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Desaprender el zapaterismo no significa volver al felipismo
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Antonio Casado

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Desaprender el zapaterismo no significa volver al felipismo

Apenas diez días en la cuenta atrás. En Marsella, parabienes al próximo presidente del Gobierno de sus pares en el hemisferio conservador. Y también detrás de

Apenas diez días en la cuenta atrás. En Marsella, parabienes al próximo presidente del Gobierno de sus pares en el hemisferio conservador. Y también detrás de Zapatero, aún embajador oficial del cueste lo que cueste demostrar que España es país fiable. Lo han convenido ambos en el “modélico” traspaso de poderes mirando a la Cumbre Europea que comienza esta noche. Aunque la credencial la lleva Zapatero, de la secuencia cuelga la incógnita derivada de la barrida del PP: ¿nos sacará Rajoy de la crisis? De hecho, Telemadrid ya publica cuadros comparativos de la prima de riesgo antes y después de las elecciones. Por supuesto, mucho mejor ahora, a pesar del repunte de ayer.

Es el asunto estrella, a vueltas con el plato cocinado por Merkel y Sarkozy, al que España está dispuesta a sumarse. Pero hoy toca hacer un paréntesis para el seguimiento de la otra gran incógnita del 20-N. La que se deriva del hundimiento socialista: ¿será capaz el PSOE de volver a desempeñar su papel en el pilar izquierdo de la centralidad política?

Desaprender el zapaterismo, causante de la bancarrota política, ideológica y electoral del PSOE, significa recobrar identidad y ponerse al día. Reeditar el felipismo, de ninguna manera

Descapitalización. Ninguna palabra tan de actualidad ni de mejor encaje a la crisis interna del PSOE que ésta. Sin plan Marshall ni prestamista de último recurso. Aquí el impulso ha de venir desde abajo. Es la hora de los militantes y los simpatizantes. De mirlo blanco, ni hablar. Precisamente porque no es un problema de personas sino de rearme. Y de puesta al día, de aggiornamiento, como decían los precursores del concilio Vaticano II en los agitados años sesenta.

Por eso causa vergüenza ajena el grotesco episodio del frustrado encuentro de unos cuantos ex del felipismo, perfectamente contado ayer en El Confidencial por Alberto Mendoza. Si el rearme ideológico del PSOE dependiera de una sindicación de los ex ministros de Felipe González destinada a condicionar el futuro del partido, mejor sería cerrar la tienda de la calle Ferraz. El “patriotismo de partido”, como diría mi amigo Pedro Arriola, no es de aplicación a este cuento. En cualquier caso, la diferencia entre lo que cura y lo que mata está en la dosis.

Mal favor le hacen a Rubalcaba, presunto aspirante al liderazgo del partido, si de verdad esa sindicación de los Solana, Corcuera, Almunia, Cosculluela, Rosa Conde, etc, se estuviera fraguando en defensa de su candidatura. Desaprender el zapaterismo, causante de la bancarrota política, ideológica y electoral del PSOE, significa recobrar identidad y ponerse al día. Reeditar el felipismo, de ninguna manera.

De momento, Rubalcaba ha tenido el buen gusto de poner tierra por medio y relajarse en Italia en esta segunda parte del puente, aún sin desvelar sus intenciones. Lo hará después de la sesión de investidura (19-20 de diciembre). Mide sus fuerzas. Como Carme Chacón, que tampoco acaba de dar el paso. Pero, insisto, no es cuestión de personas, sino de refundación ideológica y generacional. Y luego, las personas, como efecto y no como causa.

Apenas diez días en la cuenta atrás. En Marsella, parabienes al próximo presidente del Gobierno de sus pares en el hemisferio conservador. Y también detrás de Zapatero, aún embajador oficial del cueste lo que cueste demostrar que España es país fiable. Lo han convenido ambos en el “modélico” traspaso de poderes mirando a la Cumbre Europea que comienza esta noche. Aunque la credencial la lleva Zapatero, de la secuencia cuelga la incógnita derivada de la barrida del PP: ¿nos sacará Rajoy de la crisis? De hecho, Telemadrid ya publica cuadros comparativos de la prima de riesgo antes y después de las elecciones. Por supuesto, mucho mejor ahora, a pesar del repunte de ayer.