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Del Bosque y Xavi, dos recados para nuestra clase política
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Antonio Casado

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Del Bosque y Xavi, dos recados para nuestra clase política

En Johannesburgo, el sábado pasado, víspera de la gran final frente a Holanda, un periodista italiano fue de caza al vestuario español, aprovechando que la jornada

En Johannesburgo, el sábado pasado, víspera de la gran final frente a Holanda, un periodista italiano fue de caza al vestuario español, aprovechando que la jornada coincidía con la marcha catalanista de Barcelona. Pero no pilló. Le preguntó a Xavi Hernández, el mago del Barsa y de la selección, que cómo se había sentido al ver en la portada de un periódico el golazo de Pujol a Alemania junto a un explosivo “¡Viva España¡”. Y el de Tarrasa respondió con naturalidad: “Pues la verdad es que me hace sentir muy orgulloso”.

 

Súmese este sencillo testimonio al clarinazo sudafricano del entrenador, Vicente Del Bosque, y entonces quedamos excusados de explicar a propios y extraños cómo la clase política se las arregla para cargar de componentes oportunistas y especulativos el encaje de Cataluña en la arquitectura jurídica del Estado. Del Bosque simplemente se había limitado a decir en rueda de Prensa, de aquella manera, con la misma sencillez de Xavi, como de pasada, sin forzar el argumento, sin querer dar la nota, sin solemnizar nada, que a todos nos iría mucho mejor si tomásemos ejemplo del espíritu de unión que ha reinado entre nuestros 23 futbolistas del Mundial.

El emplazamiento ya ha cundido entre millones y millones de españoles. No nos hacía falta, respecto al poder hipnótico del fútbol y nuestro equipo nacional. Hasta ayer mismo hemos hecho piña con los jugadores, y la seguiremos haciendo con motivo de los actos previstos desde hoy al regreso de la selección victoriosa. Millones y millones de personas de todas las edades, de no importa que rincón de nuestra geografía ni que vitola política, unidos en torno a la marca España. El emplazamiento de  Del Bosque, en cambio, viene pintiparado para otros juegos más serios de la clase política, que se ha cubierto de lo que ustedes imaginan por cuenta de una tortuosa reforma del Estatut.

La manifestación del sábado, apadrinada por José Montilla, el abanderado, no es más que el último eslabón de una cadena de despropósitos instruida por el tándem Zapatero-Maragall, impugnada por Rajoy y retocada por Maria Emilia Casas, con aportaciones especiales de Artur Mas. Todo con su consabido vuelo institucional. Un presidente del Gobierno que pacta por debajo de la mesa, un Tribunal Constitucional desprestigiado y una manifestación que, agitada desde la Generalitat a la sombra del desacato, solo podía convertirse en una oportunidad para el soberanismo.

En Johannesburgo, el sábado pasado, víspera de la gran final frente a Holanda, un periodista italiano fue de caza al vestuario español, aprovechando que la jornada coincidía con la marcha catalanista de Barcelona. Pero no pilló. Le preguntó a Xavi Hernández, el mago del Barsa y de la selección, que cómo se había sentido al ver en la portada de un periódico el golazo de Pujol a Alemania junto a un explosivo “¡Viva España¡”. Y el de Tarrasa respondió con naturalidad: “Pues la verdad es que me hace sentir muy orgulloso”.

Xavi Hernández Jordi Pujol Vicente del Bosque José Montilla