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Rajoy se entrega a las “suecas” para sacar a España del abismo
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Alberto Artero

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Rajoy se entrega a las “suecas” para sacar a España del abismo

¿Tiene España remedio? Está en el acervo patrio pensar que no. Habita en el subconsciente colectivo una suerte de fatalismo que se regodea en los problemas

¿Tiene España remedio? Está en el acervo patrio pensar que no. Habita en el subconsciente colectivo una suerte de fatalismo que se regodea en los problemas y evita concentrarse en las soluciones, negatividad que ya fuera denunciada por Mariano José de Larra allá por 1832. Un par de siglos después seguimos en las mismas. Otro Mariano se encuentra en puertas de asumir la responsabilidad de gobierno en nuestro país. La desgracia es que sea por omisión y demérito de un rival contaminado por su paso por el Gobierno. Mal menor. Le tocará demostrar la certeza de esa extendida afirmación, dentro y fuera de su partido, de que “Rajoy será mejor presidente que líder de la oposición”. Para ello, habrá de quitarse, de partida, esa etiqueta de pachorro que algunos le atribuyen. Y seguir entregándose a las “suecas”, medidas económicas adoptadas en la nación escandinava que prueban que, una crisis como la que actualmente padece España, tiene solución.

Para los que no sepan de qué está hablando un servidor, les recomiendo encarecidamente la lectura de la entrevista publicada por el Wall Street Journal en su edición de ayer con Anders Borg, desde hace cinco años Ministro de Economía de Suecia. Un estado que vivió una situación parecida a la nuestra a principios de los 90 cuando “la abundancia de crédito barato, propició un rápido crecimiento del PIB y la formación de una enorme burbuja inmobiliaria. Cuando se colapsó el precio de la vivienda, sobrevino una problema de liquidez que provocó que el gobierno terminara asumiendo el control del 25% de su sistema bancario”. Una solución factible hasta hace nada, más vale una vez rojo que cien colorado, y que no ha podido ser por el encabezonamiento de supervisor y ejecutivo. Sea como fuere, dos décadas más tarde y sin más devaluaciones que la inicial pese a la independencia de su moneda, la nórdica crece al 4,5% anual, tiene una deuda sobre PIB del 30,6% y disfruta una tasa de paro del 7,3% que espera dejar por debajo del 5% en 2015.

Es verdad que, más allá de ese calvinismo social al que con frecuencia aluden algunos, hay sustanciales diferencias entre España y Suecia que parten de la condición de exportadora de materias primas de la segunda o del valor añadido de su producción industrial. Ambos son elementos a conquistar por la primera a medio plazo, aprovechando sus recursos naturales para atraer talento, negocios y visitantes y haciendo subir a su sector secundario en la escala de excelencia mundial. A ello van encaminadas algunas de las recetas del gallego que tardarán en ver sus frutos. Sin embargo, son de inmediata aplicación a nuestro país las medidas aplicadas por el gobierno sueco para resolver la insostenibilidad del estado del bienestar tanto en su financiación, vía cargas impositivas excesivas, como en su aplicación, excesiva cobertura.

Básicamente se trata de reducir los impuestos de los que trabajan, hasta en cuatro ocasiones desde 2006, precisamente en la idea de incentivar la creación de empleos y reducir el apetito por funcionar en la economía informal, menos extendida en aquellos lares, o por medio de paraísos fiscales; control estricto del presupuesto con reducción del gasto corriente a la mínima expresión y adecuación del tamaño de la administración a la realidad del país; limitación de las prestaciones públicas a través del establecimiento de severos requisitos para su percepción a fin de evitar el fraude, con especial énfasis a la jubilación anticipada. “Se trata de que no sea el sistema de protección el que desincentive al trabajador a buscar empleo sino al revés”. Algo que debería ponerse subrayado y en mayúsculas en el frontispicio de las oficinas españolas de la Seguridad Social. El resultado es una minimización de los niveles de pobreza y de las desigualdades sociales en su territorio.

Existe una lección final a aprender de los suecos: la verdadera memoria histórica, aquella que recuerda los errores del pasado no para enfrentar a los ciudadanos sino para aprender de ellos y evitar que se vuelvan a producir en el futuro. Es la conciencia de la gravedad de lo que supuso para Suecia lo acontecido hace ahora veinte años lo que subyace de forma permanente a un modo de ejercitar la política económica que busca contar siempre “con un amplio margen de seguridad”. Una estrategia, en muchos casos inconsciente, que ha permitido recuperar el carácter contra cíclico que ha de caracterizar la acción de cualquier gobierno: poner un freno cuando la cosa se desmanda y ayudar cuando el asunto se para. Y tener la capacidad para pescar en crisis ajenas nuevas oportunidades, mejores profesionales y mayores cuotas de mercado como está haciendo ahora. No está mal como filosofía.

¿Será capaz Mariano Rajoy de implantarla como anuncia tímidamente en público, extensamente en privado?, ¿se trata de una tarea posible únicamente con una mayoría absoluta, de ahí su inacción?, ¿cumplirá su compromiso de racionalizar el sector público y/o de reducir el tamaño de la Administración pese al poder de las baronías regionales y locales?, con su escaso carisma, ¿será capaz de atraer a su gobierno el talento necesario para cumplir son este desideratum economicus? Les recuerdo que el momento de España es ahora o nunca. Estamos cerca de un punto de no retorno que movimientos como el del 15M se han encargado de recordar. También en la economía. Hay que aprovechar el momento de debilidad en la partitocracia para romper modelos ineficientes, superar concepciones atrasadas y hacer reformas impensables hasta hace poco. No es baladí la tarea que puede caer al presidente del PP sobre sus hombros. Que Dios le pille confesado si es que le llega la ocasión.

¿Tiene España remedio? Está en el acervo patrio pensar que no. Habita en el subconsciente colectivo una suerte de fatalismo que se regodea en los problemas y evita concentrarse en las soluciones, negatividad que ya fuera denunciada por Mariano José de Larra allá por 1832. Un par de siglos después seguimos en las mismas. Otro Mariano se encuentra en puertas de asumir la responsabilidad de gobierno en nuestro país. La desgracia es que sea por omisión y demérito de un rival contaminado por su paso por el Gobierno. Mal menor. Le tocará demostrar la certeza de esa extendida afirmación, dentro y fuera de su partido, de que “Rajoy será mejor presidente que líder de la oposición”. Para ello, habrá de quitarse, de partida, esa etiqueta de pachorro que algunos le atribuyen. Y seguir entregándose a las “suecas”, medidas económicas adoptadas en la nación escandinava que prueban que, una crisis como la que actualmente padece España, tiene solución.