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Javier Pérez de Albéniz

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El Estado de Rajoy

“Hemos demostrado que somos de fiar, que nuestra palabra vale como un contrato”. Mariano Rajoy en el cierre del discurso inaugural de su primer debate de

“Hemos demostrado que somos de fiar, que nuestra palabra vale como un contrato”. Mariano Rajoy en el cierre del discurso inaugural de su primer debate de la Nación.

No he cumplido con mis promesas electorales”. Mariano Rajoy nueve días antes, en respuesta a un periodista británico en las jornadas de The Economist

Mariano Rajoy arrancó su discurso con la cifra de parados: casi seis millones. El detalle entusiasmó a los tertulianos conservadores, que en todos los platós de televisión y barras de bar coincidieron en su análisis: el presidente, con la verdad por delante. Sinceramente, yo hubiese preferido que comenzase su discurso con la palabra “Bárcenas”, epicentro del resquemor de los españoles en los últimos tiempos. O con la palabra “desahucio”, resumen del daño que la crisis está haciendo a los ciudadanos. O incluso con el clásico “seré breve”. Pero no pudo ser. Cifra de parados para comenzar la lectura, ligeramente teatralizada, de su paquete de folios.

El debate, que aunque parezca increíble no se celebró en un juzgado de guardia sino en el Congreso de los Diputados, era el primer partido de Champions para Rajoy. En evidente fuera de forma debido a la ausencia de entrenamiento frente al micro, el presidente se mostró serio, enhiesto e impecablemente vestido, para irse desvaneciendo al ritmo del tono de su indumentaria: traje azul oscuro, corbata de cuadros azules y blancos y camisa blanca. Leyó todo, gesticuló casi todo, pasó las páginas con suavidad, se trabó en alguna ocasión, mantuvo la humedad correcta en boca y garganta (no cató el agua del vaso), soltó demasiadas contracciones ásperas (“diputaos”, “empadronaos”, “paraos”)… y aseguró que nuestros temores son inciertos: “No es verdad que en España haya un estado generalizado de corrupción. Eso es insidia”.

Insidia: “Engaño o artificio con el fin de perjudicar a alguien”. Soraya, su mano derecha, vestida de negro riguroso, sonreía. Algunas de sus compañeras lucían espléndidas, tanto como para parecer escapadas de la Cibeles Fashion Week. Los aplausos de Ana Mato cuando Rajoy adelantó medidas contra la corrupción se pudieron escuchar en los bares que rodean el congreso. Viri, la esposa de Rajoy, confirmó con un dócil movimiento de cervicales las palabras de su marido.

Todo en orden. Una hora y media después, Rajoy emprendió el camino de regreso a su escaño, donde le esperaba una carpeta analógica y los aplausos de sus colegas. El Canal 24h de TVE había emitido en directo todas sus palabras. En laSexta y en Cuatro, filiales de Antena 3 y Telecinco respectivamente, habían alternado el discurso con tertulianos y publicidad.

En La 1 de TVE aprovecharon para contar historias humanas, como la de una chica que había sufrido abusos sexuales por parte de su padrastro. En La 2, más prácticos, enseñaron el proceso para hacer un test de ADN. En Antena 3 Arguiñano preparó una crema de espárragos verdes, muy sencilla pero con mucho fundamento. Y en Telecinco, hombres, mujeres y viceversa lucieron cacha y tatuaje bailando al ritmo de Julio Iglesias.

El bueno de Rubalcaba, en pleno horario de reposo post pitanza, fue ignorado por las grandes televisiones. Una pena, porque el líder socialista lució el traje de las grandes galas: improvisando, llegó a acusar a Rajoy de mentir a los españoles. ¡Por momentos, incluso pareció un político de izquierdas! Tan inspirado estaba Rubalcaba, y tan poco peligroso debió parecerle al presidente del Congreso, que el señor Posada le concedió mucho más tiempo que el que le correspondía.

¡Qué razón tiene Rajoy cuando habla de lo mal que lo hizo Zapatero! Esta es sin duda la parte más creíble, sólida y realista de su discurso. De un discurso que en su segunda intervención mostró a un presidente crecido, que desafió a Rubalcaba en numerosas ocasiones y se mostró más confiado y firme que en su discurso inicial. Solo le tembló la voz cuando habló de… Corrupción.Lo mejor estaba por llegar. El festival del humor comenzó con la respuesta de Rajoy al líder de la oposición: “Procuraré ordenar su desordenado discurso”, dijo mientras desencajaba su mandíbula inferior en un rictus con el que quiso simular una gran sonrisa. La bancada popular se desternillaba, disfrutando de su primera alegría en semanas. Y tras el cachondeo, vuelta a los asuntos serios…

¿Desahucios? “El problema es que usted tiene una historia, y ahora viene a dar lecciones”, le dijo Rajoy a Rubalcaba. Y descartó la dación en pago con carácter general porque dañaría el mercado y frenaría el crédito. Tras descubrir que su enemigo tenía “una historia”, y acusarle de demagogia, el presidente se vino claramente arriba. A partir de ese momento todo consistió en desmontar las acusaciones de Rubalcaba con diversas versiones del ya clásico “ustedes lo hicieron peor”.

¡Qué razón tiene Rajoy cuando habla de lo mal que lo hizo Zapatero! Esta es sin duda la parte más creíble, sólida y realista de su discurso. De un discurso que en su segunda intervención mostró a un presidente crecido, que desafió a Rubalcaba en numerosas ocasiones y se mostró más confiado y firme que en su discurso inicial. Solo le tembló la voz cuando habló de… corrupción.

“No creo que yo deba entrar en esto”, dijo sin ruborizarse, justo antes de volver al 'y tú más': “Mi partido no ha sido condenado por financiación ilegal. El suyo, sí”, dijo mirando a Rubalcaba. Era el peor Rajoy, el más dubitativo, el más alejado de la autocrítica, el que tiembla como un jubilado y tiene que escuchar a Rubalcaba recordarle que “venimos a juzgar su gestión, no la nuestra. La nuestra ya fue juzgada, por eso estamos en la oposición”. El socialista se despidió pidiendo a Rajoy que pronunciara la palabra mágica: Bárcenas.

Rajoy abrió los brazos, dudó ligeramente, y regresó al 'y tú más', y al humor inteligente: “Yo no he pedido su dimisión: no me interesa”, afirmó despectivo, consiguiendo el regocijo tabernario de su bancada. Después, en lugar de hablar para los ciudadanos, Rajoy insistió en los ataques directos al líder socialista: “No me cuente sus prejuicios ideológicos… Pocas cosas ha dicho, así que a pocas cosas se le pueden contestar”. De Bárcenas, ni pío.

“Hemos demostrado que somos de fiar, que nuestra palabra vale como un contrato”. Mariano Rajoy en el cierre del discurso inaugural de su primer debate de la Nación.

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