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Telefónica, el ocaso ¿reversible? de un icono empresarial
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Alberto Artero

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Telefónica, el ocaso ¿reversible? de un icono empresarial

El anuncio de cancelación de dividendo llevado a cabo ayer por Telefónica admite numerosas e interesantes lecturas. Algunos lo justificarán desde el lado de la prudencia,

El anuncio de cancelación de dividendo llevado a cabo ayer por Telefónica admite numerosas e interesantes lecturas. Algunos lo justificarán desde el lado de la prudencia, otros por el contrario lo atribuirán a errores puntuales de gestión. No faltará quien aluda al ‘estigma España’ y habrá quien insista en cómo la falta de credibilidad de nuestro ejecutivo se traslada ahora peligrosamente a nuestras empresas. Todos tendrán su parte de razón. Una medida indeseada pero financieramente imprescindible que tiene su origen tanto en el cierre de mercado para las firmas españolas, como en una estructura operativa y de balance demasiado poco flexible para adaptarse al preocupante entorno local e internacional (VA, Lucha bursátil: las tres ‘C’ que diferencian a Inditex dce Telefónica, 01-06-2012). En cualquier caso, la decisión generará fuera de nuestras fronteras más temor que confianza, ahondando en el abismo que separa al país de los inversores internacionales. Adiós a las ‘Matildes’, símbolo de una forma de ahorrar de la clase media nacional.

Se trata de un ‘accidente que tenía que ocurrir’: ya hace más de un año pusimos de relieve los riesgos asociados a una estrategia basada en la escalabilidad geográfica de modelos obsoletos de negocio en mercados maduros y subrayamos cómo la movilidad tanto de voz como de datos ponía por primera vez en verdadera solfa el valor de la red, principal barrera de entrada de la operadora (VA, La tragedia de Telefónica es la de sus trabajadores (o al revés), 18-04-2011). Señalábamos entonces que:

Pues bien, lo que nos encontramos a día de hoy es con una pérdida de clientes y merma de rentabilidad en los segmentos que tradicionalmente liderabafundamentalmente telefonía fija y móvil. En relación con la primera, la paulatina desaparición de su uso convencional, la mayor competencia tarifaria en los servicios de valor añadido, el éxito relativo de las nuevas propuestas comerciales emprendidas ligadas a la integración con contenidos, o el nacimiento de sistemas de habla a través de la línea, de facturación ajena a la sociedad, son algunos de los factores que inciden negativamente sobre la firma. A ello se une un consumo intensivo de red que no puede rentabilizar y que sitúa el foco no tanto en la “carretera” como en el “coche” que se usa para transitarla, llámese este Google, Youtube o Facebook.

Ocurre lo mismo en el caso de la telefonía móvil donde su posición de partida es aún más vulnerable ya que no existen tantas barreras de entrada físicas como en el supuesto anterior, más allá de tupir la red de antenas suficiente como para que la cobertura sea la mayor posible. Lo único realmente importante es hacer un modelo de negocio que permita rentabilizar el coste del espectro. Pues bien, esta área de Telefónica no sólo participa en términos de amenazas de los problemas de base de clientes y facturación unitaria que aquejan a la división fija sino que se ve igualmente en peligro por, entre otros, la proliferación de redes privadas de comunicación que giran alrededor de los dispositivos y no de las compañías, por el boom de la movilidad que satura el espectro pero no produce ingresos incrementales o por el éxito reciente de las aplicaciones que en breve, si no ha ocurrido ya, venderán más que las empresas de telecomunicaciones que facilitan sus descargas. Un panorama sombrío que necesariamente ha de llevar a reinventar la compañía.

Ese y no otro es el verdadero problema de la sociedad presidida por César Alierta que, sin embargo, tiene solución en la medida en que la firma se centre en descubrir dónde puede aportar de verdad valor que no es, ni mucho menos, dónde lo ha hecho en el pasado. Desde ese punto de vista recuperar la marca, con un posicionamiento cuestionado por su histórica condición dominante, la consideración de la red como accesoria y no como ‘core’ al negocio tal y como defendimos ya en 2010 (VA, La segregación ¿inevitable? que espera a Telefónica, 22-09-2010) o una apuesta decidida por aquellos segmentos en los que la penetración móvil da una ventaja definitiva, caso de la prestación de servicios financieros en mercados de escasa bancarización (VA, Ni bancos ni cajas: el futuro del sistema financiero pasa por Telefónica, S.A., 03-02-2011 y Ay, Telefónica, Telefónica, ¿cuándo te quitarás esos miedos?, 25-11-2011) pueden ser iniciativas en la dirección adecuada.

Mientras, el mal de muchos y especialmente de su gran rival Carlos Slim, que está viviendo una situación similar en su recién adquirida KPN, parece poco consuelo. La reflexión ha de ser de fuera a dentro pero sobre todo de dentro a fuera: ¿qué quiere ser Telefónica ahora que definitivamente ha terminado los estudios y ha salido definitivamente del protegido hogar en que se encontraba? Si no da respuesta a esa pregunta, lo que ahora es considerado como puntual y excepcional se convertirá en recurrente y definitivo. O, si no, al tiempo. Ya se pueden poner la pila.

El anuncio de cancelación de dividendo llevado a cabo ayer por Telefónica admite numerosas e interesantes lecturas. Algunos lo justificarán desde el lado de la prudencia, otros por el contrario lo atribuirán a errores puntuales de gestión. No faltará quien aluda al ‘estigma España’ y habrá quien insista en cómo la falta de credibilidad de nuestro ejecutivo se traslada ahora peligrosamente a nuestras empresas. Todos tendrán su parte de razón. Una medida indeseada pero financieramente imprescindible que tiene su origen tanto en el cierre de mercado para las firmas españolas, como en una estructura operativa y de balance demasiado poco flexible para adaptarse al preocupante entorno local e internacional (VA, Lucha bursátil: las tres ‘C’ que diferencian a Inditex dce Telefónica, 01-06-2012). En cualquier caso, la decisión generará fuera de nuestras fronteras más temor que confianza, ahondando en el abismo que separa al país de los inversores internacionales. Adiós a las ‘Matildes’, símbolo de una forma de ahorrar de la clase media nacional.

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