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Urkullu (PNV) confirma la necesidad de una desintoxicación nacionalista
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Antonio Casado

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Urkullu (PNV) confirma la necesidad de una desintoxicación nacionalista

Comentábamos ayer el plan de desintoxicación nacionalista de Patxi López. ¿Un exceso verbal? Las últimas declaraciones de Iñigo Urkullu, máximo dirigente del PNV, confirman la necesidad

Comentábamos ayer el plan de desintoxicación nacionalista de Patxi López. ¿Un exceso verbal? Las últimas declaraciones de Iñigo Urkullu, máximo dirigente del PNV, confirman la necesidad de suprimir los elementos tóxicos acumulados en el largo reinado del nacionalismo. El más dañino, la persistencia  de ETA, vasca y nacionalista por los cuatro costados. Y sus derivados en el debate. Por ejemplo, reclamar igualdad de condiciones para terminales políticas del terrorismo en las contiendas electorales, so pena de calificarlas de “sucias” o “tramposas”, como respecto a la del domingo pasado han dicho los dirigentes del nacionalismo en sus distintos formatos.

 

El formato del PNV es democrático. Pero el vértigo que le produce la muy alta probabilidad de apearse del poder después de 30 años le está jugando una mala pasada. Mirar desde arriba durante tanto tiempo le quita la perspectiva de la realidad y, además, memoria de las reglas del juego. Tal vez por falta de costumbre. Al menos, a juzgar por la comparecencia de Urkullu, que ayer en Bilbao calificó de “golpe institucional” la postulación de Patxi López como lehendakari gracias a “un acuerdo de Estado” con el PP.

“Es al PNV al que le corresponde hacer el ejercicio de formar un Gobierno estable”, dice Urkullu. Formalmente, tiene razón. Nadie le discute el mejor derecho de Ibarretxe, como candidato del partido ganador de las elecciones, a intentarlo. Y eso va a hacer a partir de hoy, en diálogo con el resto de las fuerzas políticas con asiento parlamentario. Tiene toda la legitimidad para hacerlo. Pero le fallan los números. Claro que 30 (escaños PNV) son más que 24 (escaños PSE, que mañana pueden ser 25 con toda probabilidad), pero también 38 (PSOE-PP-UpD) son más que 37 (PNV y resto de escaños nacionalistas).

No es la primera vez que se reclama para el partido ganador de unas elecciones el derecho exclusivo a gobernar. Un debate muy interesante, pero no aplicable en la práctica mientras no cambien las reglas. En nuestro sistema, los presidentes de los gobiernos nacionales o autonómicos no salen directamente de las urnas sino de los parlamentos. O de las corporaciones municipales, en el caso del alcalde.

Todo eso lo sabe perfectamente el PNV, que gobierna en las tres Diputaciones vascas pero sólo es primera fuerza en una de las tres (Vizcaya). Es el argumento favorito de Patxi López para justificar sus aspiraciones a la Lendakaritza con menos escaños y menos votos que Ibarretxe. Ayer le recordó Urkullu que esa distribución del poder en las Diputaciones vascas no fue producto de la prepotencia del PNV sino del desencuentro entre el PSOE y el PP, que fueron incapaces de sumar sus votos en Guipúzcoa y Álava. Bingo.

Acierta Urkullu en ese diagnóstico. La división de los nacionales le hizo el juego a los nacionalistas después de las elecciones municipales y autonómicas de 2007. Excepto en Navarra, donde los socialistas dieron un paso atrás a favor de UPN (por aquel entonces, todavía franquicia del PP). Seguro que Mariano Rajoy se aplica el cuento a la hora de votar en la sesión de investidura que se celebrará en Vitoria dentro de casi dos meses ¿Por qué han de ser, señor Urkullu, de peor condición los votos del PP para hacer posible un Gobierno constitucional que los votos de los amigos de ETA (Euskal Herritarrok, 1998) para hacer posible un Gobierno nacionalista?

Comentábamos ayer el plan de desintoxicación nacionalista de Patxi López. ¿Un exceso verbal? Las últimas declaraciones de Iñigo Urkullu, máximo dirigente del PNV, confirman la necesidad de suprimir los elementos tóxicos acumulados en el largo reinado del nacionalismo. El más dañino, la persistencia  de ETA, vasca y nacionalista por los cuatro costados. Y sus derivados en el debate. Por ejemplo, reclamar igualdad de condiciones para terminales políticas del terrorismo en las contiendas electorales, so pena de calificarlas de “sucias” o “tramposas”, como respecto a la del domingo pasado han dicho los dirigentes del nacionalismo en sus distintos formatos.

PNV