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La Guerra Civil del PP y la agonía del aznarismo
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Antonio Casado

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La Guerra Civil del PP y la agonía del aznarismo

Hace un año se les hinchaban las venas del cuello abucheando a Zapatero. Ahora abuchean a Rajoy. Son los mismos. Y, una vez más, en nombre

Hace un año se les hinchaban las venas del cuello abucheando a Zapatero. Ahora abuchean a Rajoy. Son los mismos. Y, una vez más, en nombre de las víctimas del terrorismo. Lamentable desenlace de la concentración del sábado en la plaza de la República Dominicana, última escaramuza de la guerra civil del PP.

El previsto homenaje a los 12 guardias asesinados en ese punto hace más de veinte años acabó siendo acto político de arropamiento a la dirigente vasca, María San Gil, y de pública reprobación al líder del partido, sobre quien se arroja la absurda imputación de querer enterrar la intransigencia del PP con el nacionalismo vasco en general (salvo el paréntesis 1996-2000), y el terrorismo en particular. En esa clave se interpreta la renuncia de María San Gil a firmar la ponencia política del congreso nacional del partido.

Hace falta ser muy ser muy sectario para hacerle a Rajoy un proceso de intenciones tan mezquino y tan inverosímil como el de asimilar su apoyo al Gobierno en la lucha contra ETA a una forma de claudicación ante el PSOE. Para la historia de las pequeñas mezquindades que se despachan estos días en esta guerra fratricida quedará la imagen de Ignacio Astarloa negando el aplauso a su compañera, Soraya Sáenz de Santamaría, cuando ésta ratificaba en el Congreso la disposición del PP a cerrar filas con el Gobierno para acabar con ETA.

Por suerte, son muchos más los españoles que han saludado este retorno del PP al sentido común. Pero el más ruidoso sector del partido ha convertido ese anuncio en un verdadero casus belli para la demolición de Mariano Rajoy. Será el leit motiv de la reunión del comité ejecutivo del PP vasco, convocado para hoy en San Sebastián. Lucha por el poder pura y dura revestida de solemnes apelaciones a los grandes principios, según doctrina de Jaime Mayor Oreja, muy activo estos últimos días como mentor político de María San Gil, a la que acaba de dejar a los pies de los caballos.

A consecuencia de su conminatorio desafío a Rajoy, incluido un plazo de retorno al buen camino, María San Gil ha descubierto que está menos arropada de lo que creía, que su facturación electoral no le da para mirar a nadie por encima del hombro y que algunos dirigentes vascos, como Alfonso Alonso, partidario de un PP de rostro amable en esta zurrrada tierra, se atreven a hacer con ella lo mismo que ella hace con Rajoy. Ha descubierto también que su falta de confianza en Rajoy se ha convertido en problema de desconfianza de Rajoy respecto a ella.

A partir de ahora, con espantada definitiva de María San Gil o sin ella, con convocatoria adelantada de congreso del PP vasco o sin ella, con alternativa a Mariano Rajoy en el congreso nacional o sin ella, el tremendo problema del PP es el cainismo que ha estallado dentro de sus filas. Está produciendo desperfectos irreparables en la imagen de un partido refundado por Aznar (Sevilla, 31 marzo 1990), cuyo ciclo ha tocado a su fin. Ahora tiene que reiniciar y el aglutinante ha de ser alguien desvinculado de la etapa anterior en lo político (aznarismo) y en lo generacional (menor de cuarenta y cinco). Ése es el problema de fondo y cuanto antes lo afronte, antes empezará a remontar el PP.

Hace un año se les hinchaban las venas del cuello abucheando a Zapatero. Ahora abuchean a Rajoy. Son los mismos. Y, una vez más, en nombre de las víctimas del terrorismo. Lamentable desenlace de la concentración del sábado en la plaza de la República Dominicana, última escaramuza de la guerra civil del PP.

Mariano Rajoy José María Aznar Botella