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ETA en campaña con un lendakari moralmente confundido
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José Antonio Zarzalejos

Las Claves de la Jornada

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ETA en campaña con un lendakari moralmente confundido

La banda terrorista siempre asoma su zarpa dialéctica -con ese lenguaje viscoso y éticamente repugnante- en los momentos culminantes de la vida política española. Normalmente, al

La banda terrorista siempre asoma su zarpa dialéctica -con ese lenguaje viscoso y éticamente repugnante- en los momentos culminantes de la vida política española. Normalmente, al asesinato ha añadido el oprobio de su justificación, de su “contextualización en el conflicto”. Ahora también. Pero todo lo que ha dicho en Gara hay que tomarlo a beneficio de inventario, como un intento de reescribir la historia para no quedar en ella como la banda delincuente y criminal que ha sido y es. Los bildus tienen una misión en la planificación de la nueva época etarra: legitimar a los asesinos, explicar que sus crímenes han sido “lucha armada”, la independencia de una Euskadi socialista, su causa, “legítima”, y las víctimas, “daños inevitables” que ellos también han padecido por la acción del Estado.

Se trata de una enorme y colosal impostura. Los etarras son, lisa y llanamente, unos delincuentes y como tal han de quedar en los anales de la historia. Deben, además, reconocer que lo fueron, que causaron un daño injusto y que están dispuestos a penarlo con el cumplimiento de la condena -y los que estén huidos entregándose a la Justicia- y reparando materialmente a las víctimas.

No ayuda sino que entorpece el grave error moral del lendakari López de referirse en su discurso de ayer a todas las víctimas: las de ETA, las del GAL y aquellas que -delincuentes o no- sufrieron la violación de sus derechos fundamentales. La única organización terrorista ha sido ETA que ha persistido -y sigue sin disolverse- más de cuarenta años y ha perpetrado más de 850 asesinatos. Los GAL (Grupos Antiterroristas de Liberación) perpetraron delitos en un período determinado de la historia española, fueron desmantelados y juzgados sus responsables e inspiradores y el Estado purgó las cloacas de la llamada “guerra sucia”.

 Establecer una equivalencia entre las víctimas del terrorismo y las del GAL parte de la interiorización de una simetría histórica, delictiva y organizativa moralmente errónea: son casos distantes y distintos. Y aquellos que pudieron padecer la conculcación de sus derechos fundamentales -terroristas o no- son la expresión de que determinados, concreto y muy pocos funcionarios del Estado se han extralimitado y delinquido, pero el nexo con las personas que sufrieron su crimen nada tiene que ver con el que existe entre terrorista y víctima.

López no es un hombre con capacidades políticas especiales como quieren hacernos ver los socialistas. Más aún: tiende a la torpeza. De no ser porque el PP prefiere en Ajuria Enea antes al PSOE que al PNV, las huestes deUrkullu se lo hubiesen merendado en dos sentadas. Su discernimiento moral, a resultas de un espíritu de conciliación que tiene tanto de auténtico como de anzuelo electoral, resulta éticamente cojitranco y moralmente desviado. Cada episodio histórico, cada secuencia de lo que ha ocurrido, debe tener su tratamiento nítidamente diferenciado.

Ahora lo que toca son las víctimas de ETA, las víctimas genuinas. Situarlas en el discurso en los mismos párrafos que a los asesinados por los GAL o los torturados o maltratados constituye una dilución de su entidad. Y colabora, objetivamente, a que ETA escriba el relato épico que pretende. Un error, pues, de López. Un lamentabilísimo y trascendental  error político y moral. Mientras ETA perora en su periódico de cabecera.

La banda terrorista siempre asoma su zarpa dialéctica -con ese lenguaje viscoso y éticamente repugnante- en los momentos culminantes de la vida política española. Normalmente, al asesinato ha añadido el oprobio de su justificación, de su “contextualización en el conflicto”. Ahora también. Pero todo lo que ha dicho en Gara hay que tomarlo a beneficio de inventario, como un intento de reescribir la historia para no quedar en ella como la banda delincuente y criminal que ha sido y es. Los bildus tienen una misión en la planificación de la nueva época etarra: legitimar a los asesinos, explicar que sus crímenes han sido “lucha armada”, la independencia de una Euskadi socialista, su causa, “legítima”, y las víctimas, “daños inevitables” que ellos también han padecido por la acción del Estado.