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La cosa se pone fea: el ‘Occupy Google’ gana adeptos
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Alberto Artero

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La cosa se pone fea: el ‘Occupy Google’ gana adeptos

Viene tan potente hoy El Confidencial que no lo dejan a un servidor más opción que salirse por la tangente con un tema aparentemente insustancial pero

Viene tan potente hoy El Confidencial que no lo dejan a un servidor más opción que salirse por la tangente con un tema aparentemente insustancial pero de enorme calado en términos sociales.

Recordarán ustedes cómo hace poco más de una semana hacíamos referencia a una pieza de extraordinario interés, dentro del The World in 2014 que anualmente publica The Economist, sobre cómo el foco de la ira ciudadana podía trasladarse más antes que después de los denostados banqueros a los iconos de la era digital, de Wall Street a Silicon Valley (Valor Añadido, "¿Tiene un 'smartphone'? Prepárese a pagar impuestos", 14-01-2014).

Recogíamos entonces los argumentos usados por el editor del anuario para afirmar que estamos ante un polvorín a punto de estallar. Son compañías que no crean empleo, que apenas pagan impuestos, que disfrutan de posiciones monopolísticas impensables en negocios seculares y, por si fuera poco, están cayendo en un doble vicio imperdonable para la ciudadanía: la ostentación y la connivencia con aquellos llamados a regularlos.

Faltaban en el análisis otros elementos esenciales como pueden ser el intento de control de los medios de comunicación a fin de convertirlos en poderosa herramienta de lobby, caso de la compra del Washington Post por parte de Jeff Bezos de Amazon, movimiento que seguro no va a terminar ahí; o el dominio absoluto sobre nuestras vidas que pueden llegar a ejercer los Facebook y, sobre todo, los Google de turno y que aceptamos con una candidez que mata... hasta que despertemos de esta absurda ensoñación (VA, "¡Heil Google! El buscador, ¿es la amenaza totalitaria del siglo XXI?", 13-06-2009).

Pues bien, por más que señaláramos entonces que la predicción sonaba a prematura en una sociedad en la que los políticos se empeñan en evitar lo que para el autor resultaba inevitable, me he encontrado con esta noticia en la agencia de noticias Reuters que parece indicar que las cosas van más rápido de lo que cabía estimar cuando salió publicada la revista a comienzos de diciembre: "Google is hiring security guards to protect its work buses in San Francisco" (Mail Online, 17-01-2014).

La firma se habría visto obligada a contratar guardias de seguridad en los autobuses que trasladan a sus empleados desde distintas partes de la ciudad a sus oficinas centrales debido al boicot de un montón de arrendatarios que han comprobado cómo sus alquileres se han visto revisados hasta un 20% al alza debido a la inflación de demanda generada por los incentivos y bonos recibidos por los integrantes de la fastuosa industria virtual radicada en la zona. Los desahucios en la misma, por cierto, se habrían disparado un 40% desde 2010.

El texto, trufado de documentación gráfica, arranca en uno de sus párrafos con una frase reveladora que conecta con lo señalado por el semanario británico: “Quedan lejos los días en los que decir que eras empleado de Google te otorgaba una suerte de credibilidad contracultural, (…) ahora te miran con resentimiento, como parte de un Goliat que hay que derribar”. Algo parecido habría ocurrido con vehículos fletados por Apple y Facebook. Ojo al dato y a sus consecuencias.

(Actualización a las 8:30: La cosa en las últimas horas ha ido a más como prueba esta pieza en la edición impresa del Financial Times de hoy: Bus battle between city and Silicon Valley comes to a head. En un acto organizado por varias asociaciones vecinales se acusó a estas firmas de insolidarias y llamaron a la población a la' lucha de clases' contra ellas con, dice textualmente el periodista que cubrió el evento, 'una ira antes sólo reservada a Wall Street'. Interesting enough...).

¿Estamos ante un hecho puntual o, por el contrario, se inicia la corriente pronosticada por The Economist? De ser así, ¿cuál será la reacción de estas compañías?, ¿se volverán, de una manera u otra, más sociales? ¿Están sus fundadores y principales directivos preparados para ello?, ¿harán de la filantropía su bandera como hizo en su día el matrimonio Gates? Desde luego la cosa tiene calado. La creciente desigualdad entre muy ricos y pobres, la progresiva desaparición de la clase media, la incapacidad para que una parte sustancial de la ciudadanía perciba dónde estos señores crean valor, errores propios y celos ajenos pueden conducir a las masas contra los que hace nada eran el modelo imitar. ¿Ocurrirá?

A ver en qué acaba esto. Queda abierto el turno de comentarios.

Viene tan potente hoy El Confidencial que no lo dejan a un servidor más opción que salirse por la tangente con un tema aparentemente insustancial pero de enorme calado en términos sociales.

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