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El "cambio de ritmo" como mantra del nuevo equipo de Zapatero
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Antonio Casado

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El "cambio de ritmo" como mantra del nuevo equipo de Zapatero

Una de las razones que alimentan el escepticismo respecto al valor terapéutico de los recientes cambios ministeriales es la retórica utilizada para motivarlos. La última perla

Una de las razones que alimentan el escepticismo respecto al valor terapéutico de los recientes cambios ministeriales es la retórica utilizada para motivarlos. La última perla es de Leire Pajín, que se queda de guardia en Ferraz mientras José Blanco asume el control político y mediático del poder inversor del Estado. Según Pajín, “Zapatero ha adaptado su equipo al tipo de partido que hay que jugar”. Uno se queda tan en ayunas como si escucha que nace para “servir mejor a los ciudadanos”. Ya en palabras del propio Zapatero, se trataría de formar “un Gobierno fuerte para ganar el futuro”.

 

Retórica, que algo queda. La muletilla verbal más usada en estos cuatro últimos días es lo del “cambio de ritmo”. Como Iniesta, el del Barça, cuando le rompe la cintura a los defensas. Es el mantra del Gobierno Zapatero después de los retoques, como quedó claro en las explicaciones de Moncloa posteriores a la reunión que ayer por la mañana mantuvo el presidente con los tres vicepresidentes (De la Vega, Salgado y Chaves).

Según las consabidas fuentes oficiales, se estableció un “método de trabajo” con el fin de ser “más rápidos y eficaces” y “acortar los plazos” en la aplicación de las medidas aprobadas y por aprobar para que éstas tengan una “incidencia más inmediata” en la situación real de la economía y, sobre todo, en la creación de empleo. No dista mucho del comentario que, glosando un artículo de El Confidencial, hacía ayer el Financial Times. A saber: conjugar adecuadamente el poder recaudador (Salgado) y el poder inversor (Blanco) para lograr el máximo de eficacia en las medidas anticrisis.

Pero, claro, todo eso habita en el reino de las palabras y del deber ser. Otra cosa es dar trigo. Y en eso estamos, tratando de saber si el reciente juego de sillas en el equipo de Zapatero sirve para dar trigo. De momento reina la hiperactividad. Bienvenida sea como prueba de ese cambio de ritmo, aunque de forma implícita venga a ser el reconocimiento de que los antecesores se pasaban el día tocando el violín. Los nuevos no paran, es verdad. No han respetado ni la conmemoración de la muerte de Cristo. Y siguen. Por reuniones, que no quede.

El caso es que nos cunda. Si se trata una vez más de aparentar, de hacer como sí, de retratarse para la Prensa, de fabricar la sensación de que Zapatero y su equipo no están cruzados de brazos, pues estaremos volviendo a las andadas. Menos fotos y más medidas, reclamaba ayer Mariano Rajoy. Hasta once planes anticrisis ha fletado ya el Gobierno, según las cuentas del líder del PP. Luego tampoco se trata de eso ¿O es que no han salido ya del Consejo de Ministros suficientes medidas como para crear al menos la sensación de que ya se está haciendo todo lo posible por aliviar los efectos de la recesión?

Eficacia. Esa es la clave. Entonces nos cundirá. Solo si los ciudadanos empiezan a percibir una relación más o menos directa entre el supuesto cambio de ritmo en la aplicación de las medidas y sus beneficiosos efectos prácticos sobre el empleo, la inversión, el consumo y otros indicios de recuperación. Pero eso es más fácil decirlo que instalarlo en la realidad. Vamos a verlo.

Una de las razones que alimentan el escepticismo respecto al valor terapéutico de los recientes cambios ministeriales es la retórica utilizada para motivarlos. La última perla es de Leire Pajín, que se queda de guardia en Ferraz mientras José Blanco asume el control político y mediático del poder inversor del Estado. Según Pajín, “Zapatero ha adaptado su equipo al tipo de partido que hay que jugar”. Uno se queda tan en ayunas como si escucha que nace para “servir mejor a los ciudadanos”. Ya en palabras del propio Zapatero, se trataría de formar “un Gobierno fuerte para ganar el futuro”.

Elena Salgado