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La insólita invitación del PP al suicidio político de Zapatero
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Antonio Casado

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La insólita invitación del PP al suicidio político de Zapatero

En pleno subidón por su clara victoria electoral del domingo, el PP empieza a practicar el “¡Váyase, señor Zapatero!”, remedo del aznariano “¡Váyase, señor González”!, previo

En pleno subidón por su clara victoria electoral del domingo, el PP empieza a practicar el “¡Váyase, señor Zapatero!”, remedo del aznariano “¡Váyase, señor González”!, previo a la conquista de la Moncloa en 1996. No es lo mismo. Aquel reclamo se asentaba en unas europeas (junio de 1994) ganadas por 10 puntos porcentuales de diferencia (ahora, 3,7 puntos), y seis escaños más (ahora, 2), a un PSOE en bancarrota. Sin embargo la diferencia encogió notablemente en las generales de dos años después. Se quedó en apenas 1,5 puntos.

 

Aunque no es comparable, el PP quiere repetir la jugada. Vale. Está en su derecho. Y a lo mejor acierta en el análisis del escenario alumbrado tras la derrota socialista del domingo. Pero el juego tiene sus reglas ¿A quién se le ocurre exigir a Zapatero que presente una cuestión de confianza en el Parlamento? Es como si Zapatero exigiese a Rajoy la convocatoria de un congreso del PP. Como mínimo, una intromisión en competencias ajenas.

 

La cuestión de confianza es una herramienta política de uso reservado al titular del poder, así como la moción de censura es una herramienta política a disposición del aspirante. En los dos casos el desenlace puede ser la caída del presidente del Gobierno. Sólo en el segundo la iniciativa está en manos de Rajoy. Por tanto, a Rajoy le toca mover ficha si tan acabado está Zapatero. A lo mejor acierta. Si el líder del PP cree que el desenlace adecuado para la situación creada es la caída de Zapatero, puede y debe tomar esa iniciativa que la Constitución pone en sus manos: una moción de censura. Reclamar el suicidio político del adversario, como ayer hizo el PP, carece de sentido. Es inútil.

 

Si Mariano Rajoy, como aspirante legítimo a la Presidencia del Gobierno, cree que los ciudadanos y sus representantes parlamentarios han vuelto la espalda a Zapatero, que el resultado del 7-J las elecciones marcan el inicio de un nuevo ciclo político bajo reinado del PP, que el PSOE está agotado, que las urnas del domingo han dictado el finiquito del Gobierno, que Zapatero no da mas de sí, por mentiroso, incapaz y malencarado, lo coherente es presentar su candidatura ante el Congreso de los Diputados y obtener el respaldo de la Cámara por mayoría absoluta. En eso consiste exactamente una moción de censura. Y a Rajoy le sobran diputados para avalar la iniciativa. Con 35 ya puede presentarla y el PP dispone de 153.

 

En cambio, la cuestión de confianza es una iniciativa exclusiva del presidente del Gobierno. Si la presenta, le bastaría con lograr una mayoría simple para entender que la Cámara le renueva su confianza para seguir gobernando. Pero, insisto, ése es un instrumento político a disposición del presidente del Gobierno, lo mismo que la convocatoria de elecciones generales. Zapatero es libre de tomar cualquiera de esas dos iniciativas, las dos, una de ellas o ninguna, en función de su conveniencia. No en función de la conveniencia del PP. Y por eso es absolutamente retórica la exigencia de autoinmolación política de Zapatero, formulada ayer por María Dolores de Cospedal.

En pleno subidón por su clara victoria electoral del domingo, el PP empieza a practicar el “¡Váyase, señor Zapatero!”, remedo del aznariano “¡Váyase, señor González”!, previo a la conquista de la Moncloa en 1996. No es lo mismo. Aquel reclamo se asentaba en unas europeas (junio de 1994) ganadas por 10 puntos porcentuales de diferencia (ahora, 3,7 puntos), y seis escaños más (ahora, 2), a un PSOE en bancarrota. Sin embargo la diferencia encogió notablemente en las generales de dos años después. Se quedó en apenas 1,5 puntos.