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El dueño de Telemadrid
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Javier Pérez de Albéniz

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El dueño de Telemadrid

El informativo de BBC News de las ocho de la noche recogía, sólo unas horas después de la muerte de la ex primera ministra del Reino

El informativo de BBC News de las ocho de la noche recogía, sólo unas horas después de la muerte de la ex primera ministra del Reino Unido Margaret Thatcher, las palabras de un joven admirador: “Destruyó mi ciudad, estoy contento de que haya muerto”. ¿Imagina usted un alarde semejante de sentido crítico y libertad de expresión en TVE, nuestra televisión pública? Equivaldría a que el día en que nos dejó Manuel Fraga, adaptación ibérica de la musa neoliberal británica, un resentido antisistema aprovechase los micrófonos de la televisión pública para hablar de su currículo como censor franquista, del fusilamiento de Julián Grimau o del asesinato de cinco obreros en la Iglesia de San Francisco de Asís en Vitoria. El acabose.

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Con esto quiero darle la razón a Ignacio González, flamante presidente de la Comunidad de Madrid, cuando asegura que está dispuesto a cerrar Telemadrid. En primer lugar porque el chiringuito es suyo, y si quiere lo chapa y punto. Y, en segundo lugar, porque no debemos olvidar que en España las televisiones públicas no son medios de comunicación independientes y libres, y por tanto ningún ciudadano debería sentirse apesadumbrado por su desaparición. No cumplen ninguna función de servicio público, al menos en sus espacios informativos. El resto de la programación podría mantenerse: frontón en ETB, Caçadors de bolets en TV3, y toros y películas viejas del Oeste en el resto de autonomías.

En Telemadrid se habla lo menos posible de Bárcenas o de las fotos de Feijóo con un narcotraficante y, por supuesto, ni se nombra el ático marbellí de Ignacio González. En Canal Sur no quieren ni mentar el escándalo de los ERE. Y en TVE, los directores de los magazines, esos programas de gran audiencia construidos alrededor de las miserias jurídicas de personajes públicos, han recibido la orden de no informar sobre la imputación de la infanta Cristina y demás elementos monárquicos en entredicho. “Cuando las informaciones de miembros de Zarzuela trascienden la crónica rosa y sean noticias con una fuerte carga política se tratarán sólo en los Servicios Informativos”, han ordenado, en un ejemplo de rigor periodístico.

En Telemadrid se habla lo menos posible de Bárcenas o de las fotos de Feijóo con un narcotraficante, y por supuesto ni se nombra el ático marbellí de Ignacio González. En Canal Sur no quieren ni mentar el escándalo de los ERELos dirigentes de TVE, y los periodistas al frente de sus servicios informativos, pretenden que con los asuntos que atañen a la Casa Real “el tratamiento sea riguroso, evitando caer en la frivolidad”. Ya habrá tiempo para ser imprecisos y superficiales cuando se informe del juicio a la Pantoja, del divorcio de Paulina Rubio o de los detalles de un infanticidio especialmente macabro.

González, el sustituto de la insustituible Esperanza Aguirre, nuestra Dama de Hierro de andar por casa, es un político que tiene muy claras las ideas sobre la televisión pública. El pasado 27 de febrero amenazó con cerrar el ente Radio Televisión de Madrid si la justicia daba la razón a los despedidos en el ERE que acababa de ejecutar, y que suponía la salida de 829 de los 1.170 trabajadores. “No es una intención, es una decisión”, afirmó sin titubeos.

Apenas un mes después, y tras escuchar la sentencia en la que el Tribunal Superior de Justicia de Madrid afirmó que el ERE resulta “no ajustado a derecho” (es decir, improcedente). González ha realizado un ejercicio contorsionista digno de la mejor Nadia Comaneci, la de los Juegos Olímpicos de Montreal: “Lo que hace la sentencia es dar la razón al Consejo de Administración de Telemadrid, que ordenó la rescisión de contratos de los trabajadores por las causas alegadas”.

La sentencia dice que el ERE es improcedente. Y González da la razón al Consejo de Administración que lo puso en marcha. ¿Está claro? Por si queda alguna duda, un generoso González sentencia: “Telemadrid seguirá, claro que sí, ajustada al ERE”. Es decir, sin readmitir a los trabajadores pero pagándoles con el dinero de los ciudadanos los 45 días por año trabajado que les corresponden. Por si alguien aún no tiene claro quién es el dueño de Telemadrid.

El informativo de BBC News de las ocho de la noche recogía, sólo unas horas después de la muerte de la ex primera ministra del Reino Unido Margaret Thatcher, las palabras de un joven admirador: “Destruyó mi ciudad, estoy contento de que haya muerto”. ¿Imagina usted un alarde semejante de sentido crítico y libertad de expresión en TVE, nuestra televisión pública? Equivaldría a que el día en que nos dejó Manuel Fraga, adaptación ibérica de la musa neoliberal británica, un resentido antisistema aprovechase los micrófonos de la televisión pública para hablar de su currículo como censor franquista, del fusilamiento de Julián Grimau o del asesinato de cinco obreros en la Iglesia de San Francisco de Asís en Vitoria. El acabose.