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Una nueva sentencia (82 años de cárcel) consagra a Txapote como el rostro televisado de ETA
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Antonio Casado

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Una nueva sentencia (82 años de cárcel) consagra a Txapote como el rostro televisado de ETA

Las circunstancias -o sea, la tele-, han consagrado a Txapote como el rostro de ETA mientras Rodríguez Zapatero, el rostro del Gobierno, anuncia conversaciones con la

Las circunstancias -o sea, la tele-, han consagrado a Txapote como el rostro de ETA mientras Rodríguez Zapatero, el rostro del Gobierno, anuncia conversaciones con la banda terrorista. Txapote y el llamado "proceso" entran así con la misma fuerza y al mismo tiempo en la conciencia de la opinión pública. Gracias a la fuerza incontenible de las imágenes televisadas, los españoles pueden hacerse una idea del rango moral de los interlocutores "necesarios" de Moncloa.

Los interlocutores, o sea, Arnaldo Otegi y compañía, le han dicho a Zapatero que Francisco Javier García Gaztelu, condenado ayer a 82 años de cárcel por el asesinato del líder socialista de Guipúzcoa, Fernando Múgica, es un psicópata. Moncloa lo da por bueno, aunque Moraleda no lo cuenta por librarse del abucheo o la lluvia de huevos podridos. Más sutil que el portavoz, el ministro López Aguilar nos invitaba ayer desde Santander a distinguir entre etarras malos y etarras buenos.

A ninguna de las dos partes les interesa ahora el protagonismo de Txapote. Por la cuenta que les trae, ambos quisieran confinarle entre los pliegues de ese manto de silencio pregonado en León por el presidente. Pero Zapatero no tiene vara alta sobre la maquinaria del Estado de Derecho ni sobre los medios de comunicación. Los tribunales y la prensa hacen su trabajo sin acompasar su respectiva remada a la de Moncloa.

En este sentido es bien significativa la sentencia de la sala tercera de lo penal de la Audiencia Nacional: diez años más de lo que pedía fiscal. El presidente del tribunal, Alfonso Guevara, ha aplicado con todo rigor esa doctrina según la cual los jueces deben valorar el contexto y las circunstancias sociales en las que dictan sus sentencias. Ha sido más duro que el Ministerio Público, institución acusatoria por excelencia, porque ese era el clamor de los españoles contra ese homínido con camiseta que les revuelve las tripas a la hora de comer. La sentencia precisa y se explaya. Califica su conducta de "vil", "cobarde" y "contraria a los mandatos de la ley natural". Y nos recuerda que este Txapote no es un hecho aislado sino la imagen de marca de ETA.

El susodicho García Gaztelu, que comparece ante la Justicia española en calidad de cedido por Francia, aún tiene que responder del asesinato de Gregorio Ordóñez (1995) y otros. Pero las entregas televisadas de su enjuiciamiento público por los asesinatos de Miguel Ángel Blanco y Fernando Múgica ya le consolidan como el verdadero rostro de ETA a los ojos de la ciudadanía.

Será muy difícil que se produzca la necesaria sintonía de la opinión pública con el Gobierno si la cara de Txapote se interpone en los planes de Zapatero.

Las circunstancias -o sea, la tele-, han consagrado a Txapote como el rostro de ETA mientras Rodríguez Zapatero, el rostro del Gobierno, anuncia conversaciones con la banda terrorista. Txapote y el llamado "proceso" entran así con la misma fuerza y al mismo tiempo en la conciencia de la opinión pública. Gracias a la fuerza incontenible de las imágenes televisadas, los españoles pueden hacerse una idea del rango moral de los interlocutores "necesarios" de Moncloa.