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Dos noticias terribles que han pasado desapercibidas
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Alberto Artero

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Dos noticias terribles que han pasado desapercibidas

En la semana en la que ha quedado probada la peligrosa ciclotimia de nuestro Presidente del Gobierno, capaz de pasar de una depresión anunciada por boca

En la semana en la que ha quedado probada la peligrosa ciclotimia de nuestro Presidente del Gobierno, capaz de pasar de una depresión anunciada por boca de Felipe González a la euforia más absoluta tras ganar el envite de los stress tests a sus colegas europeos -estrategia por cierto que le ha permitido camuflar el fiasco de una Reforma Laboral a años luz de lo que España necesita-, dos noticias han pasado desapercibidas, pese a su trascendencia, para el público en general. Ambas deberían haber sido objeto de una profunda reflexión sobre sus causas y consecuencias, pues tienen enormes implicaciones sobre lo que va a ser el futuro de este país y se incardinan, de hecho, en esas reformas estructurales que nuestra economía y nuestra sociedad están reclamando a gritos.

La primera hace referencia al descenso de la natalidad por primera vez en la última década. Un dato terrible se mire por donde se mire, que no hace sino añadir sal a la herida de ese problema demográfico al que se enfrenta España. Una deriva que pone en tela de juicio la sostenibilidad del Estado del Bienestar tal y como hoy está concebido debido al aumento paralelo de la esperanza de vida de los ciudadanos. Sobre este particular ha publicado una interesante, aunque muy marcada ideológicamente, serie de artículos en Expansión Alejandro Macarrón, bajo el título El suicidio demográfico de España. Es éste el típico ejemplo de cuestión relevante que se ve permanentemente relegada por los retos urgentes que marca la agenda política. Y el tiempo se agota. Ni siquiera con la aportación adicional de fecundidad de la inmigración tenemos asegurado un relevo generacional que está calculado en 2,1 hijos por mujer (frente a los 1,44 de 2009). Un déficit que la actual coyuntura, tan poco atractiva para el trabajador foráneo, agravará aún más.

Concluye Alejandro ayer mismo en el diario de Unidad Editorial que “con nuestras actuales tasas de natalidad, cada generación de españoles será un 30%­­–40% menos numerosa que la anterior. Ya estamos en ello. En 2010 hay un 15% menos de españoles de origen con edades entre 25 y 35 años que hace sólo una década y, de aquí a 2020, cada año habrá en media un 3% menos que el anterior…”. Cobra, por tanto, carácter apremiante la adopción de una estrategia integral de fomento de la natalidad en España que pase por la defensa de la vida desde la concepción, la aceleración de los procesos de adopción, las ayudas económicas a los recién nacidos en función de la renta, el fomento de la conciliación de la vida familiar y profesional, las mayores prestaciones a las familias numerosas, los complementos de pensiones en función del número de hijos y así sucesivamente. Una serie de iniciativas que, por supuesto, deben situarse en el marco de la inevitable Reforma de la Seguridad Social y el Sistema de Pensiones.

La segunda noticia esencial, en mi modesta opinión, que hemos conocido en estos siete días, es la relativa a la contracción de la inversión en I+D en España por primera vez en los últimos quince años, información a la que sólo Cinco Días ha dado la importancia que se merece, acto de contrición. Un descenso del 2,4% que es debido a una reducción de esta partida en el sector privado (un 8,8%) que sólo se ve parcialmente compensada por el aumento de la acción pública en esta materia (más 5,4%). Dentro del ámbito empresarial, mientras que el gasto de capital mengua el 40%, el corriente lo hace un 1,5% lo que se podría interpretar como una muestra de continuidad en los departamentos de I+D en las compañías, mal menor. Visión optimista con la que es difícil comulgar visto el creciente déficit de productividad entre España y sus vecinos económicos y la escasa contribución al PIB de aquellos sectores en los que el esfuerzo de investigación y desarrollo tienden a concretarse.

Que en uno de los años cruciales de la crisis la apuesta por el i+D+I en nuestro país se debilite, pone de manifiesto la escasa importancia que se le presta a uno de los factores que seguro pueden ayudar a cambiar el precario y cíclico modelo productivo español. Les confesaré que no me pilla por sorpresa. De ahí que sea tan importante el Decálogo que la Fundación Cotec, por boca de su presidente José Angel Sánchez Asiaín, ha puesto encima de la mesa. Diez principios que recogen las líneas generales por las que debería discurrir la acción política en relación con esta materia, que nace de la mejora de la educación y su vinculación con la empresa, continúa con el fomento del emprendimiento y la favorable regulación y pasa por la adecuada financiación. Una Carta a los Reyes Magos que, hoy más que nunca, debería venir acompañada del regalo de las medidas necesarias y efectivas para su concreción.

Problemas y soluciones para despedir la semana. That´s all folks! Que descansen sábado y domingo. Les espero, como siempre, el lunes en esta misma columna y de continuo en http://twitter.com/albertoartero y en la cuenta de Alberto Artero en Facebook.

En la semana en la que ha quedado probada la peligrosa ciclotimia de nuestro Presidente del Gobierno, capaz de pasar de una depresión anunciada por boca de Felipe González a la euforia más absoluta tras ganar el envite de los stress tests a sus colegas europeos -estrategia por cierto que le ha permitido camuflar el fiasco de una Reforma Laboral a años luz de lo que España necesita-, dos noticias han pasado desapercibidas, pese a su trascendencia, para el público en general. Ambas deberían haber sido objeto de una profunda reflexión sobre sus causas y consecuencias, pues tienen enormes implicaciones sobre lo que va a ser el futuro de este país y se incardinan, de hecho, en esas reformas estructurales que nuestra economía y nuestra sociedad están reclamando a gritos.

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