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España se abona a la Antología del Disparate (y II)
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Alberto Artero

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España se abona a la Antología del Disparate (y II)

"Una de las perversiones más significativas de los distintos sistemas de gobierno a lo largo de la Historia es la preeminencia que, con el tiempo, ha

"Una de las perversiones más significativas de los distintos sistemas de gobierno a lo largo de la Historia es la preeminencia que, con el tiempo, ha ido ganando el derecho positivo, creado por los hombres y recogido en normas de mayor o menor categoría que constituyen la parte fundamental del Ordenamiento Jurídico, sobre el derecho natural, entendido en su simplificación más absoluta, que mi amiga Falkenberg me perdone, como los límites mínimos de convivencia cuyo quebranto puede llevar, en distinto grado, al caos social. No se me ocurre una definición mejor. En las estructuras políticas de carácter autoritario, tal supremacía de la ley sobre la razón es casi una obligación derivada del modo en que el poder se ejerce. Pero no por ello deja de ser una anomalía. Por el contrario es en las sociedades democráticas donde tal preeminencia resulta más chocante y, por ende, más perversa. Es la voluntad del pueblo, a través de sus representantes, la que adopta medidas que condicionan su presente y ensombrecen su futuro. Estamos hablando, se lo pueden imaginar, de la ley del aborto, esa innecesaria cortina de humo que quiere distraer, a favor de quien le interese, el discurso de la crisis hacia otros derroteros".

De este modo comenzaba mi columna del pasado 9 de marzo. La rescato hoy en vísperas de la manifestación que, en defensa de la vida, va a tener lugar mañana en Madrid. Aunque personalmente acudiré en compañía de mi mujer y nuestra abundante prole, no pretendo hacer proselitismo de ninguna clase con esta pieza sino abrir una puerta a la reflexión sobre el tipo de sociedad que entre todos estamos consintiendo. Me preocupa especialmente la amoralidad, la falta de identificación colectiva del bien y el mal, la dictadura del relativismo. El hecho de que la fuerza motriz de muchas personas sea la apetencia sin importar sus consecuencias, que incluso son amparadas por la norma. ¿Dónde queda la responsabilidad de los actos? Me indigna, igualmente, la inmoralidad de gente como José Bono, capaz de someter a la disciplina de partido sus principios morales, heredados en su caso de la fe católica. Votará sí a la Ley Aído. No confiaría nunca en alguien que, por encima de su integridad, pone la oportunidad. La desgracia es que estamos hablando de la Tercera Institución del Estado. Esto es lo que hay. Consideraciones económicas primero y necesidad de recuperar el verdadero sentido de progreso después son las dos partes de la pieza que escribiera entonces. Les dejo con ellas.  

Consideraciones económicas del Aborto.

"Una de las perversiones más significativas de los distintos sistemas de gobierno a lo largo de la Historia es la preeminencia que, con el tiempo, ha ido ganando el derecho positivo, creado por los hombres y recogido en normas de mayor o menor categoría que constituyen la parte fundamental del Ordenamiento Jurídico, sobre el derecho natural, entendido en su simplificación más absoluta, que mi amiga Falkenberg me perdone, como los límites mínimos de convivencia cuyo quebranto puede llevar, en distinto grado, al caos social. No se me ocurre una definición mejor. En las estructuras políticas de carácter autoritario, tal supremacía de la ley sobre la razón es casi una obligación derivada del modo en que el poder se ejerce. Pero no por ello deja de ser una anomalía. Por el contrario es en las sociedades democráticas donde tal preeminencia resulta más chocante y, por ende, más perversa. Es la voluntad del pueblo, a través de sus representantes, la que adopta medidas que condicionan su presente y ensombrecen su futuro. Estamos hablando, se lo pueden imaginar, de la ley del aborto, esa innecesaria cortina de humo que quiere distraer, a favor de quien le interese, el discurso de la crisis hacia otros derroteros".