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Piqué se marcha cansado de ser el patito feo del PP
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Antonio Casado

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Piqué se marcha cansado de ser el patito feo del PP

Josep Piqué siempre quiso catalanizar el PP desde posiciones moderadas. La tarea se ha revelado imposible. Lo raro es que el desenlace se haya hecho esperar

Josep Piqué siempre quiso catalanizar el PP desde posiciones moderadas. La tarea se ha revelado imposible. Lo raro es que el desenlace se haya hecho esperar durante tanto tiempo. Al final, el ex ministro de Aznar, el señuelo centrista de aquella barrida electoral del año 2000, ha terminado por convencerse de que cualquier intento de blanquear a su partido en Cataluña solo podría conducir a la melancolía.

Mala noticia para Mariano Rajoy. Después de la renuncia de Jaume Matas en Baleares, esta dimisión será inevitablemente interpretada como una marcha atrás en la supuesta vocación moderada del principal partido de la oposición. Aunque fuese verdad, nadie va a rastrear en simples cuestiones organizativas las causas de la dimisión de Piqué como presidente del partido en Cataluña y diputado del Parlament. Más barato todavía es atribuirla a un ataque de contrariedad por ver reflejado en la Prensa como "imposición" (de Acebes, en este caso), y no como "pacto", la promoción de dirigentes afines a Génova en perjuicio de las personas de confianza de Piqué.

Se cansó de ser el patito feo. Su discurso, su imagen, sus ideas, su conducta política adaptada al paisaje catalán, eran incompatibles con una estrategia lastrada por el legado aznarista, el luto del 14-M y el peso desproporcionado de ETA en la oposición al Gobierno de Zapatero. Piqué no tenía sitio en el tigre desbocado sobre el que cabalga Mariano Rajoy. Tardó en asumirlo con todas las consecuencias. Le mantenía la esperanza de que el sucesor de Aznar buscase el norte en zonas templadas de la política. Pero se equivocó. Y ya se le entiende todo. Se le entendía todo desde que situó en el "pasado" a Acebes y Zaplana.

Nunca se lo perdonaron. A partir de entonces se fue demostrando que la estrategia del PP a escala nacional no coincidía con la de Piqué a escala catalana. Y para que el malentendido no quedase en al aire, se lo confirmaron esta semana desde Génova -sede nacional- con una clara desautorización de su liderazgo. Eso viene a decir él en la carta de dimisión "irrevocable" enviada ayer a Mariano Rajoy. Aunque en Génova siguen diciendo que los nuevos nombramientos, causa aparente de la espantada de Piqué, estaban pactados con él y nada tienen que ver con un cambio de línea política en el PP catalán sino solo con la necesidad de organizarse ante las elecciones generales de marzo. Algo que, a la vista de esos nombres y a estas alturas de la película, es sencillamente imposible de creer.

La facturación electoral de Piqué en Cataluña no ha respondido a las expectativas. Cierto. Menos de 300 concejales en las municipales de mayo. El retroceso ha sido visible, aunque se hace cuesta arriba imaginar al votante catalán castigando en las urnas a Piqué y no a los dirigentes nacionales. Asunto distinto es que su oferta desmovilice al llamado votante "españolista", que es el clásico del PP, y acabe perdiendo votos por los dos flancos. Eso puede ser. Entonces lo suyo es sustituir a Piqué por algún vidalquadrista. O, simplemente, por "otras personas más próximas a la línea oficial". Eso sugiere el propio Piqué en una carta de dimisión que, a esos efectos, facilita a Rajoy el camino de la enésima rectificación en la larga y penosa marcha del PP por los caminos de la política catalana. Una de sus asignaturas pendientes.

Josep Piqué siempre quiso catalanizar el PP desde posiciones moderadas. La tarea se ha revelado imposible. Lo raro es que el desenlace se haya hecho esperar durante tanto tiempo. Al final, el ex ministro de Aznar, el señuelo centrista de aquella barrida electoral del año 2000, ha terminado por convencerse de que cualquier intento de blanquear a su partido en Cataluña solo podría conducir a la melancolía.

Josep Piqué