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El derecho al honor, para todos
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Javier Pérez de Albéniz

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El derecho al honor, para todos

En ocasiones parece que no habrá futuro. Son esos instantes en que nos invade la melancolía, quién sabe si por el otoño o por la prima

En ocasiones parece que no habrá futuro. Son esos instantes en que nos invade la melancolía, quién sabe si por el otoño o por la prima de riesgo, y las penas resultan inconsolables, la oscuridad nos sumerge en la desesperanza y parece que el cielo gris está a punto de desplomarse sobre nuestras cabezas… Justo entonces, cuando la vida se asemeja al agujero de un pozo, surge de la nada un rayo de sol que ilumina esa congoja del espíritu, puerta de la verdad sustancial de Unamuno, y despoja al cuervo de su negrura. No, no estoy hablando de la dimisión de Esperanza Aguirre…

La última vez que se accionó el interruptor de ese rayo de luz fue el día en que el Tribunal Supremo condenó a Jiménez Losantos, columnista estrella de El Mundo y locutor de la cadena esRadio, a pagar 100.000 euros al exdirector de ABC José Antonio Zarzalejos. 100.000 euros como 100.000 soles. Losantos, gran aficionado al insulto, había llamado a Zarzalejos, entre otras muchas lindezas, las siguientes: “despojo intelectual”, “sicario”, “pobre enfermo”, “bobo”, “analfabeto funcional”, “detritus”, “calvorota”… Cuando Losantos, hombre de prodigiosa belleza y poblada melena, tuvo que explicar ante el juez el por qué de tanta bilis, dijo que esos insultos formaban parte de una “sátira” comparable a la “tradición española”, la picaresca del XVII, y citaba a Góngora y Quevedo.

El Tribunal Supremo protege, afortunadamente, a Zarzalejos, Duval, Conde o Cano. Pero ¿quién protege a Magdalena, al padre de Bretón o a la madre y la hija que desnudan sus miserias en horarios de máxima audiencia, para regocijo de unas cadenas basadas en el escándalo, el altercado y la provocación?“De buena gana lloro la satisfacción con que se llaman hoy algunos cultos, siendo temerarios y monstruosos”, escribió precisamente Quevedo al Conde-Duque de Olivares. Y es que cuando se compara con autores del Siglo de Oro, el amigo Losantos demuestra que tiene un gran concepto de sí mismo. No le falta razón, puesto que la mayoría de provocadores no tiene un repertorio de exabruptos tan rico: con un contundente “hijoputa” la mayoría se dan por satisfechos. Utilizando tan amplio vocabulario de ofensas Losantos demuestra que es un esteta, un intelectual, y que debería estar dando clases de periodismo moderno en los máster de los más prestigiosos medios de comunicación.

Lamentablemente, las condenas del Supremo no son paralelas al talento Losantos. Los 100.000 euros del periodista, insultador de reconocido prestigio, se quedan rácanos ante los 125.000 euros que deberá pagar Telecinco a Norma Duval por “intromisión ilegítima en su derecho al honor” con informaciones y declaraciones de posible carácter injurioso, insultante o desproporcionado. O frente a los 35.000 que deberá abonar la misma cadena a una mujer por insinuar que mantenía relaciones homosexuales con la presentadora Patricia Conde. Los magistrados del Supremo consideran que la cadena de Paolo Vasile utilizó expresiones “lesivas” al efectuar “insinuaciones y conjeturas sobre su relación sentimental”.

Mientras escribo estas líneas, un tertuliano del programa “Sálvame” (Telecinco), presentado por Jorge Javier Vázquez, se levanta de la mesa, se coloca en el centro del plató y, mirando a cámara de manera tan profesional como amenazante, se dirige a Ortega Cano: “Como no retires antes del viernes la querella que mes has puesto, te vas a arrepentir. Tengo información para hundirte en la miseria… Voy a contar todo lo que sé de Ortega Cano, cosas que pueden complicarle mucho sus relaciones familiares…”.

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Y a modo de guinda, muestran el caso de Siomara, una conflictiva niña de quince años que hace la vida imposible a su desesperada madre. “Ella se junta con unos gitanos y beben y fuman porros… fuman porros en mi casa”, dice la madre. “Cuando te mueras hago una fiesta”, responde la hija, antes de contar cómo su padre, borracho, pegaba a su madre “y la cogía por el cuello”.

En ocasiones parece que no habrá futuro. Son esos instantes en que nos invade la melancolía, quién sabe si por el otoño o por la prima de riesgo, y las penas resultan inconsolables, la oscuridad nos sumerge en la desesperanza y parece que el cielo gris está a punto de desplomarse sobre nuestras cabezas… Justo entonces, cuando la vida se asemeja al agujero de un pozo, surge de la nada un rayo de sol que ilumina esa congoja del espíritu, puerta de la verdad sustancial de Unamuno, y despoja al cuervo de su negrura. No, no estoy hablando de la dimisión de Esperanza Aguirre…