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Una simple ecuación económica está destrozando España
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Alberto Artero

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Una simple ecuación económica está destrozando España

Es hora de despertarse. De quitarse la pereza que tenemos encima y rebelarnos ante un gobierno que nos toma por idiotas (Valor Añadido, “¡Rebélese!, 13 razones

Es hora de despertarse. De quitarse la pereza que tenemos encima y rebelarnos ante un Gobierno que nos toma por idiotas (Valor Añadido, “¡Rebélese!, 13 razones para decir ‘no’ al impuesto sobre los depósitos”, 07-07-2014). Una despectiva consideración que, por otra parte, empieza a enraizarse preocupantemente en la tradición democrática española. “Todo para el gobernante pero sin el pueblo”, curiosa interpretación del despotismo ilustrado francés. Nuestros votos no hacen sino perpetuar tan particular régimen… en nuestro perjuicio. Así nos va. O nos ha ido hasta ahora si nos atenemos al cambio que se atisba en el panorama político tras las últimas elecciones europeas (V.A., “PODEMOS capitaliza las ganas colectivas de vomitar”, 28-05-2014).

El uso partidista que se está haciendo de la mejora del coste de las emisiones soberanas de España por parte del ejecutivo no es más que otro ejemplo de manipulación en el que la buena noticia, que lo es desde un punto de vista objetivo, permite enmascarar la mala. Pagando menos pero pidiendo más somos cada día más pobres y más vulnerables.

¿Por qué? Enseguida verán.

Igual que todo negocio es rotación por margen, todo gasto financiero asociado a una deuda –más allá de la obligación de devolver el principal– es cantidad efectivamente dispuesta o ‘viva’ por tipo del crédito en vigor. Si la primera crece por encima del impacto de la rebaja del segundo, la posición del deudor empeora, tiene que pagar más en intereses. Y, de hecho, aunque de manera inmediata no fuera así, en un horizonte temporal más amplio el perjuicio siempre existirá.

Por dos motivos:

  1. La financiación ajena hay que pagarla cuando vence: a más volumen, mayor obligación futura. Es lo que se viene en llamar patada a seguir (V.A., “Duración, una oportunidad única para el Tesoro”, 14-05-2014). Ande yo caliente… que se apañe el siguiente. Visión de Estado se llama esto.
  2. Si, como es el caso en España, ante la imposibilidad de cumplir al vencimiento hay que refinanciar, cuanto mayor sea el importe, más vulnerables resultan las cuentas públicas a cambios al alza de la rentabilidad exigida por el mercado, lo que podría afectar de manera negativa al presupuesto y, por ende, a la sostenibilidad del Estado del bienestar.

Por tanto, no podemos dejarnos embaucar por lo circunstancial y variable –el menor coste para el Tesoro–, sino que hemos de poner nuestro foco en lo estructural y vinculante –el stock de renta fija soberana en circulación–.

Bien.

Pues en los últimos años lo que hemos visto es un incremento sustancial de este último parámetro, desde el 40,2% del producto interior bruto a cierre de 2008 hasta el 96,8% de finales de marzo de este ejercicio. Casi 580.000 millones de euros más. Bonita herencia que vamos a dejar a nuestros hijos y nietos. Ya tocamos a 23.700 euros por cada compatriota. Eso sí es solidaridad.

Alguno podrá argumentar que ha sido necesario para poder sostener económicamente un país que, de otra manera, se habría hundido sin remedio. De hecho, la contracción del PIB, en este caso hasta diciembre de 2013, ha sido de 64.800 millones de euros, poco menos de un 6%, y la cosa parece que se quiere dar la vuelta. No ha sido tan fiero el león como cenizos como McCoy pintaban. El colapso no llegó.

¿De verdad?

Primera cuestión: ¿dónde ha ido ese dinero? Los datos desagregados de riqueza nacional ponen de manifiesto que ni consumo, ni gasto público, ni inversión han crecido. Al revés, en el caso de esta última se ha colapsado un 35% en cinco años hasta niveles de 2002. ¿Entonces? Aparte de lo que pueden implicar estos datos en términos de expulsión del sector privado de la economía por la voracidad financiera de la Administración –efecto crowding-out– es evidente que buena parte de los desembolsos han ido a rescatar sectores quebrados y a sostener el entramado administrativo actual, replicando el esquema Ponzi de la Seguridad Social: pagos hoy a cambio de obligaciones de imposible cumplimiento mañana. Una liquidez que, sin embargo, tal y como prueban los tozudos hechos, ha sido destinada por sus perceptores a tapar agujeros sin impacto alguno en las cifras de actividad oficial.

Lo que nos lleva necesariamente a un concepto clave de la macro, ecuación que es la que está destrozando el futuro de España: la productividad marginal de la deuda, esto es: cuál es el aumento unitario de PIB por cada unidad de deuda adicional que se mete en el sistema. Si es mayor que uno, el empeño es positivo y se justifica desde un punto de vista económico. El apalancamiento sirve. Si se sitúa por debajo del umbral de la unidad, hay dudas sobre su utilidad desde el punto de vista de la actividad productiva y de servicios. Si, por el contrario, y como ocurre en el caso de España, su signo es negativo, aumentan los compromisos y se contraen los recursos para hacer frente a los mismos, receta segura para el desastre.

En esta situación es en la que se encuentra ahora nuestro país.

Pero aún podemos dar un paso más allá: de lo anterior se desprende que la contribución del endeudamiento no llega ni para el pago de su coste. Lo que nos lleva a una segunda fórmula, fácil de entender ahora que la deuda pública se aproxima al 100% del PIB nacional, nivel que históricamente se ha convertido en asintótico a la baja. Puesto que nominalmente este crece por debajo del coste medio de las emisiones, 1,6% en escenario optimista frente a 3,62%, la capacidad para hacer frente a los pagos se quedará corta, sólo en 2014, por casi dos puntos porcentuales o 20.000 millones de euros de renovada necesidad de financiación. Un peso más a añadir a la mochila que pone de manifiesto la gravedad de la situación. Más madera en un entorno cuasi deflacionario que impide que el valor real de lo debido caiga pese a los intentos en sentido contrario de los bancos centrales.

Es normal que el Gobierno venda burras para inspirar confianza. No en vano, está en su papel. Pero hombre, resistámonos a comprar esta, que viene bizca, desdentada y coja. Su responsabilidad es intentar dejar una herencia mejor que la que han recibido, tarea última en la que descansa la delegación de responsabilidad ciudadana que supone cada elección. Puede que lo olvidaran hace tiempo, que se hayan encerrado en una burbuja que sólo persigue su propia perpetuación en el poder. ‘Todo para el gobernante…’ Pero de ahí a aceptar que dejen esto como un erial para varias generaciones media un abismo.

Beligerancia, beligerancia, beligerancia.

Es hora de despertarse. De quitarse la pereza que tenemos encima y rebelarnos ante un Gobierno que nos toma por idiotas (Valor Añadido, “¡Rebélese!, 13 razones para decir ‘no’ al impuesto sobre los depósitos”, 07-07-2014). Una despectiva consideración que, por otra parte, empieza a enraizarse preocupantemente en la tradición democrática española. “Todo para el gobernante pero sin el pueblo”, curiosa interpretación del despotismo ilustrado francés. Nuestros votos no hacen sino perpetuar tan particular régimen… en nuestro perjuicio. Así nos va. O nos ha ido hasta ahora si nos atenemos al cambio que se atisba en el panorama político tras las últimas elecciones europeas (V.A., “PODEMOS capitaliza las ganas colectivas de vomitar”, 28-05-2014).

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