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La interrupción voluntaria de una comisión embarazosa
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Antonio Casado

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La interrupción voluntaria de una comisión embarazosa

La presidenta de la Comunidad de Madrid, y bulliciosa aspirante al sillón de Mariano Rajoy, ha decidido la interrupción voluntaria de una embarazosa comisión investigadora por

La presidenta de la Comunidad de Madrid, y bulliciosa aspirante al sillón de Mariano Rajoy, ha decidido la interrupción voluntaria de una embarazosa comisión investigadora por el escándalo del espionaje entre sus propias criaturas políticas. Esperanza Aguirre, que es muy lista, o al menos eso dicen, sabe que para hacer una ley de caza no se debe consultar a las perdices. Por eso, entre otras cosas, ha decidido impedir el paso de los espiados por la comisión del espionaje, aunque ninguno de ellos se lo tomó como una farsa. Por sus propias declaraciones públicas, sabemos que se han quedado con las ganas de ir a declarar ante sus señorías, como el ex consejero Alfredo Prada, o de saber quién les espió y con qué fines, y a cargo de qué bolsillo, como el vicealcalde de Madrid, Manuel Cobo.

Mientras Esperanza Aguirre y sus bocinas mediáticas hablan de montaje destinado a desprestigiarla, otros se reconocen como espiados en los famosos partes de seguimiento, como Álvaro Renedo, ex presidente de Telemadrid y ex diputado del PP. O Carmen Rodríguez, diputada del PP, que sigue sin saber por qué la espiaron y por qué la matrícula de su coche aparece en uno de esos partes, aunque se lo ha preguntado a la presidenta de la Comunidad. “Si es por ser amiga de Prada y fiel a Mariano Rajoy, todo esto me parece sucio y barriobajero”, ha dicho.

Y otros, en fin, no se reconocen en los partes, pero en su día le dijeron al jefe Rajoy que se sentían espiados. Como el ex tesorero del partido, Álvaro Lapuerta, en mayo de 2008, es decir, en plena campaña de lanzamiento de Esperanza Aguirre como aspirante fáctica al sillón de un Rajoy que acababa de perder las elecciones generales. Dicho sea de paso. Más que nada, por saber cuál será la reacción de Mariano Rajoy con la actitud obstruccionista de su cordial enemiga en un escándalo de asuntos internos sobre el que la dirección nacional había prometido transparencia y depuración de responsabilidades.

Recuérdese que el líder nacional del PP ordenó la apertura de un expediente informativo para indagar en este pleito de familia, donde unos se investigaron a otros, como saben hasta las piedras, a la vista de los famosos partes de seguimientos que, oiga, haberlos haylos. Al menos eso dice el propio Rajoy, poco sospechoso de connivencia con el diario El País: “No son rumores, esos documentos existen. Lo que no sabemos es quién lo ha ordenado y yo lo que quiero es transparencia”, decía el presidente del PP hace apenas un mes. No sólo él. Cuando surgió el escándalo, el mismísimo consejero de Interior, Francisco Granados, reconocía que los partes eran reales. Y que necesariamente tenían que haber salido del entorno de la Comunidad de Madrid. Cuando entonces se le pedía mayor precisión, siempre respondía: “Ah, eso no lo sé, la Comunidad es muy grande” ¿Recuerdan ustedes?

A pesar de todo, ya lo saben. La comisión parlamentaria se cierra en falso porque Esperanza Aguirre dice que no vale la pena seguir perdiendo el tiempo, después de retrasar el comienzo de los trabajos y adelantar el cierre cuando faltaba por oír a más de la mitad de los comparecientes admitidos, amén de los vetados desde el principio, entre los que estaban las propias víctimas del espionaje. La argumentación es un desafío a las reglas del juego de la política y de la lógica. El portazo prematuro a la comisión es la prueba de que no había nada que investigar porque todo respondía a un montaje de El País.

Si apuramos el argumento, hasta el absurdo, estaremos en la pista de la enorme generosidad del PP madrileño que pudiendo haber reducido la vida de la comisión a 24 horas, por ejemplo, como prueba de convicción de su inocencia, ha tenido las grandeza política de conceder al PSOE y a IU la oportunidad de comprobar por sí mismos que, efectivamente, todo era una farsa, aunque se haya descubierto durante el innecesario plazo de una semana, exagerado a todas luces.

Mal negocio político hará Mariano Rajoy si mira hacia otro lado ante semejante tomadura de pelo a los madrileños, y a su propia autoridad, la del presidente del PP. Atentos a la pantalla.

La presidenta de la Comunidad de Madrid, y bulliciosa aspirante al sillón de Mariano Rajoy, ha decidido la interrupción voluntaria de una embarazosa comisión investigadora por el escándalo del espionaje entre sus propias criaturas políticas. Esperanza Aguirre, que es muy lista, o al menos eso dicen, sabe que para hacer una ley de caza no se debe consultar a las perdices. Por eso, entre otras cosas, ha decidido impedir el paso de los espiados por la comisión del espionaje, aunque ninguno de ellos se lo tomó como una farsa. Por sus propias declaraciones públicas, sabemos que se han quedado con las ganas de ir a declarar ante sus señorías, como el ex consejero Alfredo Prada, o de saber quién les espió y con qué fines, y a cargo de qué bolsillo, como el vicealcalde de Madrid, Manuel Cobo.

Francisco Granados