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Patxi López ratifica su plan de desintoxicación nacionalista
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Antonio Casado

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Patxi López ratifica su plan de desintoxicación nacionalista

El desenlace electoral del 1 de marzo coloca en una encrucijada a Zapatero. Al detectar en Galicia el primer revés electoral de su carrera política y

El desenlace electoral del 1 de marzo coloca en una encrucijada a Zapatero. Al detectar en Galicia el primer revés electoral de su carrera política y ante una eventual segunda caída en las europeas de junio, algunos analistas hablan incluso del principio del fin de una época. Y empiezan a controlar los movimientos de los presuntos delfines (Madina y Chacón, los de Zapatero; Oscar López, el de Blanco, y Antonio Hernando, el de Rubalcaba). Largo me lo fiáis. Por ahora, el delfín es Patxi López. Todas las miradas están pendientes de sus movimientos hacia una Euskadi deshabitada del poder nacionalista. De cómo salga la operación dependen muchas cosas. Y la supervivencia de Zapatero en el poder no es precisamente la más importante.

En pleno ataque de contrariedad, los dirigentes del PNV anuncian las siete plagas si la complicidad del PSE y el PP vasco alcanza el histórico logro de un territorio exento del poder nacionalista, una vez creadas las condiciones en las urnas del domingo pasado. En cumplida respuesta, López glosó ayer la muy remota posibilidad de que se abran los infiernos si no se cumple la profecía bíblica, nunca verificada, de que el PNV ha de estar en el Gobierno por mandato divino. Y si no, habrá “inestabilidad institucional”, había declarado antes Iñigo Urkullu. “Vale ya de amenazas”, dijo el candidato socialista a la Lendakaritza en su oportuna y afortunada comparecencia de ayer en Bilbao, en la que comentó él histórico resultado jamás obtenido por su partido en unas elecciones autonómicas.

Por lo demás, nada que no hayamos tratado ya en este modesto rincón de El Confidencial. López se ratifica en su intención de formar un Gobierno monocolor para liderar el tránsito hacia un tiempo nuevo caracterizado por el diálogo social contra la crisis y la unidad política contra el terrorismo. Amén de promover la convivencia entre diferentes y el fin de los debates identitarios. En realidad, un catálogo de obviedades. Necesarias, eso es lo malo, que sea necesario prometer un tiempo de respeto mutuo, en el que una parte de esta tierra no tenga que decidir sobre la otra. Y donde nadie se sienta amenazado ni excluido, salvo quienes amparan y justifican la violencia ¿Cómo no va a prestar el PP su aval político a semejante repertorio de intenciones? Rajoy habla de apoyar un Gobierno implicado en la defensa de “España, el País Vasco, la Constitución, el Estatuto y las libertades” ¿Cómo no va a asumir Patxi López como propios esos compromisos?

Sin embargo, en Moncloa se percibía ayer un cierto malestar por el discurso del PP que condiciona su apoyo a la verificación de las intenciones aireadas por el candidato socialista. La secretaria general, Dolores de Cospedal, y el propio Antonio Basagoiti, han declarado que su aval está garantizado siempre que Patxi López les haya dicho la verdad. Y en el entorno de Zapatero no ha hecho mucha gracia que se ponga en duda su compromiso constitucional y el plan de López para la desintoxicación nacionalista en el País Vasco.

En este sentido, no descarten ustedes un inminente contacto Zapatero-Rajoy, no necesariamente público, destinado a eliminar este tipo de roces en la hoja de ruta hacia la normalización democrática y constitucional del País Vasco. Un objetivo compartido por las dos fuerzas centrales de nuestro sistema político, PSOE y PP, mal que les pese a los dirigentes del PNV, perjudicados por el más que probable cambio de marca política en el Gobierno de esta Comunidad Autónoma.

El desenlace electoral del 1 de marzo coloca en una encrucijada a Zapatero. Al detectar en Galicia el primer revés electoral de su carrera política y ante una eventual segunda caída en las europeas de junio, algunos analistas hablan incluso del principio del fin de una época. Y empiezan a controlar los movimientos de los presuntos delfines (Madina y Chacón, los de Zapatero; Oscar López, el de Blanco, y Antonio Hernando, el de Rubalcaba). Largo me lo fiáis. Por ahora, el delfín es Patxi López. Todas las miradas están pendientes de sus movimientos hacia una Euskadi deshabitada del poder nacionalista. De cómo salga la operación dependen muchas cosas. Y la supervivencia de Zapatero en el poder no es precisamente la más importante.

Patxi López PNV