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La confianza en el Gobierno Rajoy y su fecha de caducidad
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Antonio Casado

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La confianza en el Gobierno Rajoy y su fecha de caducidad

Que la llegada del PP al poder sería la esperanza de los cinco millones de parados, como decía la charanga electoral, sigue siendo una cuestión de

Que la llegada del PP al poder sería la esperanza de los cinco millones de parados, como decía la charanga electoral, sigue siendo una cuestión de fe. Según el mismísimo presidente del Gobierno, Mariano Rajoy, al menos por un año más. Ayer reconoció en sede parlamentaria que el desempleo seguirá creciendo en 2012. Vale, ¿pero cuál es la fecha de caducidad del pan que traía bajo el brazo cuando barrió en las urnas al PSOE hace dos meses y medio?

Es la pregunta del millón. Se hacen apuestas mientras se anuncian los tiempos de tribulación que aún hemos de vivir antes de salir del túnel. Los datos son “espeluznantes”, según la ministra de Empleo, Fátima Báñez, pero el Gobierno sigue en periodo de gracia, aunque el CIS le atribuya una pérdida de dos puntos en intención de voto. Carece de importancia. Más significativo es el hecho de que anteriormente ningún otro Gobierno había registrado un retroceso tan significativo a las pocas semanas de ganar unas elecciones generales.

En formas, reformas y contrarreformas digo que el poder acaba desconociendo las fronteras ideológicas y políticas de sus titulares. Le ocurrió a Rodríguez Zapatero en mayo de 2010 y le acaba de ocurrir a Mariano Rajoy con su inesperada subida de impuestos

Antes o después el poder se acaba pareciendo al margen de su coloración ideológica. Al menos en el camuflaje semántico, que es la herramienta favorita del gobernante frente a la adversidad. Las “circunstancias” de Zapatero y el “depende” de Rajoy. La subida de impuestos de antes, siempre repudiada por el PP, ahora se llama “recargo solidario”. Y los “brotes verdes” de Zapatero se han convertido en el pregonado “vuelco” de la situación -hacia bien, se supone- que será posible gracias a las reformas explicadas ayer por el presidente del Gobierno en un tono “pedagógico, casi paternal”, según cuenta mi colega, Ángel Collado.

“Es usted hombre de poca fe”. Ese fue el resorte dialéctico utilizado por el presidente contra los portavoces descreídos. Rajoy insiste: estamos tan mal que las reformas son imprescindibles para empezar a estar bien. Da igual que los expertos digan en todos los idiomas que ni la reforma laboral –de la que apenas sabemos nada- ni la reforma financiera son por si mismas palancas de crecimiento. No se trata de racionalizarlo. Es cuestión de fe. Vale, vale, pero Rajoy y sus ministros deben saber que no es políticamente correcto crear expectativas falsas. Suelen volverse contra quienes las airean (recuerden el “optimismo antropológico” de Zapatero) y además generan frustraciones entre los sufridores del drama del paro.

En formas, reformas y contrarreformas digo que el poder acaba desconociendo las fronteras ideológicas y políticas de sus titulares. Le ocurrió a Rodríguez Zapatero en mayo de 2010 y le acaba de ocurrir a Mariano Rajoy con su inesperada subida de impuestos.

Añadan, si les parece, la marcha atrás del PP en su formalizada aversión al matrimonio homosexual. Salvo que el ministro del ramo, Ruiz Gallardón, vaya por libre, como Jesús Eguiguren en el PSOE. Convendría que la vice, Soraya Sáenz de Santamaría, lo aclarase mañana en la rueda de Prensa posterior al Consejo de Ministros.

Que la llegada del PP al poder sería la esperanza de los cinco millones de parados, como decía la charanga electoral, sigue siendo una cuestión de fe. Según el mismísimo presidente del Gobierno, Mariano Rajoy, al menos por un año más. Ayer reconoció en sede parlamentaria que el desempleo seguirá creciendo en 2012. Vale, ¿pero cuál es la fecha de caducidad del pan que traía bajo el brazo cuando barrió en las urnas al PSOE hace dos meses y medio?

Mariano Rajoy