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Mujeres: ¿trabajar o no trabajar?
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Sylvia Jarabo

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Mujeres: ¿trabajar o no trabajar?

La mujer sigue siendo la responsable de la gestión y cuidado del hogar familiar. Pero cuando decide hacerlo abandonando su profesión por completo, asume un riesgo económico grande

Foto: Mujer ejecutiva.
Mujer ejecutiva.

Hace un par de semanas, unas amigas me propusieron ir a un bar de moda en el madrileño barrio de Chamberí. Buen ambiente, música en directo y gente de nuestra edad. Allí conocí a Alicia, familiar de una amiga del grupo, con la que entablé conversación. Al cabo de un rato, Alicia me contó su historia reciente: tras 17 años de matrimonio y cerca de los 50 años de edad, se acababa de separar. Su exmarido estaba pagando los estudios de los hijos, pero no la pensión que a ella le correspondía, con lo cual no tenía más remedio que acudir a juicio. “¿Y tú qué estás haciendo ahora?”, le pregunté. “Pues tengo que ver qué hago”, dijo ella, “nunca he trabajado”. “¿Nunca?”, quise cerciorarme yo. ”Nunca durante estos 17 años”, contestó ella. Alicia es licenciada en Literatura y está buscando ahora desesperadamente oportunidades de trabajo.

Esa misma semana, otra amiga del grupo me refirió la historia de Rosa. Rosa es licenciada en Derecho y ejercía su rol de abogada defensora en juicio con solidez y eficacia. Según palabras de mi amiga, “Rosa se comía al juez y al fiscal. No sabes cómo hablaba, qué bien argumentaba, qué bien dirigía el caso. Era una abogada brillante”. Rosa se casó con un hombre que le dijo que dejara de trabajar. Y ella accedió a esa imposición. Durante los 15 años que duró ese matrimonio, Rosa estuvo en casa, cuidando de las tareas del hogar y de una única hija. Pero al final se decidió y dio el paso para acabar con esa unión asfixiante. Hoy día ejerce de procuradora, con una compensación económica bastante limitada y habiendo dado al traste con una prometedora carrera como experta abogada defensora.

Existe en nuestro país un grupo muy numeroso de mujeres que deciden no trabajar para dedicarse a la gestión familiar


Una última historia. En un evento reciente, tuve la oportunidad de charlar con una estudiante de cuarto de Ingeniería de Telecomunicaciones. Quería indagar un poco sobre su visión de su futuro profesional y le pregunté si había pensado algo sobre qué tipo de trabajo le gustaría ejercer. “Pues la verdad, trabajar, trabajar, no tengo muchas ganas”, me comentó. “Para mí, lo ideal sería casarme con un marido que o bien fuera rico o bien pudiera sostener la familia con sus ingresos, y yo poder dedicarme a mi familia y a hacer otras cosas que me gustaran”. Reconozco que me quedé patidifusa y no pude por menos de exclamar, aun sabedora de la injusticia de mi reacción: “¿Y tú qué haces estudiando telecomunicaciones?”.

Según el informe de la Organización Internacional del Trabajo 'Care Work and Care Jobs 2018' ('El trabajo de cuidados y los trabajos para el cuidado'), el 25% de las mujeres que no trabajan en España alegan como principal razón que deben dedicarse al cuidado de otras personas, en su gran mayoría hijos y en menor medida personas mayores. Este trabajo de cuidador familiar sigue realizándose mayoritariamente por las mujeres en nuestro país (y a escala mundial): 2,5 millones de mujeres en España frente a 180.000 hombres.

Dejando aparte este conjunto que no tiene opción, existe pues en nuestro país un grupo muy numeroso de mujeres que decide no trabajar, pero no ya obligadas por las circunstancias, sino por decisión propia, o conjunta con la pareja, para dedicarse a la gestión familiar: al cuidado de los hijos, o de los mayores y los menesteres del hogar. Querría pensar que son pocas quienes lo hacen por imposición, más o menos velada, de su pareja, aunque sabemos que esto también existe.

