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Décimo aniversario: la memoria profanada de Miguel Ángel Blanco
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Antonio Casado

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Décimo aniversario: la memoria profanada de Miguel Ángel Blanco

Utilizar la memoria de Miguel Angel Blanco contra una buena parte de quienes le lloraron es indigno. Cuesta creer que haya gente capaz de profanar el

Utilizar la memoria de Miguel Angel Blanco contra una buena parte de quienes le lloraron es indigno. Cuesta creer que haya gente capaz de profanar el sacrificio del joven concejal asesinado por ETA hace diez años. Concejal del PP en Ermua (Vizcaya), cuya pasión y muerte suscitó la más sincera oleada de compasión, rebeldía social contra el terrorismo vasco -"¡vascos, sí; ETA, no¡"- y unánime clamor antiterrorista de los ciudadanos sin distinción de credo. Diez años después, los dirigentes de un determinado credo arrojan a la cara de su adversario la memoria de aquel crimen horrendo.

La sangre de Miguel Angel Blanco, la congoja de millones de personas por el bárbaro final de su vida impuesto a tiros de pistola por la cuadrilla de García Gaztelu, el espontáneo movimiento de ira popular contra ETA, la indignación social exenta de marca política. Todo queda reducido a un fácil, barato, volátil e incierto diagnóstico sobre el asesinato del concejal en la tarde del 12 de julio de 1997: si lo asesinaron fue porque el Gobierno de entonces no quiso negociar, a diferencia de lo que hace el Gobierno de ahora.

Mariano Rajoy, inesperadamente ausente en las dos manifestaciones de ayer en Ermua, lo ha dicho en Madrid de otro modo, pero se le entiende todo: "No se aceptó el chantaje porque la vida, la libertad y la dignidad del Estado no se negocian". El secretario general del mismo partido, Angel Acebes, que sí asistió a una de las dos, arremetió al final de la misma contra los socialistas, presentes en la otra, que "hace diez años estaban con nosotros y ahora deben explicar por qué diez años después no pueden acompañarnos".

Es una forma de volver a la cansina reyerta partidista que nos ocupa desde que Zapatero quiso ser el pacificador de Euskadi. Pero hacerlo en nombre de Miguel Angel Blanco, con cuyo sacrificio comulgamos entonces y comulgamos ahora los votantes y los no votantes del PP, es una mezquindad. Y sólo sirve para que, desde el otro lado de la barricada política, vuelvan a tirar de hemeroteca y recuerden el posterior comportamiento del Gobierno de entonces.

Ni siquiera se había cumplido el primer aniversario del secuestro y asesinato de Blanco cuando el presidente del Gobierno, José María Aznar, ya se mostraba dispuesto a ser "generoso", "si eso ayuda al final del terrorismo", "aunque no será un camino sencillo, y eso lo tiene que entender todo el mundo" (1 marzo 1998). Luego vendría la tregua (septiembre 98), cocinada por los nacionalistas con la intención de lograr por las buenas lo que la banda no había conseguido por las malas. Para entonces ETA ya había asesinado nueve personas más, lo que no impidió a Aznar anunciar su disposición a poner en marca un proceso de paz "si ETA acredita de forma inequívoca su abandono de la violencia".

Poco después anunciaba que había autorizado contactos con la banda terrorista. Al día siguiente, 5 de noviembre de 1998, de su boca salían estas palabras: "Nos abrimos a la esperanza, al perdón y a la generosidad, y por la paz pondremos lo mejor de nuestra parte para hacerla definitiva con la ayuda de todos". Ya se había comenzado a ejercer la generosidad en materia de excarcelaciones, acercamientos y el retorno de exiliados de la banda terrorista. Por supuesto, dentro de la ley.

Y dentro de la ley conquistaba un escaño del Parlamento Vasco (25 octubre del 98) nada menos que José Antonio Urruticoechea (Josu Ternera), reciente interlocutor del Gobierno Zapatero. En las hemerotecas está también la opinión de Aznar sobre el inesperado blanqueo del conocido dirigente de ETA: "Mejor que tome posesión de un escaño y no de una pistola".

Utilizar la memoria de Miguel Angel Blanco contra una buena parte de quienes le lloraron es indigno. Cuesta creer que haya gente capaz de profanar el sacrificio del joven concejal asesinado por ETA hace diez años. Concejal del PP en Ermua (Vizcaya), cuya pasión y muerte suscitó la más sincera oleada de compasión, rebeldía social contra el terrorismo vasco -"¡vascos, sí; ETA, no¡"- y unánime clamor antiterrorista de los ciudadanos sin distinción de credo. Diez años después, los dirigentes de un determinado credo arrojan a la cara de su adversario la memoria de aquel crimen horrendo.

Miguel Ángel Blanco