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Andalucía, miseria detrás de la Feria
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Alberto Artero

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Andalucía, miseria detrás de la Feria

Este era un artículo pendiente desde la salida de Manuel Chaves de la Presidencia de la Junta de Andalucía tras cerca de 20 años en el

Este era un artículo pendiente desde la salida de Manuel Chaves de la Presidencia de la Junta de Andalucía tras cerca de 20 años en el cargo. Una despedida que, vista la herencia que deja, debería haberse producido, políticamente hablando, con una mano delante y otra detrás y por la fuerza de las urnas. El Por el Cambio que aupara a Felipe González al poder en 1982  nunca se aplicó en esta región donde una forma caciquil de ejercer la labor administrativa se sustituyó por otra de igual fondo y distinta forma, para consolidar así un atraso secular que ahora se viste, signo de los tiempos, bajo los ropajes de una Deuda Histórica recién cancelada. Siempre hay un roto para un descosido y, si éste se llama financiación autonómica, Chaves es el hombre ideal. Vicepresidente del Gobierno de España, pone en su tarjeta de visita, con rango de medalla de bronce, cosa de las cuotas. Y Andalucía, mientras tanto, enfrentada, salvo sorpresa inesperada, a la línea continuista de Griñán y a la inoperancia opositora de Arenas. Dios pille confesada a una ciudadanía que, a fuerza de subvenciones, nunca ha sido consciente de enfrentarse a su propia ruina.

Andalucía se ha convertido en una gran oportunidad perdida, en la gran damnificada de la falta de gestión que ha caracterizado parte de la geografía nacional durante muchos, demasiados años. Un área a la que los europeos trataron de ayudar a salir de pobre y que se empeñó en mantener en el tiempo su denostado estatus de indigencia económica. Aferrada a sus señas tradicionales de identidad, desechó emprender la senda de la modernización que ante ella se presentaba y decidió subirse al carro del desarrollismo exorbitado basado en la construcción, la industria de poco valor añadido ligada al ladrillo y los servicios, a la vez que mantenía como banderín de enganche con el resto de España su condición de principal damnificada de una Política Agraria Común que pone el mercado por encima del mercadeo, qué se le va a hacer. Andalucía prefirió convertirse en víctima antes que ser verdugo de su pasado afrontando el futuro con la cabeza alta y los complejos olvidados.

Menos fondos y más gestión.

Los datos son indiscutibles. La renta per cápita de la región es un 74,6% de la media nacional, según Funcas, por detrás incluso de la tradicional Cenicienta nacional, Extremadura y tres puntos por debajo del 77,4% con el que Chaves accedió al poder. Contribuye a un 13% del PIB patrio con una población que es el 17% del total. Tiene el dudoso privilegio de contar con alguna de las provincias con más paro de toda la Unión Europea, siendo su tasa de desempleo la mayor de las Comunidades Autónomas españolas. Allí, el 20% de desocupados empieza a ser un suelo y no un techo, para desgracia de sus ciudadanos. Las proyecciones apuntan al 30% en el cénit de la crisis con un importante peso del paro femenino. El campo se está convirtiendo en refugio para parte de los desocupados no cualificados, como prueba el incremento en el número de afiliados al Régimen Especial Agrario de la Seguridad Social, que ya suponen el 61% de todos los existentes a nivel nacional. No es de extrañar. El ratio de fracaso escolar se sitúa en el 37% contra el 29% de promedio español, lejos del objetivo del 10% para 2012.

Toda esta acumulación de calamidades se ha producido pese a ser destinatario de un 25% de los 150.000 millones de euros aportados por la Unión Europea a España desde 1985 o del 17% de la inversión territorial del Estado desde que Zapatero llegó al poder. Andalucía será la destinataria del 40% de los fondos FEDER para el Desarrollo Regional, de 1.800 millones anuales de la PAC para la Mejora del Ámbito Rural hasta 2013 (un tercio del total nacional), de la parte más importante del Plan E destinado a las Comunidades Autónomas y de una cuantía significativa del PER, ahora conocido como Programa para el Empleo y la Protección Social Agraria, que beneficia fundamentalmente a los temporeros agrícolas y que tiene, sólo en Andalucía, 171.000 beneficiarios con un coste anual de 850 millones de euros de los que 200 corresponden al Estado. Pese a todo, a los precios actuales del aceite de oliva en origen, el 47% de los olivares andaluces no son rentables, lo que se extendería a la totalidad si no fuera por las ayudas comunitarias. Alguien debería explicar más allá de nuestras fronteras, y dentro también, eso de que es mejor enseñar a pescar que dar peces a diestro y siniestro.

Una sociedad burocratizada y subsidiada.

Sin embargo, la crisis no afecta a la Junta de Andalucía. La Administración Pública regional da empleo al 21,6% de su población activa, y se consolida así como la mayor empresa en el contexto local. Así se desprende igualmente del hecho de que su labor publicitaria sólo se ve superada en la región por El Corte Inglés, no vaya a ser que no se cumpla el aforismo de que a fuerza de repetirse una mentira puede llegar a convertirse en verdad. Cerca de 500.000 funcionarios con un gasto asociado equivalente al 20% del PIB andaluz, exactamente el doble que Madrid, que es verdad que es una Comunidad uniprovincial. 110 delegados provinciales, 250 cargos con derecho a chófer, 15 consejerías… Esa es la herencia que deja Chaves tras de sí.

Andalucía, ahora o nunca era el titular inicialmente pensado para este post de hoy. La crisis supone una revelación de las grandezas y las miserias de los modelos políticos, económicos y sociales tanto de las grandes economías del mundo como de sus regiones más insignificantes. Es una oportunidad de reflexión, diagnóstico y acción que permite acometer procesos de cambio profundos que rompan con el pasado y miren con decisión al futuro. Sólo es necesaria la valentía ejecutiva para acometerlos, la solidaridad legislativa para impulsarlos y la vigilancia mediática para impedir sus desviaciones. Siendo como es Andalucía el vivero de votos tradicional del PSOE, me temo que nos quedaremos con las ganas. Frente al calor de la Feria, el dolor de la miseria a la que los gobernantes tienen condenada a su  Región. No vean cómo siento que sea así.

Este era un artículo pendiente desde la salida de Manuel Chaves de la Presidencia de la Junta de Andalucía tras cerca de 20 años en el cargo. Una despedida que, vista la herencia que deja, debería haberse producido, políticamente hablando, con una mano delante y otra detrás y por la fuerza de las urnas. El Por el Cambio que aupara a Felipe González al poder en 1982  nunca se aplicó en esta región donde una forma caciquil de ejercer la labor administrativa se sustituyó por otra de igual fondo y distinta forma, para consolidar así un atraso secular que ahora se viste, signo de los tiempos, bajo los ropajes de una Deuda Histórica recién cancelada. Siempre hay un roto para un descosido y, si éste se llama financiación autonómica, Chaves es el hombre ideal. Vicepresidente del Gobierno de España, pone en su tarjeta de visita, con rango de medalla de bronce, cosa de las cuotas. Y Andalucía, mientras tanto, enfrentada, salvo sorpresa inesperada, a la línea continuista de Griñán y a la inoperancia opositora de Arenas. Dios pille confesada a una ciudadanía que, a fuerza de subvenciones, nunca ha sido consciente de enfrentarse a su propia ruina.