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Teresa le roba el andalucismo a Susana
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Ignacio Varela

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Teresa le roba el andalucismo a Susana

Aportó la única novedad política de fondo de la sesión. Aasistimos al alumbramiento, por primera vez en décadas, de una líder del nacionalismo populista andaluz que no pertenece al PSOE

Foto: Los cuatro principales candidatos a la Presidencia de la Junta de Andalucía (de izq a dcha) Juan Marín (Ciudadanos), Susana Díaz (PSOE), Teresa Rodríguez (Adelante Andalucía) y Juanma Moreno (PP), al inicio del debate electoral noche en RTVE. (EFE)
Los cuatro principales candidatos a la Presidencia de la Junta de Andalucía (de izq a dcha) Juan Marín (Ciudadanos), Susana Díaz (PSOE), Teresa Rodríguez (Adelante Andalucía) y Juanma Moreno (PP), al inicio del debate electoral noche en RTVE. (EFE)

El caso es que, a ratos, pareció un debate. En eso mejoramos respecto a la infame sucesión de monólogos enlatados de la semana pasada. Desde luego, ni hubo cuatro pura sangres sobre la pista ni asistimos al Derby de Epsom; pero los percherones se esforzaron al menos por que aquello pareciera una carrera. Visto así, es poco dudoso que la candidata de Adelante Andalucía cruzó la meta en cabeza.

Ella aportó la única novedad política de fondo de la sesión. Anoche asistimos al alumbramiento, por primera vez en décadas, de una líder del nacionalismo populista andaluz que no pertenece al PSOE. Teresa Rodríguez tuvo claro desde el primer minuto del debate –en realidad, desde el principio de la campaña- que su apuesta estratégica es disputar al PSOE el terreno del andalucismo emocional, recuperando las raíces ancestrales del irredentismo. “No son trabajos, son jornales”, replicaba, cual militante de la CNT de los años 30, cuando la presidenta recitaba con frialdad de oficinista las estadísticas de creación de empleo. Fue también la única que mencionó el Estatuto de Andalucía, para exhibirlo y defenderlo como si hubiera salido de sus entrañas.

Ella fue quien más cómoda se sintió durante todo el debate. La que mejor supo lo que su clientela quería escuchar. La más empática y también la más eficaz en sus ataques, como el mandoble que lanzó a Ciudadanos: mucho criticar al bipartidismo corrupto, pero lo único que habéis hecho hasta ahora ha sido asociaros con los de la Gürtel en Madrid y con los de los ERES en Andalucía. Si alguien ganó ayer algún voto, fue ella.

Es cierto que se vio favorecida por la inaudita apatía que mostró Susana Díaz. No es que otras veces haya rayado a gran altura, pero nunca la he visto tan pequeña como anoche. Altanera en la actitud, como si el estar allí fuera un trámite fastidioso. Burocráticas respuestas de subsecretario. Pura defensa de gestión, sin una sola propuesta. Un discurso perezosamente institucional, sin salir de una defensa rutinaria del orden, la seguridad, la estabilidad, la solidez, la experiencia. En su abulia, permitió que Teresa Rodríguez pareciera más andaluza que ella. Y si a Díaz se le quita el blasón de ser más andaluza que el Guadalquivir, ¿qué queda de ella?

Nunca he visto a Díaz tan pequeña. Altanera, como si el estar allí fuera un trámite fastidioso. Burocráticas respuestas de subsecretario. Pura defensa de gestión, sin una sola propuesta.

Lo único interesante de su desangelada actuación fue la decisión política, sin duda calculada, de sacar a pasear al espectro que recorre esta campaña: VOX. Eran dignas de verse las caras de Moreno y de Marín cada vez que ella les inquiría si están dispuestos a aliarse con el emergente partido extremista. El silencio de ambos se hizo pesado.

El candidato del PP apareció tan desnortado como lo está su partido. Los demás mostraron un plan de juego; más o menos eficaz y ejecutado con más sombras que luces, pero plan al fin y al cabo. Moreno Bonilla salió al campo a dar balonazos en todas direcciones, pero sin dirección reconocible. Desde luego, en ningún momento lució como alternativa de poder -que se supone debería ser su papel-. Lo siento, pero esa gestualidad y lenguaje de teletienda me echan para atrás irremediablemente.

