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Caso 'Alakrana', la jugada tonta del zapaterismo
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Antonio Casado

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Caso 'Alakrana', la jugada tonta del zapaterismo

Zapatero se reservó la primicia del final feliz: “Los marineros están libres y vuelven a casa”. Después, la consabida retahíla de agradecimientos y la presunta autosatisfacción

Zapatero se reservó la primicia del final feliz: “Los marineros están libres y vuelven a casa”. Después, la consabida retahíla de agradecimientos y la presunta autosatisfacción del político profesional que espera capitalizar una buena noticia. Sin embargo, el caso del Alakrana merece almacenarse en la memoria de los españoles como la jugada tonta de la temporada. Y al Gobierno le van a caer chuzos de punta por la imagen de descoordinación que, una vez más, ha vuelto a revelarse como una seña de identidad del equipo de Zapatero. Se lo ha ganado a pulso.

 

No sólo eso. Hay bastante más tela que cortar. La desairada posición de un Estado que se pone al nivel de una banda de delincuentes, el desbarajuste de algunos momentos, las contradicciones oficiales, la estigmatización del cumplimiento de le ley, el apagón de principios como la separación de poderes y unas cuantas anomalías más, no dan como para recrearse en lo ocurrido durante estos últimos 47 días. Valió la pena porque los marineros están a salvo, pero los facinerosos han hecho un negocio redondo a costa del Estado Español. Y de una opinión pública enzarzada en un debate surrealista sobre el modo de casar los principios de legalidad y oportunidad.

Ahora que se cierra el trato con los piratas y se abre la veda contra la gestión oficial del secuestro, empezaremos a conocer con cuentagotas los detalles ocultados ayer por el presidente Zapatero y por la vicepresidenta Fernández de la Vega. Desde la procedencia de los dineros habilitados para el pago del rescate hasta la influencia que ciertas noticias publicadas en los medios de comunicación españoles tuvieron en la evolución de los acontecimientos.

Cara de idiotas

Dinero y sólo dinero. El futuro de los dos compinches detenidos en España, como se ha visto, les traía al fresco. Ahora resulta que no era tan importante la ingeniería judicial para devolverlos como una de las exigencias para la liberación de los nuestros. Tantos esfuerzos, tantos desvelos, tantas ocurrencias destinadas a casar el hecho con el Derecho resultaron perfectamente inútiles. Daba lo mismo Extranjería que Código Penal, indulto que extradición, hacer que deshacer… Lo único que conseguimos fue subir los precios en el floreciente mercado del secuestro.

Algunas cosas más se ven por el retrovisor después de salir del charco. Por ejemplo, la cara de idiotas que se nos quedó a quienes defendimos la discreción y la confianza en el cirujano frente a quienes irrumpían en el quirófano como caballo en cacharrería. Nos la tuvimos que envainar cinco minutos después, por el lamentable y nada discreto espectáculo ofrecido por el Gobierno, la Fiscalía, la Audiencia Nacional y el CNI.

También pasará a la historia de las jugadas tontas del zapaterismo la disputa en sacudirse el honor de haber detenido, trasladado y puesto a disposición judicial a dos de los piratas que intervinieron en el secuestro del Alakrana. Extraña, insólita, surrealista pelea del cirujano y sus ayudantes culpándose de haber cumplido el protocolo cuando de pronto al enfermo le fallaron las constantes vitales. Ahora que el ser querido se ha recuperado y viene camino de casa, todo son parabienes y autobombo de la vicepresidenta, que ayer apareció flanqueada por los tres ministros concernidos (Moratinos, Chacón y Espinosa), sobre lo bien que se hicieron las cosas. Lo que importa es que salieron bien, de acuerdo, pero se hicieron mal.

Zapatero se reservó la primicia del final feliz: “Los marineros están libres y vuelven a casa”. Después, la consabida retahíla de agradecimientos y la presunta autosatisfacción del político profesional que espera capitalizar una buena noticia. Sin embargo, el caso del Alakrana merece almacenarse en la memoria de los españoles como la jugada tonta de la temporada. Y al Gobierno le van a caer chuzos de punta por la imagen de descoordinación que, una vez más, ha vuelto a revelarse como una seña de identidad del equipo de Zapatero. Se lo ha ganado a pulso.

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