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¿Por qué los grandes fondos no quieren España?
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Alberto Artero

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¿Por qué los grandes fondos no quieren España?

... ¿ni Europa en general? Lo explicaremos en este post, inusualmente corto hoy.¿Percha?Las incendiarias declaraciones recogidas ayer por el Financial Times del Consejero Delegado de la eléctrica

... ¿ni Europa en general, de manera estructural en sus carteras? Lo explicaremos en este post, inusualmente corto hoy.

¿Percha?

Las incendiarias declaraciones recogidas ayer por el Financial Times del consejero delegado de la eléctrica alemana E.ON, a saber: “Los menores costes de la energía en Estados Unidos le otorgan una ventaja competitiva tal que la industria pesada europea terminará abandonando el continente para recalar en aquellas tierras. Pasarán años antes de que en la región estemos en condiciones de empezar a reducir ese desequilibrio”.

¿A qué se refiere exactamente?

A las consecuencias de la explotación en la primera potencia del mundo de yacimientos de gas pizarra a través del uso de la técnica llamada fracking, o fragmentación de las vetas en las que se encuentra, tan controvertida medioambientalmente. En este post de 2011 lo explicábamos en la medida de nuestras limitadas posibilidades: "Esta loca Cuadrilla quiere cambiar Europa". Una revolución que ha abaratado sustancialmente los costes de aprovisionamiento del sector secundario USA y generado riqueza a espuertas en estados antes ‘invisibles’ como Dakota del Norte. Aunque la geología de una parte de Europa o China es similar a la de Estados Unidos, el retraso en la autorización y puesta en funcionamiento de sus yacimientos está detrás del gap de competitividad del que advierte el directivo alemán.

McCoy, majo: ¿es pa tanto?

Pues juzguen ustedes mismos al calor de este gráfico, gentileza del equipo de renta fija de M&G Investments:

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Verán que estamos hablando de precios del gas natural licuado o GNL, que son un tercio de los de Reino Unido o España y casi una quinta parte de lo que abonan los chinos. Una diferencia que afecta igualmente y de manera positiva a su dependencia energética/riesgo geopolítico, a su balanza exterior e incluso al riesgo de inflación, por citar solo tres implicaciones macroeconómicas que complementan el efecto micro sobre las compañías norteamericanas. De hecho, cuando uno sigue los informes de grandes casas de inversión como BlackRock, observa que este chart está en la primera bifurcación de su árbol de decisión a la hora de asignar sus activos.

Y, siendo así, ¿por qué no nos ponemos las pilas en la Eurozona?

Para responder a esa pregunta, les recomendaría que leyeran completa la entrevista con la que arrancábamos esta entrada. En lugar de considerar la energía como algo estratégico, se han tomado sobre ella decisiones de marcado carácter táctico a nivel tanto nacional como comunitario, de modo tal que planificación y ejecución han fallado estrepitosamente. Prueba de ello es que la propia E.ON, que llegó a cotizar por encima de los 50 euros, a duras penas consigue mantener los 10. Si a ello unimos la incapacidad para reconciliar el interés de industriales y conservacionistas, la receta para el desastre está servida.

¿Qué hacer?

Combinar la necesidad a largo, dejar un mundo mejor a nuestros hijos, con la prioridad a corto, sentar las bases para asegurar el trabajo y la actividad en nuestras áreas de influencia. Está Europa como para pocas bromas. Podemos ser más papistas que el Papa y cercenar una fuente continua y probada de electricidad como la nuclear o renunciar a una forma de obtención del gas que irá mejorando en cuanto a aprovechamiento final e impacto natural con el tiempo como esta. Nos quedarán entonces, como únicas alternativas, el viento, el sol o el carbón. Qué bien. Podremos decir entonces que somos Cromagnones del siglo XXI. Croods cibernéticos, rodeados de todas las iThings que se nos ocurran. Pero Croods.

... ¿ni Europa en general, de manera estructural en sus carteras? Lo explicaremos en este post, inusualmente corto hoy.

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