Es noticia
¿Es ésta la Revolución Fiscal pendiente?
  1. Mercados
  2. Valor Añadido
Alberto Artero

Valor Añadido

Por

¿Es ésta la Revolución Fiscal pendiente?

He pasado el fin de semana en Llanes, Asturias, a donde acudí convocado por la Fundación Progreso y Democracia para participar, como independiente, en una ponencia

He pasado el fin de semana en Llanes, Asturias, a donde acudí convocado por la Fundación Progreso y Democracia para participar, como independiente, en una ponencia sobre los Caminos para el Cambio del Modelo Productivo que España necesita. Al concluir mi intervención, y una vez en el turno de preguntas, uno de los asistentes se dirigió directamente a quien esto les escribe e, ingenuamente esperanzado, preguntó: ¿y qué podemos hacer con las bolsas?.- Comprar o vender, pensé automáticamente yo, pleno de ingenio intelectual. Pero la cuestión, como su propio autor se encargó de precisar a continuación, tenía más calado de lo que parecía a primera instancia. Venía a decir: ¿cómo podemos reconducir la dimensión de la economía financiera a la real? Y es una pregunta esencial, la verdad. Porque si todos estamos más o menos de acuerdo en que ha sido la asunción por parte de la primera de vida propia e independiente de ese fin productivo que originariamente la justificaba, es evidente que establecer una hoja de ruta para que tal proceso revierta es esencial. Comprar o vender decía yo; joder, con perdón, con la preguntita.

He de confesar que mi respuesta fue absolutamente desesperanzadora en el fondo y completamente pueril en la forma, qué se le va a hacer. Que si es difícil, que si el proceso de desapalancamiento hará algo, que si tal o cual, que si Pascual. Sin embargo, cinco horas de viaje por las carreteras patrias dan para mucho y, lo cierto, es que entre curva y curva concluí que: uno, el oyente tenía derecho a una contestación adecuada, aunque fuera en forma de sermón de lunes, y dos, sí que hay una manera de reconducir la situación y es el resultado de la mezcla de tres grandes ingredientes: la lógica natural de mercado y el proceso de criba entre productos y partícipes actualmente en curso, que va más lento de lo que sería deseable por la sustitución de duda privada por endeudamiento público; la necesaria mayor regulación y supervisión que permita establecer un marco más restrictivo en el que las entidades desarrollen su actividad, con severa penalización a la superación de esas fronteras; tres, el uso de la política fiscal de modo restrictivo, que es donde me voy a centrar en el día de hoy.

En efecto, estamos hablando de dos planos de funcionamiento económico: el real y el financiero. Resulta que el segundo, como ya hemos afirmado con anterioridad, se ha desmadrado en relación con el primero, especialmente en los últimos años. Sin embargo, no deja de ser paradójico que, mientras que ambas actividades son objeto de imposición directa a los agentes económicos que en ellas participan, únicamente la productiva sufre del impacto de los impuestos indirectos que gravan, sin criterio de progresividad alguno y con afán meramente recaudatorio, las transacciones entre los que en ella actúan. Y aquí les lanzo la primera pregunta: ¿tiene sentido? A mi juicio no y vulnera la equidad de la que debe participar todo sistema tributario. Existe, de hecho, una analogía entre el Valor Añadido que supuestamente el objeto de tributación en el impuesto del mismo nombre y el resultado que obtiene un inversor en los mercados financieros, por el mero hecho de la compra de un activo y su posterior reventa a un tercero, sea a beneficio o pérdida.

No les estoy descubriendo la Luna, lo sé. Lo que propongo no deja de ser un remedo de la propuesta que en su día hiciera el economista norteamericano James Tobin y que Lord Turner, el responsable del supervisor británico, ha puesto de moda recientemente en aquél país al considerarlo como una opción válida para contener la especulación financiera. Como entonces la propuesta se enfrenta a múltiples dificultades toda vez que habría que definir a quién afecta la tasa (sujeto pasivo), qué se grava (hecho imponible), quién recauda y para qué. En todos y cada uno de estos cuatro elementos caben mil matizaciones que van desde la difícil frontera entre especulación/inversión, la proliferación en los últimos años de operaciones privadas u OTC no sujetas al escrutinio de los mercados organizados que se podrían ver favorecidas por medidas de este tipo, la necesidad de que tenga un alcance supranacional de forma tal que sea causa de flujos fugitivos de capitales, la determinación de un fin para los fondos recaudados, bien para el Estado que los compila (lo que favorece a los centros financieros internacionales), bien para crear un fondo internacional de rescates bancarios similar al FMI o bien, como defendía Tobin, para resolver las desigualdades a nivel mundial. Se admiten ideas.

En cualquier caso, para un liberal convencido como McCoy la idea de un nuevo impuesto, se llame como se llame, no es fácil de defender si no es por la Teoría del Mal Menor. Y es que, efectivamente, o entramos de lleno y de forma prioritaria en el ajuste del sistema financiero, sucesos como los que nos han acompañado en los dos últimos años terminarán siendo el pan nuestro de cada día. Hemos creado un monstruo, gracias a la connivencia de los bancos centrales, que amenaza con devorarnos. De hecho, ya nos ha pecado el primer tiento. Yo no sé ustedes pero, ante este bicho, servidor prefiere, por si las moscas, no poner la otra mejilla. Es evidente que es una propuesta que escapa el marco fiscal español, pero no por ello hay que desestimarla. De hecho, del establecimiento de iniciativas como éstas dependerá en gran medida no sólo nuestro futuro, sino el de gran parte de las economías del planeta. Que las ramas no les impidan ver el bosque. Una idea más para el debate. Ahora, a recibir las collejas.

He pasado el fin de semana en Llanes, Asturias, a donde acudí convocado por la Fundación Progreso y Democracia para participar, como independiente, en una ponencia sobre los Caminos para el Cambio del Modelo Productivo que España necesita. Al concluir mi intervención, y una vez en el turno de preguntas, uno de los asistentes se dirigió directamente a quien esto les escribe e, ingenuamente esperanzado, preguntó: ¿y qué podemos hacer con las bolsas?.- Comprar o vender, pensé automáticamente yo, pleno de ingenio intelectual. Pero la cuestión, como su propio autor se encargó de precisar a continuación, tenía más calado de lo que parecía a primera instancia. Venía a decir: ¿cómo podemos reconducir la dimensión de la economía financiera a la real? Y es una pregunta esencial, la verdad. Porque si todos estamos más o menos de acuerdo en que ha sido la asunción por parte de la primera de vida propia e independiente de ese fin productivo que originariamente la justificaba, es evidente que establecer una hoja de ruta para que tal proceso revierta es esencial. Comprar o vender decía yo; joder, con perdón, con la preguntita.