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Confesión de parte en torno al culebrón de Alberto Saiz
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Antonio Casado

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Confesión de parte en torno al culebrón de Alberto Saiz

Hoy toca confesión de parte. Me equivoqué en el seguimiento del caso Saiz y procede reconocerlo. A partir de una mala información, hablé de filtraciones basura

Hoy toca confesión de parte. Me equivoqué en el seguimiento del caso Saiz y procede reconocerlo. A partir de una mala información, hablé de filtraciones basura y medias verdades como materia prima de acusaciones sin fundamento contra el ya ex director del CNI (Servicio Nacional de Inteligencia). Tenían fundamento. Lo tenían. No llegan a encajar en los tipos delictivos descritos como malversación de fondos y tráfico de influencias, pero reflejan una conducta no ejemplar en el uso de medios públicos (presupuesto de 325 millones de euros) y un punto de cesarismo en el manejo de los recursos humanos (3.100 agentes).

 

Las discrepancias en el seno del Gobierno contribuyeron a crear desorientación. Dieron lugar a un desatino: ratificar en el cargo al jefe de los espías en el Consejo de Ministros del 24 de abril y echarle el 2 de julio, apenas dos meses después ¿Descubrió el Gobierno en dos meses lo que fue incapaz de descubrir en cinco años? No es de recibo. Pero lo otro es peor. Aun conociendo con antelación esas malas prácticas de Saiz, se decidió su continuidad para un nuevo mandato de cinco años contra toda lógica. Un despropósito en los dos casos.

Hablo de confusión interna en el Gobierno por no hablar de falta de liderazgo. La misma que se detecta en otros asuntos como la energía nuclear, el diálogo social o la financiación autonómica. Respecto al culebrón de Saiz, se han proyectado las discrepancias tanto en el proceso de ratificación como en la caída. De lo primero, para la historia queda un cambio sobre la marcha en un titular de El País (17de abril) para dejar constancia del desacuerdo de la ministra Chacón con la repesca de  Saiz al frente del CNI. De lo segundo, las distintas versiones oficiales sobre su caída.

En Moncloa hablaban de gesto de autoridad, mientras que los ministros hablaban de dimisión del interesado porque “no podía seguir soportando la presión”. La tercera versión oficial, contenida en el comunicado público del propio Saiz, “por no dañar la imagen del CNI y del Gobierno”, apenas ha tenido eco. Lógico. En política sólo las leyendas urbanas aportan las piezas claves al rompecabezas.

 

Malestar interno y ‘mea culpa’

Termino mi confesión de parte. Es verdad que el diario El Mundo gestionó informativamente el malestar interno contra Saiz, Pero el malestar era verdadero. Y, por tanto, afectaba gravemente al funcionamiento de los Servicios de Inteligencia del Estado, que es cosa de todos. De modo que el periódico cumplió con su deber de airearlo y otros nos equivocamos descalificando al mensajero.

Lo cual no debe nublar la vista para detectar comportamientos no menos tóxicos, aunque de distinta naturaleza. Véase, por ejemplo, el tono conminatorio de la carta anónima dirigida a la secretaria general del CNI, Elena Sánchez, en vísperas de la ratificación de Saiz, y en la que prácticamente se dicta a la número dos del centro lo que ha de hacer para estar en el bando correcto, en nombre de “los intereses de España”.

No me parece propio de un servidor del Estado el máximo sigilo para la máxima publicidad de una denuncia que afecta a un organismo del Estado tan sensible como el de sus Servicios de Inteligencia.

Hablemos de mensajeros. Un periodista se debe a la sociedad y tiene una obligación con sus lectores. Un funcionario asume un régimen disciplinario y tiene un deber de lealtad con el Estado. Esa es la diferencia en la condición de mensajero del periodista respecto al funcionario. No es lo mismo. En el seno del CNI se han producido algunos episodios censurables porque ciertos funcionarios han utilizado filtraciones anónimas como palanca  desestabilizadora de Saiz con efectos dañinos para el Centro. Son supuestos de deslealtad o indisciplina que su nuevo director, Felix Sanz, tiene el compromiso expreso de depurar. Y así lo hará “cuando pase un tiempo razonable”, según encargo recibido del presidente del Gobierno. De momento, hoy toma posesión en el Ministerio de Defensa. Máxima expectación en torno al acto.

Hoy toca confesión de parte. Me equivoqué en el seguimiento del caso Saiz y procede reconocerlo. A partir de una mala información, hablé de filtraciones basura y medias verdades como materia prima de acusaciones sin fundamento contra el ya ex director del CNI (Servicio Nacional de Inteligencia). Tenían fundamento. Lo tenían. No llegan a encajar en los tipos delictivos descritos como malversación de fondos y tráfico de influencias, pero reflejan una conducta no ejemplar en el uso de medios públicos (presupuesto de 325 millones de euros) y un punto de cesarismo en el manejo de los recursos humanos (3.100 agentes).