Susana Díaz dejó el balón botando en el punto de penalti cuando afirmó, campanuda: “Andalucía es el primer referente del Estado del Bienestar”. Fue el único momento en que el candidato del PP entró al remate eficazmente, y lo hizo con el tema más sensible para los andaluces: el estado lamentable de su sanidad pública. Aunque su momento más sublime fue cuando aprovechó, campechano él, para enviar un saludo a los de su pueblo.

placeholder Susana Díaz en un acto en Almería. (EFE)
Susana Díaz en un acto en Almería. (EFE)

El mayor problema de Juan Marín en estos dos debates, además de la mezcla de confusión mental y hablar atropellado que le caracteriza, es que nunca se ha sabido desde qué posición habla. En el debate de la semana pasada, a ratos parecía más oficialista que Susana y después el más feroz opositor. Ayer, en su primera intervención lanzó una descalificación radical del PP, incluido el gesto efectista de desplegar ante la cámara “la hoja de la corrupción”; y en la siguiente, se ofreció abiertamente a Moreno para gobernar juntos (apestas, pero quiero sexo). En esos vaivenes anduvo toda la noche, como cuando abrió el capitulo dedicado a las políticas sociales andaluzas con una extemporánea soflama sobre los que negocian presupuestos en las cárceles. Se ve que se sabe las consignas; le falta no desafinarlas y ponerlas en su sitio.

El mayor problema de Marín (Cs) es que nunca se ha sabido desde qué posición habla. Descalificó al PP y a la vez se ofreció abiertamente a Moreno para gobernar juntos (apestas, pero quiero sexo).

Lo que sí dejó claro el candidato de Rivera es que en su partido han concluido que les perjudica una alta abstención. Cualquier que fuera el tema, todas sus intervenciones contuvieron una llamada explicita a participar el día 2.

En un debate plagado de esas frases extremosas y esperpénticas que contaminan la política española de nuestros días, Marín se lució especialmente con perlas como estas:

“Han puesto la sanidad y la educación de los andaluces en manos de los golpistas”.

“Queremos una sanidad donde no haya políticos”.

“Nuestro gobierno tendrá cero burocracia y cero papeles”.

“Ciudadanos es el único partido que defiende la unidad de España”.

“Ustedes han metido las zarpas en las manos de la justicia”.

“(A Teresa Rodríguez, que reclamaba hablar más de Andalucía): “Ya sé que a usted le da alergia hablar de España”.

“Los jóvenes andaluces abandonan los estudios porque no tienen oportunidades laborales” (sic)

Tampoco se quedó corto Moreno Bonilla cuando anunció su propósito de “revolucionar la economía andaluza” o de “pasar página a la historia de Andalucía”; Teresa Rodríguez cuando dijo que “hablar de banderas es hablar de telas”; o Susana Díaz cuando concluyó su última alocución emulando a Rajoy: “Por una Andalucía más Andalucía y mejor Andalucía”.

Por lo demás, todos sabemos a estas alturas quién pactará con quién, pero nadie quiso ni mencionar el tema, como si quemara. Si hubiera que creer lo que recitan, parecería inviable que se forme gobierno alguno. Pero ayer no hubo sorpresa: se comprobó de nuevo que ni dicen lo que piensan, ni piensan lo que dicen. Qué añito nos espera.

El caso es que, a ratos, pareció un debate. En eso mejoramos respecto a la infame sucesión de monólogos enlatados de la semana pasada. Desde luego, ni hubo cuatro pura sangres sobre la pista ni asistimos al Derby de Epsom; pero los percherones se esforzaron al menos por que aquello pareciera una carrera. Visto así, es poco dudoso que la candidata de Adelante Andalucía cruzó la meta en cabeza.

Teresa Rodríguez Susana Díaz Adelante Andalucía Juan Marín Ciudadanos