Más viejo que el beso

Gracias al telediario, ayer nos enteramos de que fue el día internacional del beso y del vinilo. Información de interés general y tranquilizadora como saber, al despertar, que Mariano Rajoy vive (la lucha sigue). El candidato más añorado de todos los tiempos apareció en Pontevedra para apoyar a Ana Pastor en su candidatura al Congreso. Y para ello organizó un mitin-comida. Siempre sabio el registrador, rascando votos nécora mediante.

Los informativos también nos recordaron lo que de verdad importa, que no es precisamente el primer fin de semana de campaña electoral. Ni rastro de los éxitos encadenados de Falcón Viajes ni del lumbreras que decidió que llamar al presidente del PP Pablo Cansado era una buena idea. Prevalecen los atascos en la operación salida, las huelgas en los aeropuertos y que las terrazas en Valencia y alrededores están a rebosar.

La España en vacaciones tiene pinta de pasar bastante de lo que hacen y dicen 'Los cinco', pero para eso estamos los que nos quedamos, para comentarlo.

Casado sigue en permanente estado de copla, desgarrado y sufriendo lo que no está en los escritos por culpa de Sánchez, los batasunos, los proetarras y otros seres despreciables. Nos advierte de que en esa España que tanto le duele no hay segunda vuelta ni libro de reclamaciones que valgan, así que ojo con la papeleta que escojamos el día 28 de abril.

Mientras, los magos del relato y el 'storytelling' le han aconsejado que proponga un sábado soleado la creación de un Columbus, que es como el Erasmus pero para ligar por Hispanoamérica en vez de por Europa. Otra cosa para la que nací demasiado pronto.

El otro Pablo, Iglesias, va a lo seguro. Se gustó en su reaparición tras su estancia cambiando pañales y adquiriendo superpoderes con un ejemplar de la Constitución en la mano, así que sigue desgranando artículos por cumplir. Ayer le dio por las puertas giratorias y recordó cuántos ex altos cargos de la política están hoy sentados al calor del consejo de administración. No sabemos si volvió a cargar contra los medios, los mismos que le llevan cobijando y escuchando desde antes de que rapeara.

Sánchez y Rivera se han puesto chaqueta, detalle que se agradece con tal de que no aparezca la socorrida cazadora de 'sport' con la que nos deleitó ayer Santiago Abascal. La suya era de Fred Perry, revisitando clásicos. Cualquier día le vemos en Converse como a Francisco Marhuenda.

El presidente del Gobierno sigue pensando que 'Los tres temores' es un hallazgo absoluto. No, hijo, no. Claro que el nuevo 'gag' siempre puede ir a peor. A Rivera la humedad del Guadalquivir le ha levantado un flequillo tintinesco que yo también padezco, pero ese detalle menor puede ocultar que ha propuesto una idea que entendemos todos: que los autónomos cobren el mismo paro que los asalariados. También ha dicho que va a acabar con los contratos basura, mientras agradecía la presencia de unos amables ciudadanos que intentaron boicotear su intervención en Sevilla. Nos está quedando un ramillete de espontáneos demócratas de lo más florido.

También muy amables fueron los que acudieron a recibir al líder de Vox a Bilbao con gritos de "fascistas, kanpora". No saben que a Abascal, como a Santa Teresa, nada le turba, nada le espanta. Recalcó la necesidad de que juegue en el País Vasco la selección española de fútbol, que pase por esas nobles tierras la Vuelta ciclista y amenazó con llamar "al pan, pan y al vino, vino".

Y en un momento de fervor patriótico y algo 'trumpiano' dijo que a los inmigrantes que vienen hay que preguntarles cuáles son sus intenciones y qué tienen en la cabeza. Vamos, lo que mi padre a cualquiera de mis novios. Más viejo que el beso y el vinilo, tanto que lo celebramos.