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La pena de telediario, no sólo en el caso de Marta Domínguez
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Antonio Casado

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La pena de telediario, no sólo en el caso de Marta Domínguez

El caso de la atleta Marta Domínguez no es el único que desemboca en la exculpación judicial después de haber sufrido la llamada pena de telediario.

El caso de la atleta Marta Domínguez no es el único que desemboca en la exculpación judicial después de haber sufrido la llamada pena de telediario. Si hubo juicios temerarios sobre su conducta, la disculpa es exigible entre gente educada. Sobre todo si nos dedicamos a procesar intenciones ajenas en nombre de una supuesta función orientadora de la opinión pública.

Quienes dieron por hecho que esta campeona mundial de atletismo había hecho malversación de sus glorias deportivas como camello de una red de dopaje, y argumentaron sobre esa base sin respetar la presunción de inocencia, están en deuda con la atleta palentina. Y es de bien nacidos ser tan generoso en la reparación como se fue en la reprobación.

Pero tampoco conviene flagelarse respecto a un caso de denuncia policial que se infla en los medios de comunicación y se desinfla en los juzgados. Ni es el primero ni será el último. A veces la secuencia empieza en el inflado mediático y termina en el archivo judicial. O empieza y termina en el simple inflado mediático, por falta de sustancia judicial, con idéntica pena de telediario para el sujeto paciente y sufridor.

En el caso de Marta Domínguez había un informe del siempre elogiado cuerpo de la Guardia Civil, sobre el que se basó su detención y puesta a disposición judicial. Ese era el galgo tras el que corrieron todos los medios de comunicación, como es lógico ¿O deberían haberlo ignorado por si era un montaje urdido por el genio tenebroso del ya ex ministro Rubalcaba, como irresponsablemente sugiere González Pons, la banda sonora del PP?

Quienes al manejar esos datos en el ejercicio de su deber profesional no respetaron en su día la presunción de inocencia, que pidan disculpas. Pero no nos rasguemos las vestiduras ni nos inventemos conspiraciones donde no las hay

Más graves son aquellos casos en los que, a diferencia de lo ocurrido con Marta Domínguez, no crecen sobre una indagación policial sino que responden a una campaña animada por una alianza mediático-política contra el adversario. La campaña genera la denuncia judicial pero la secuencia termina, asimismo, en el sobreseimiento o archivo de la causa abierta a golpe de  insidias ¿Quieren ejemplos? Uno de cada lado: José Manuel Soria, líder del PP de Canarias y José Bono, presidente del Congreso de los Diputados.

Los dos podrían dar una conferencia conjunta sobre lo que significa la pena de telediario o el amago de linchamiento político-mediático sin el fundamento judicial que soñaron sus respectivos enemigos. En ambos casos hubo dictamen judicial exculpatorio cuya valoración fue muchísimo menos expansiva que las insidias previas. Y en ninguno de los dos casos recuerdo que los insidiosos de uno y otro lado esbozaran algo parecido a un acto de contrición o una simple disculpa.

De modo que menos aspavientos por haber manejado unos datos obrantes en un informe policial y más prudencia a la hora de condenar a nadie por anticipado. Quienes al manejar esos datos en el ejercicio de su deber profesional no respetaron en su día la presunción de inocencia, que pidan disculpas. Pero no nos rasguemos las vestiduras ni nos inventemos conspiraciones donde no las hay ¿Que todo fue un montaje contra Marta por ser militante y ex concejal del PP? Qué tontería.

El caso de la atleta Marta Domínguez no es el único que desemboca en la exculpación judicial después de haber sufrido la llamada pena de telediario. Si hubo juicios temerarios sobre su conducta, la disculpa es exigible entre gente educada. Sobre todo si nos dedicamos a procesar intenciones ajenas en nombre de una supuesta función orientadora de la opinión pública.

Marta Domínguez