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De Estela San José, de la gasolinera y del Barça
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José Antonio Zarzalejos

Las Claves de la Jornada

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De Estela San José, de la gasolinera y del Barça

No olviden su nombre: se llama Estela y se apellida San José. Es una juez de Lugo que ayer infligió a José Blanco un fuerte castigo

No olviden su nombre: se llama Estela y se apellida San José. Es una juez de Lugo que ayer infligió a José Blanco un fuerte castigo a su reputación al elevar al Tribunal Supremo las acusaciones que contra el ministro gallego ha formulado Jorge Dorribo, según el cual, el titular de Fomento, portavoz del Gobierno y vicesecretario general del PSOE, se embolsó la bonita cantidad de 400.000 euros, con la intermediación de su primo político Manuel Bran.

Falso o cierto a Estela San José no le ha parecido ni extravagante ni excéntrica la declaración del empresario imputado y pasa la pelota al Supremo. Más aún cuando medió cita entre el ministro y el presunto corrupto en la gasolinera de Gutirriz que es como una metáfora de la forma de hacer política en esta época que va periclitando: sin ninguna estética y con muchas dudas éticas. Y sobre todo, con enorme incompetencia y torpeza. Política a salto de mata; política pedestre; política de área de servicio.

Y todo ese cutrerío va al debe de Rubalcaba que ayer encajó el sopapo a la credibilidad de su principal aliado en el PSOE, una cifra de paro registrado record (+134.000), un descenso vertiginoso en la afiliación a la Seguridad Social (-75.000) y el plantón de Zapatero a los empresarios y sindicatos españoles (fumaban en pipa los unos y los otros) en la cumbre del G-20 en Cannes.

El deslizamiento de la solvencia del candidato y del PSOE no ha tocado fondo. Alfredo, que es taimado pero nada tonto, ya lo confesó ayer: es más difícil que el Real Madrid gane al Barça que él pueda vencer a Rajoy. Se agradece el esfuerzo de aparente sinceridad si no fuera porque mañana –como si de un episodio de “Cuéntame lo que pasó” se tratase— actúa en Sevilla con Felipe González (el jarrón chino) y Alfonso Guerra (el auténtico tahúr del Misisipi) a los que la sobradísima Elena Valenciano ha sacado del museo para que se aireen y ejerzan de abuelos cebolleta.

El compañero Yorgos –la esperanza helena de la socialdemocracia mediterránea— pegó la espantada como era de esperar, mientras nuestro inmarcesible ex vicepresidente del Gobierno, ex ministro de Interior, ex ministro de Presidencia, ex portavoz del Gobierno y ex ministro de Educación rememoraba al barón de Pierre de Coubertin y murmuraba: “Lo importante es participar”. Lo mismo ha debido pensar de José Blanco la juez Estela San José (o sea, que participaba).

No olviden su nombre: se llama Estela y se apellida San José. Es una juez de Lugo que ayer infligió a José Blanco un fuerte castigo a su reputación al elevar al Tribunal Supremo las acusaciones que contra el ministro gallego ha formulado Jorge Dorribo, según el cual, el titular de Fomento, portavoz del Gobierno y vicesecretario general del PSOE, se embolsó la bonita cantidad de 400.000 euros, con la intermediación de su primo político Manuel Bran.