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¡Sorpresa! Victoria histórica de Alierta en Estados Unidos
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Alberto Artero

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¡Sorpresa! Victoria histórica de Alierta en Estados Unidos

 Se ha escrito y hablado mucho estos días sobre la decisión del gobierno de incluir en el Anteproyecto de Reforma de la Ley de Propiedad Intelectual

Se ha escrito y hablado mucho estos días sobre la decisión del Gobierno de incluir en el Anteproyecto de Reforma de la Ley de Propiedad Intelectual el pago de un peaje por parte de los agregadores de informaciones a sus generadores, trasvase de fondos a través de la Administración desde los buscadores con servicios de noticias –Google o Yahoo News– a los medios de comunicación productores de los mismos. Una medida que ha provocado que los amantes del libertinaje en Internet se lleven las manos a la cabeza por más que se quede corta: es pan nuestro de cada día el que unos soportes se lucren a costa de otros calcando textos, poniendo la fuente sin enlazar y destruyendo la prelación original a través de estrategias agresivas de posicionamiento. El Economista, que por cierto acaba de perder al padre de esta estrategia, se lleva sin duda la palma.

Aunque sea del gusto de algunos mezclar churras con merinas, no tiene nada que ver lo anterior con la reivindicación histórica de los titulares de las infraestructuras de red tanto fija como móvil, fundamentalmente compañías de telecomunicaciones, de exigir una compensación a aquellos que se lucran con un contenido la mayor parte de las veces gratuito, caso de YouTube, que consume cada vez más ancho de banda, y les obliga a nuevas inversiones en un entorno de presión tarifaria que impide su repercusión al cliente final. Una tormenta perfecta cuya solución, como llevamos planteando en estas líneas desde hace años, pasa por la segregación de negocios al estilo de lo que ha sucedido con el gas o la electricidad, por poner dos ejemplos. El gestor de ‘autopistas’ por un lado y el negocio comercial por otro (Valor Añadido, "La segregación ¿inevitable? que espera a Telefónica", 22-09-2010).

Si no, señalamos hace tres años y medio, la neutralidad de la red podía quedar con el paso del tiempo seriamente amenazada, bien porque el carrier diera preferencia a su propio material, convirtiéndose en competidor directo de otros proveedores de mercancía cibernética (y la compra intensiva de derechos audiovisuales por parte de, por ejemplo, Telefónica o BT son una clara señal de por dónde van los tiros), bien porque se la otorgara a aquellos con los que hubiera acordado una compensación económica por el uso prelativo de su ancho de banda o espectro frente a otros. El histórico anuncio realizado ayer por las estadounidenses Comcast –infraestructura de cable y Netflix –video en streaming debe entenderse, precisamente, en este contexto estratégico (WSJ, "Netflix agrees to pay Comcast to end traffic jam", 23-02-2014).

A cambio de un fee anual, Netflix -que copa el 30% del tráfico online en USA en momentos pico- se asegura un acceso directo a los usuarios de la red de Comcast, que acaba de firmar un protocolo de fusión con Time Warner, que extenderá su volumen hasta el 33% de los hogares en Estados Unidos. Una decisión que se antoja clave para que se haya resuelto a favor del ‘dueño de la carretera’ el conflicto que mantenía con el ‘fabricante de camiones’ que exigía circular libremente por la misma y alojar sus instalaciones en las de aquel. Al final, Netflix ha tenido que ceder a todas sus pretensiones consciente, casi con total seguridad, de que uno, la calidad de su servicio no depende en exclusiva de ella sino del que lleva la señal a los hogares y empresas (y la velocidad de su oferta se había reducido un 27% en cuatro meses); dos, en la medida en que el operador gana reach, su dependencia de él se convierte en más imprescindible: mejor caminar juntos que uno encima de otro y esperar a que se canse, se vaya y te deje muerto; y tres, de que, llegados a tal punto, no queda otra aunque eso ponga en tela de juicio tu capacidad financiera futura, como es el caso de la norteamericana (NYT, Comcast and Netflix reach deal on service, 23-02-2014).

No en vano, concluíamos el post al que antes hemos hecho referencia de la siguiente manera: "Por el contrario, el modelo económico de los proveedores de contenido –que incluiría en igualdad de condiciones a las telcos tradicionales– se vería alterado por la aparición de un inesperado coste de distribución que podría cuestionar la viabilidad de algunos de ellos, siendo su compensación un territorio no tan inhóspito a explorar lleno de escalabilidad, retos publicitarios, nuevos precios de venta o servicios premium a explotar. No hay que olvidar que sólo se generaría en caso que hubiera demanda (...)". Y es que, al final, a Alierta, que se le pueden reprochar muchas cosas, no se le puede negar sentido común y racionalidad económica en esta demanda que empieza a resolverse a su favor. Aunque haya tardado en llegar, terminará por imponerse este modelo operativo. ¿Sería sabedor de esta noticia cuando, ufano, tomaba el aperitivo La Pulpería del Sexta Avenida de Pozuelo este sábado por la mañana?

Buena semana a todos.

Se ha escrito y hablado mucho estos días sobre la decisión del Gobierno de incluir en el Anteproyecto de Reforma de la Ley de Propiedad Intelectual el pago de un peaje por parte de los agregadores de informaciones a sus generadores, trasvase de fondos a través de la Administración desde los buscadores con servicios de noticias –Google o Yahoo News– a los medios de comunicación productores de los mismos. Una medida que ha provocado que los amantes del libertinaje en Internet se lleven las manos a la cabeza por más que se quede corta: es pan nuestro de cada día el que unos soportes se lucren a costa de otros calcando textos, poniendo la fuente sin enlazar y destruyendo la prelación original a través de estrategias agresivas de posicionamiento. El Economista, que por cierto acaba de perder al padre de esta estrategia, se lleva sin duda la palma.

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