Apostar el sostenimiento económico propio y el del hogar a una carta es una opción de alto riesgo


Exceptuando este último caso, es evidente que esta es una decisión personal. Pero también es evidente que apostar el sostenimiento económico propio y el del hogar familiar a una sola carta es una opción de alto riesgo.

En primer lugar, el índice de divorcios y separaciones es cada vez mayor en nuestro país: según el informe de 2018 del Instituto de Política Familiar, en España se producen seis rupturas por cada 10 matrimonios. En segundo lugar, además, como sabemos, cada vez hay menos matrimonios (España es el país de la UE28 con menor tasa de nupcialidad, empatado con otros cuatro), y en estas parejas que renuncian a la cobertura que otorga la ley a la institución familiar, las mujeres están asumiendo aún más riesgo si deciden no trabajar, porque no tienen derecho a una pensión. Y, por último lugar, aunque la relación sea fuerte y permanezca, a tu pareja le puede pasar cualquier cosa: paro, invalidez o incluso fallecimiento.

Adicionalmente, soy de los que piensan que el trabajo fuera de casa, en un entorno de empresa u organización, permite aportar un sentido de realización y desarrollo personal, que enriquece al que podamos obtener en el hogar (que es mucho). Nos permite conocer gente, resolver problemas, acometer retos, aprender continuamente, dar servicio o crear.

Un mensaje de independencia económica, de valerte por ti mismo/a y el de, sin duda, trabajar para desarrollarte y contribuir a la sociedad


Sheryl Sandberg, una de las 10 mujeres más poderosas según la revista 'Fortune', es directora de Operaciones de Facebook y segunda de a bordo en esta compañía tras Mark Zuckerberg. Sheryl, a quien tuve la ocasión de conocer personalmente durante su estancia en la consultora McKinsey, es una gran defensora y luchadora de la carrera de la mujer profesional, a escala internacional. Otorga numerosas charlas y conferencias, escribe artículos, es creadora de la fundación Leanin.org (una comunidad global dedicada a ayudar a las mujeres a cumplir sus ambiciones) y autora del libro titulado 'Lean In: Women, Work, and the Will to Lead' (traducido en castellano como 'Vayamos adelante', 2013). En él, les dice a las mujeres que “no se vayan antes de que tengan que irse”, pues ha visto demasiados casos en que las mujeres abandonan prematuramente la carrera profesional, incluso antes de que sea necesario por el cuidado familiar. Su consejo es este: “Stay in the workforce”, permanece en la fuerza laboral, de alguna manera, incluso después de que te hayas convertido en madre, y no dejes de trabajar.

¿Qué mensajes vamos a transmitir a nuestras hijas? ¿Trabajar o no trabajar? ¿Asumir un riesgo económico significativo o eliminarlo en su totalidad? En mi caso, y en el de muchas de las mujeres a las que he ido preguntando, la respuesta es clara: tanto para hijas como para hijos, un mensaje de independencia económica, de valerte por ti mismo/a y el de, sin duda, trabajar para desarrollarte y contribuir a la sociedad.

Hace un par de semanas, unas amigas me propusieron ir a un bar de moda en el madrileño barrio de Chamberí. Buen ambiente, música en directo y gente de nuestra edad. Allí conocí a Alicia, familiar de una amiga del grupo, con la que entablé conversación. Al cabo de un rato, Alicia me contó su historia reciente: tras 17 años de matrimonio y cerca de los 50 años de edad, se acababa de separar. Su exmarido estaba pagando los estudios de los hijos, pero no la pensión que a ella le correspondía, con lo cual no tenía más remedio que acudir a juicio. “¿Y tú qué estás haciendo ahora?”, le pregunté. “Pues tengo que ver qué hago”, dijo ella, “nunca he trabajado”. “¿Nunca?”, quise cerciorarme yo. ”Nunca durante estos 17 años”, contestó ella. Alicia es licenciada en Literatura y está buscando ahora desesperadamente oportunidades de trabajo.

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