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Bárcenas debe dar un paso atrás por el bien de su partido
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Antonio Casado

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Bárcenas debe dar un paso atrás por el bien de su partido

“Mariano, vienen a por nosotros”. Eso le dijo Esperanza Aguirre cuando, en abril de este año, el nombre de Luis Bárcenas, un colaborador del líder del

“Mariano, vienen a por nosotros”. Eso le dijo Esperanza Aguirre cuando, en abril de este año, el nombre de Luis Bárcenas, un colaborador del líder del PP, se sumó al de ciertas criaturas políticas de la presidenta vinculadas a la trama Gürtel. No estaba mal como excusa política para sindicarse en la desgracia con el jefe. Pero si se trataba de enfrentarse al problema que se le venía encima al principal partido de la oposición, el planteamiento (Rajoy y Aguirre, víctimas de una operación de acoso y derribo) no podía ser más tóxico. Podía valer frente a los mensajeros, nunca frente a los desaprensivos que usan las siglas del PP para llenarse los bolsillos.

 

Mientras Rajoy no ponga tierra de por medio, las siglas del PP y el propio nombre de su líder sufrirán un desgaste paralelo al de los implicados (Bárcenas, Merino, Galeote) en términos de imagen pública. Si Rajoy no marca distancias con los implicados o éstos renuncian a sus puestos, la presunción de culpabilidad seguirá planeando sobre la organización. Si no en el terreno judicial, al menos en el político-mediático, donde crecen perturbadoras figuras que marcan la redundancia político-judicial de nuestra reciente historia. A saber: “pena de banquillo”, “estigmatización”, “linchamiento mediático”, “juicio paralelo”. Aunque son de habitual aplicación a dirigentes bajo sospecha, también debería aplicarse a un partido político cuya imagen resulta contaminada por comportamientos individuales.

El tesorero del PP, Luis Bárcenas, ha disfrutado más allá de lo razonable del arropamiento de su partido, el apoyo de Rajoy, la presunción de inocencia, el beneficio de la duda, etc. El cambio de postura de la Fiscalía, el informe de la Agencia Tributaria, la “posibilidad veraz” apreciada por el juez Pedreira de que haya cometido presuntos delitos de fraude fiscal y cohecho, la más que probable instrucción de la causa en el Tribunal Supremo (previa declaración de competencia, que está pendiente), la inverosímil historia del crédito de ida y vuelta para no comprar un cuadro, la sospechosa coincidencia del incremento patrimonial con las dádivas anotadas en la caja B de Francisco Correa, por no hablar de las famosas cintas aportadas por el ex concejal insumiso de Majadahonda (José Luis Peñas), son elementos más que suficientes para que la dirección del PP reclame un paso atrás de su tesorero.

Ningún problema en cuanto a la presunción de inocencia. Es una institución garantizada en los ámbitos judiciales. A Bárcenas, Merino y Galeote se les aplicará tanto si el asunto pasa definitivamente al Tribunal Supremo como si vuelve al alto tribunal autonómico de Madrid. Pero en los ámbitos políticos y mediáticos, marcados por la confrontación y los procesos de intenciones, funciona hasta el agobio la presunción de culpabilidad. Y ahora la víctima es el PP. Se pone en duda la honorabilidad de las siglas y la de su máximo dirigente. Lo último es insinuar que Bárcenas le tiene cogido por las joyas familiares.

¿Qué necesidad tiene Rajoy de aguantarlo? Por eso tiene sentido el clarinazo del diputado Vicente Martínez Pujalte, cuando ayer invitaba a Luis Bárcenas a reflexionar sobre su continuidad en el partido. Pujalte expresa un creciente estado de opinión en el interior del PP, aunque el discurso oficial seguía siendo ayer el de que no se mueva nadie hasta saber de qué se acusa a Bárcenas. Pero por oficial conocimiento de las imputaciones, no por ruptura del secreto sumarial. No es una forma de ganar tiempo sino de meterse cada vez más en el charco.

“Mariano, vienen a por nosotros”. Eso le dijo Esperanza Aguirre cuando, en abril de este año, el nombre de Luis Bárcenas, un colaborador del líder del PP, se sumó al de ciertas criaturas políticas de la presidenta vinculadas a la trama Gürtel. No estaba mal como excusa política para sindicarse en la desgracia con el jefe. Pero si se trataba de enfrentarse al problema que se le venía encima al principal partido de la oposición, el planteamiento (Rajoy y Aguirre, víctimas de una operación de acoso y derribo) no podía ser más tóxico. Podía valer frente a los mensajeros, nunca frente a los desaprensivos que usan las siglas del PP para llenarse los bolsillos.

Luis Bárcenas Caso Gürtel