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El PP lleva a los juzgados el culebrón Conthe-Sebastián-Arenillas
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Antonio Casado

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El PP lleva a los juzgados el culebrón Conthe-Sebastián-Arenillas

Por enésima vez estamos atrapados en una secuencia recurrente de la política nacional. Partido A formula una acusación contra partido B. El partido B la niega.

Por enésima vez estamos atrapados en una secuencia recurrente de la política nacional. Partido A formula una acusación contra partido B. El partido B la niega. El partido A propone entonces una comisión investigadora en el Parlamento movido por su inflamado amor a la verdad. Y el partido B se opone. Eureka. En el discurso del denunciante la negativa equivale a confirmación de las sospechas, pero, tras una más o menos prolongada explotación del "escándalo", el asunto se pierde en la polvareda de un debate palabrero que, casi sin darnos cuenta, ya se estará nutriendo de una nueva reyerta.

De momento, el culebrón Conthe-Sebastián sigue vivo en la agenda política del PP. Sus principales dirigentes, Rajoy incluido, aprovecharon la sesión de control parlamentario para reiterar sus acusaciones en base a declaraciones del ya ex presidente de la CNMV. El supuesto es que Zapatero usa la Oficina Económica de Moncloa como un instrumento para desprestigiar ante los órganos reguladores del sector financiero a honradísimos presidentes de instituciones financieras, como ocurrió, al parecer, con el presidente del BBVA, Francisco González.

Zapatero, desde su escaño: "Es falso de toda falsedad que desde la Oficina Económica del presidente del Gobierno se elaborara ningún dossier sobre nadie". Réplica de Rajoy: "No me lo creo. Y para saber quien miente, acepte usted la comisión de investigación que propongo". Y ahí estamos, enredados en el típico debate de tu palabra contra la mía, donde se argumenta sobre sospechas y, en todo caso, sobre las acusaciones de don Manuel Conthe, desmentidas oficialmente. Pero el "dossier" no aparece por ninguna parte.

El ruido del escándalo no se corresponde con la escasez de pruebas, lo cual no quiere decir que Moncloa está habitada por seres virtuosos. Nadie con sentido común defendería la mirada neutra del Gobierno en el tablero del poder económico. Pero tampoco en política vale articular un discurso basado sólo en la sospecha o la asignación de intenciones. Si alguien no pone algo más sobre la mesa, el culebrón va camino de terminar donde empezó: en el entrecomillado de Manuel Conthe durante la toma de posesión de Julio Segura, su sucesor en la presidencia de la CNMV.

Pedradas verbales, al fin y al cabo, para alimentar el debate político. Bueno, es normal, en sede parlamentaria o mediática. Pero es un disparate llevar el debate político a los Juzgados de la plaza de Castilla sin más elementos probatorios que esas pedradas verbales. A saber: "la absoluta convicción que desde Moncloa se han instigado operaciones de desprestigio para desacreditar a dirigentes de instituciones financieras" o "Miguel Sebastián no está capacitado para seguir en política".

Son declaraciones del ex ministro Arias Cañete, secretario de Economía del PP, después de presentar ayer una denuncia ante los Juzgados Centrales de Instrucción contra Miguel Sebastián, ex director de la Oficina Económica del Gobierno, y contra Carlos Arenillas, vicepresidente de la CNMV. El PP les atribuye la presunta comisión de delitos de prevaricación, tráfico de influencias, acusación y denuncias falsas. Como indicios para suponer delitos tan graves en un servidor público, no parece suficiente la "convicción" personal de Arias Cañete, o la de Martínez Pujalte, para empapelar a Sebastián y Arenillas. Pero ahí vamos.

Por enésima vez estamos atrapados en una secuencia recurrente de la política nacional. Partido A formula una acusación contra partido B. El partido B la niega. El partido A propone entonces una comisión investigadora en el Parlamento movido por su inflamado amor a la verdad. Y el partido B se opone. Eureka. En el discurso del denunciante la negativa equivale a confirmación de las sospechas, pero, tras una más o menos prolongada explotación del "escándalo", el asunto se pierde en la polvareda de un debate palabrero que, casi sin darnos cuenta, ya se estará nutriendo de una nueva reyerta.

Manuel Conthe Carlos Arenillas