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Y el banquero dijo: "Artur, ¿tú quieres que Catalunya sea Albania?"
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Alberto Artero

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Y el banquero dijo: "Artur, ¿tú quieres que Catalunya sea Albania?"

Anda estos días Catalunya revolucionada. La encuesta de El Periódico de este fin de semana en la que se auguraba un liderazgo electoral de ERC, el desplome

Anda estos días Catalunya revolucionada. La encuesta de El Periódico de este fin de semana en la que se auguraba un liderazgo electoral de ERC, el desplome sin precedentes de CiU hasta el punto de poner en solfa su viabilidad como coalición, el constante desgaste local de los dos principales partidos nacionales y un repunte insuficiente de outsiders como Ciutadans han auspiciado una, no se sabe si táctica o estratégica, vuelta de Artur Mas a la senda de la cordura tras su incomprensible comportamiento político reciente. Nacionalismo sí, pero moderado. Y adéu a las estridencias. ¿Será demasiado tarde?

Una conducta errática que ha sido tanto o más absurda cuanto el president venía avisado de sus consecuencias. A aquella manifestación multitudinaria del pasado 11 de septiembre (en la que que ‘expatriados’ madrileños en Barcelona, poco sospechosos de centralismo, percibieron "un sentimiento colectivo de liberación, como la caída de un imaginario Muro de Berlín") siguió una confusión de tiempos y medios que, sometida al escrutinio de las urnas, trajo terribles consecuencias para sus intereses parlamentarios dos meses y pico más tarde. 'Para qué quedarme con el sucedáneo si puedo disfrutar del original', pensaron los que no se quedaron en casa el día de las elecciones.

No escarmentado, y tras un corto periodo de reflexión, decidió con la llegada de la primavera de 2013 volver agresivamente a las andadas. Agobiado por la falta de liquidez y su incapacidad de sacar adelante la ley de presupuestos, debido a la oposición de Esquerra a los recortes propuestos y a la absurda cerrazón del Gobierno central a ceder en el objetivo de déficit para la región (forma de cerrar buena parte del conflicto por la vía rápida), tiró de nuevo por la calle de en medio. Doble mensaje de manual: victimismo hacia dentro y amenaza hacia fuera, sobre la base de un proceso independentista en el que la ley era para el líder venido a menos, tan voluble como los principios de Groucho Marx: si no les gustan estos, puedo unilateralmente cambiarlos. Ilusorio.

De poco sirvieron los consejos de la parte más conservadora de la burguesía empresarial catalana (hay segundas y terceras generaciones de familias señeras con intereses multinacionales que, por el contrario, son abiertamente y sorprendentemente prosegregación regional) y, sobre todo, de dos banqueros que han jugado un papel esencial como Pepitos Grillo en este viaje a ninguna parte emprendido por el principal dirigente de CDC, uno cardando la lana y otro llevándose la fama: Isidre Fainé y Josep Oliu. Sabadell y Caixa, Caixa y Sabadell. Los dos ejes financieros de la comunidad tras la muerte de CatalunyaCaixa.

El segundo en público y el primero en privado no han dejado de recordar desde el principio a Artur Mas la imposibilidad jurídica de una separación unilateral del Estado por medio de una consulta que en ningún caso podría tener carácter vinculante. "Esto no puede ser", le dijeron una y otra vez, "aunque tú quieras, no puede ser". Tal era su convicción de la inviabilidad de la hoja de ruta que, al menos formalmente, negaban por activa y por pasiva haber establecido planes de contingencia para tal eventualidad. Una señal ignorada, pero extraordinariamente relevante, toda vez que cualquier proceso separatista requiere resolver, como primera prioridad, el problema de la financiación. Vaya.

No sólo eso. Le recordaron el peligro de dar alas a un nacionalismo radical de dirigentes atrabiliarios, ideario cuasi insurgente y capacidad de gestión nula como el de ERC en el peor momento de la historia económica del ‘país’. Hubo una frase que se le quedó grabada al president en una de estas conversaciones cada vez menos recurrentes -como corresponde a quien se quiere situar por encima del bien y del mal y padece de mala conciencia- con gente del entorno financiero catalán: "Artur, ¿tú quieres que Catalunya sea la nueva Albania? Porque el programa de estos va por ahí, ¿eh?". Albania, mar Adriático al oeste… y nada más.

Se ha terminado imponiendo, al menos transitoriamente, la razón. A la fuerza, o mejor dicho, a la pela ahorcan. Sin embargo, buena parte del daño está ya hecho. Por el lado aspiracional se ha puesto en marcha un monstruo de difícil control e incierto comportamiento; por la parte política, el destrozo causado en CiU por la renuncia a su ideario histórico puede resultar irreversible; por otro lado, en el ámbito económico, el pain derivado de la austeridad sólo puede suponer gain para aquellos que defienden la barra libre administrativa dentro de una hacienda propia. Tras haber rodado irresponsablemente por la ladera independentista, a Artur Mas le va a costar dios y ayuda desandar el camino andado. 

Mensaje inequívoco y ruptura de lazos, palabra y gesto, son necesario punto de partida para el incierto retorno que acaba de iniciar. Y es que hay determinadas cuestiones en las que las veleidades deberían estar prohibidas. Si no se quiere que la promesa de un futuro mejor se convierta en la pesadilla del infradesarrollo más lacerante en el extremo occidental de Europa.

Anda estos días Catalunya revolucionada. La encuesta de El Periódico de este fin de semana en la que se auguraba un liderazgo electoral de ERC, el desplome sin precedentes de CiU hasta el punto de poner en solfa su viabilidad como coalición, el constante desgaste local de los dos principales partidos nacionales y un repunte insuficiente de outsiders como Ciutadans han auspiciado una, no se sabe si táctica o estratégica, vuelta de Artur Mas a la senda de la cordura tras su incomprensible comportamiento político reciente. Nacionalismo sí, pero moderado. Y adéu a las estridencias. ¿Será demasiado tarde?