Dicho esto, estaremos hablando en cualquier caso de una estabilización y no de una mejora de la coyuntura. De ser así, lo normal es que a esas alturas el mercado recupere la sensibilidad a los noticias negativas (sell in May and go away). Mi pronóstico, en cualquier caso, permanece estable: cerraremos el año en minusvalías por debajo del 10%. 

 

Llegados a este punto, rescato del baúl de mi correo electrónico, un brillante análisis que me enviara un lector hace apenas un mes. Creo que refleja muy acertadamente ese realismo al que me he referido al inicio de esta pieza, tanto a través del somero análisis que realiza de las causas de la crisis como de sus posibles soluciones. La edición es propia. Espero que les ayude en su toma de decisiones.

 

Una crisis fácil de prever, difícil de solucionar.

 

Esta crisis global y local en la que estamos inmersos es probablemente una de las más predecibles a lo largo de la Historia. Curioso el empecinamiento de muchos agentes económicos por aseverar lo contrario e insistir en frases como: “¡Quién podía saber que esto podía ocurrir!”. Únicamente dos elementos eran necesarios para anticiparla con absoluta claridad ya desde 2003-2004, casi cuatro años antes de su estallido: uno, conocimiento mínimo del funcionamiento y gestión financiera de bancos -y, en el caso español, cajas- y, dos, capacidad de abstracción de sentimientos humanos y sociales generalizados, especialmente en lo relativo al voluntarismo y la avaricia. Fíjense lo que les digo: ni siquiera era preciso profundizar en los mecanismos que explicaban entonces la evolución macroeconómica global y sus desequilibrios crecientes (ese “vendor financing” o financiación al comprador por parte del vendedor inmenso de China a Estados Unidos). No hacía falta porque bastaba con analizar someramente la situación bancaria local en muchos lugares del planeta y su relación con el sector inmobiliario, también local, en este caso, en algunos países concretos.

Comentaba el martes de esta misma semana que las últimas caídas bursátiles no eran sino consecuencia de una toma generalizada de conciencia sobre la dimensión de la crisis que nos afecta. Un shock de realismo que servidor había previsto más hacia finales de mayo/junio y que no ha podido llegar en mejor momento. Según mi escenario central, tal constatación de lo peliagudo de la situación se habría producido con una bolsa que habría recuperado gran parte de las pérdidas anuales y, por tanto, en una situación propicia para volver a colapsarse. Sin embargo, al llegar en un momento absolutamente depresivo para los mercados de acciones, se ha dejado de vender el rumor y se ha comprado el hecho. Los valores se disparan.