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El PP vasco despide con mucha pena y poca gloria a María San Gil
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Antonio Casado

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El PP vasco despide con mucha pena y poca gloria a María San Gil

Con aires nuevos en el discurso y en las personas arranca en Bilbao el XII congreso del PP vasco, una de las dos grandes referencias constitucionales

Con aires nuevos en el discurso y en las personas arranca en Bilbao el XII congreso del PP vasco, una de las dos grandes referencias constitucionales en este convulso rincón de España. Convulso, pero menos, es también el momento que vive el partido desde la renuncia de María San Gil. Sus seguidores han calentando las vísperas con inesperadas dimisiones. Altuna, Rubio y Melgosa le hacen mal favor al PP.

Si no se quiere formalizar la discrepancia, es más digno irse en silencio que aporrear las puertas del congreso en nombre de María San Gil. Al parecer, les motiva más que la causa de su partido. Respetable es la fidelidad a una persona pero debería ceder ante un proyecto colectivo. Por mucha moralina que se dispense. En este caso, emular a quien "se fue por no venderse". Ergo, Rajoy y Basagoiti sí están dispuestos a venderse. Ante semejantes disparates, uno siente el mismo malestar que cuando, en la Legislatura pasada, las mismas voces endosaban alegremente a Zapatero la voluntad de rendirse ante ETA.

Después de este fin de semana, cuando Antonio Basagoiti tome el relevo en la presidencia con un equipo nuevo, la espantada anterior de San Gil y las conocidas ayer empezarán a perderse en la polvareda. Ahí terminará el rasgado de vestiduras de quienes acusan a Rajoy de rendirse al nacionalismo y traicionar los grandes principios del partido. Qué barbaridad. No exagero. Uno de los insumisos, Pedro Altuna, dirigente guipuzcoano, calificaba de "ignominia" la supuesta "política de guiños" inaugurada, según él, por la nueva dirección.

Otra dirigente provincial, Maribel Melgosa, que también ha anunciado su dimisión a pocas horas de inaugurarse el congreso, da una razón más humana. "Por no dejar sola a María", decía. Un rasgo de solidaridad en el vacío, si tenemos en cuenta que María San Gil abandonó el barco por propia voluntad, sin presiones de ningún tipo -todo lo contrario, según nos consta a todos- y en su derecho a tomar libremente sus decisiones. Otra cosa es el error de cálculo. Y los errores se pagan. Sobre todo en política, por su componente de apuesta. Se juega para ganar, pero se puede perder.

María San Gil, un icono de la resistencia nacional frente al desafío nacionalista en sus cuatro años de presidenta del PP vasco, lanzó un órdago envuelta en los principios y lo perdió. Eso ya quedó claro en la votación del 19 de mayo, cuando la Junta Directiva fue conminada a adelantar el congreso regional, decisión aprobada por 28 votos a favor, pero, ay, con las 32 abstenciones que expresaban la discrepancia con el órdago de la presidenta.

El partido no se colapsó, como esperaban ella y quienes la animaron a dar el paso en plena ofensiva interna contra la continuidad de Mariano Rajoy. Apostó y perdió. Qué se le va a hacer. Así es la política. Principios, debates, pero también recuento. Y a la hora de contar, resultó que María San Gil tenía menos apoyo del que pensaba. Irse con pena y sin gloria nunca entró en sus cálculos. Y ahora, ausente en su despedida, habrá de conformarse con el agradecimiento a los servicios prestados en el Palacio Euskalduna de Bilbao.

Con aires nuevos en el discurso y en las personas arranca en Bilbao el XII congreso del PP vasco, una de las dos grandes referencias constitucionales en este convulso rincón de España. Convulso, pero menos, es también el momento que vive el partido desde la renuncia de María San Gil. Sus seguidores han calentando las vísperas con inesperadas dimisiones. Altuna, Rubio y Melgosa le hacen mal favor al PP.

Antonio Basagoiti Mariano Rajoy