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Los vuelos de la vergüenza: Zapatero pisa engrudo al hacerse de nuevas
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Antonio Casado

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Los vuelos de la vergüenza: Zapatero pisa engrudo al hacerse de nuevas

Ayer Zapatero se hizo de nuevas sobre la posible connivencia del Gobierno de España -aliado militar de Estados Unidos por un convenio cuya vigencia termina en

Ayer Zapatero se hizo de nuevas sobre la posible connivencia del Gobierno de España -aliado militar de Estados Unidos por un convenio cuya vigencia termina en 2010- en los siniestros vuelos militares con prisioneros islamistas en ruta hacia Guantánamo. “Por supuesto que no”, fue su lacónica reacción al canutazo cuando el reportero le preguntó si estaba al corriente. La respuesta me parece provocadora, cínica y muy temeraria. El presidente acaba de meter los pies en una balsa de engrudo. Si no se explica mejor, tiene y tenemos culebrón asegurado. Mediático, político y judicial. El asunto no puede ser más pegajoso.

 

De entrada, uno ha de superar la incómoda sensación de que le toman por idiota. Nos la podía haber ahorrado con una simple referencia a lo aparecido en los medios desde que el Diario de Mallorca levantó la liebre. “La CIA usa Mallorca como base para sus secuestros por avión”, tituló en su edición del 12 de marzo de 2005. Si acaso la Prensa local pudo parecerle una referencia de vuelo corto, pronto dejó de tener excusa. Justo cuando lo desvelado por Diario de Mallorca se confirmó en la muy documentada información publicada tres meses después en el New York Times. Por aquel entonces Zapatero ya llevaba más de un año en Moncloa.

Tal vez el testimonio periodístico le pareció insuficiente o poco riguroso como prueba de que el territorio español formó parte de un operativo de guerra sucia a escala internacional con el consentimiento de nuestro Gobierno. Aún así, tuvo alternativas para darse por enterado. La judicial, sin ir más lejos, con una causa aún abierta en la Audiencia Nacional. Pero tampoco resultó ser una buena fuente para Zapatero.

No tiene constancia. Ni él ni Moratinos. Sin embargo, en vísperas del juicio del 11-M, en febrero del año pasado, el Gobierno y los dirigentes socialistas pusieron el grito en el cielo contra el PP porque en su día, en 2002, el Gobierno Aznar ordenó el desplazamiento de una misión policial y diplomática para interrogar a los presos de Guantánamo en relación con incursiones yihadistas en España. Entonces, cualquier fuente próxima a Moncloa (febrero de 2007, insisto) te explicaba que aquella decisión de Aznar era política y éticamente reprobable al tratarse de una prisión ilegal donde los presos ni siquiera saben de qué se les acusa. Los interrogatorios por parte de policías y diplomáticos en Guantánamo -según denuncia de los socialistas-, eran contrarios a la Convención de la ONU contra la Tortura y otros tratos degradantes ¿Y no mostró mayor interés Zapatero en saber si el territorio español había sido o seguía siendo parte del operativo que hacía posible esa vergüenza?

Las evidencias desmienten a Zapatero. Al menos desde que, por medio de una filtración interesada con efecto boomerang, sabemos del documento del Ministerio de Asuntos Exteriores que prueba la complicidad de España con el Gobierno estadounidense en los famosos vuelos. El documento habla de la connivencia del Gobierno Aznar, pero un informe de la Comisión Europea sostiene que en época del Gobierno Zapatero se han producido al menos treinta escalas de vuelos de la CIA, que iban o venían entre EE. UU y los países donde el Gobierno americano dispone de centros ilegales de detención.

Zapatero y Moratinos no pueden hacernos creer que desconocían un documento tan relevante como el publicado ayer. Si llegó con tanta facilidad a El País ¿cómo no iba a llegar al despacho del presidente del Gobierno o al del ministro de Asuntos Exteriores?

Ayer Zapatero se hizo de nuevas sobre la posible connivencia del Gobierno de España -aliado militar de Estados Unidos por un convenio cuya vigencia termina en 2010- en los siniestros vuelos militares con prisioneros islamistas en ruta hacia Guantánamo. “Por supuesto que no”, fue su lacónica reacción al canutazo cuando el reportero le preguntó si estaba al corriente. La respuesta me parece provocadora, cínica y muy temeraria. El presidente acaba de meter los pies en una balsa de engrudo. Si no se explica mejor, tiene y tenemos culebrón asegurado. Mediático, político y judicial. El asunto no puede ser más pegajoso.

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