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Mas presume de europeísmo por cuenta del Estado español
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Antonio Casado

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Mas presume de europeísmo por cuenta del Estado español

Hace un año, el 12 de enero, Artur Mas explicaba en un hotel de Madrid que “en las relaciones España-Cataluña no hay una foto finish”. Es decir,

Hace un año, el 12 de enero, Artur Mas explicaba en un hotel de Madrid que “en las relaciones España-Cataluña no hay una foto finish”. Es decir, que son dinámicas, se mueven continuamente y vaya usted a saber cómo estarán las cosas dentro de 365 días, lo cual sirve con referencia a aquella fecha y a la del viaje inaugural del AVE entre Barcelona y Figueres, que el neo-president compartió ayer con el presidente del Gobierno, Mariano Rajoy, el príncipe de Asturias, don Felipe de Borbón, y la ministra del ramo, Ana Pastor.

A las pruebas me remito. Hace un año lo que estaba en lo alto de la cucaña nacionalista era el pacto fiscal con una hoja de ruta marcada por el saneamiento económico y la preservación del Estado del bienestar. En aquel manual también se hablaba de profundizar en el autogobierno. Pero ni media palabra sobre consejos de transición nacional, derecho a decidir, instrumentos de Estado propio o borradores donde se diga que la soberanía nacional reside en el pueblo catalán. Es lo que se despacha, hoy por hoy, en nombre del pacto CiU-ERC ante el que Mas se tiene que examinar una vez por mes.

Mas sostuvo ayer sin pestañear que los 3.700 millones de euros invertidos por el Estado en esta infraestructura ferroviaria (a pesar de la crisis) vienen a demostrar la vocación europea de CataluñaCuriosamente, entre aquel 12 de enero de 2012 y este 8 de enero del año entrante, el hecho más destacable en la biografía de Artur Mas es su estrepitoso fracaso en las urnas del 25 de noviembre. Si hubiera un ranking mundial de la torpeza política, este hombre ocuparía el primer puesto. O el segundo, por torpe, como dice el chiste. Sin embargo, sus autores intelectuales (familia Pujol) y quienes recogieron las nueces del árbol que él agitó (republicanos de Oriol Junqueras) lo mantienen ahí como el más adecuado public relations de la Gran Quimera (Catalunya is not Spain). Nadie como él para darse un baño de europeísmo, por cuenta del Estado español, a medio metro del príncipe heredero y el presidente del Gobierno.

Artur Mas sostuvo ayer sin pestañear que los 3.700 millones de euros invertidos por el Estado en esta infraestructura ferroviaria (a pesar de la crisis económica, por cierto) vienen a demostrar la vocación europea de Cataluña. Toma ya. Como si fuera un esfuerzo exclusivo de Cataluña a mayor gloria de su aspiración soberanista. Tal cual: “Esta conexión con Europa muestra la aspiración europea de Cataluña. La unidad de mercado no la hemos de buscar en los Estados tradicionales (España, ni nombrarla), sino nosotros (o sea los catalanas) a escala europea”.

Podría haber recordado la escasa vocación europea de la Cataluña invadida por los franceses cuando la rescató el Estado español en 1697 (tratado de Rijswijk) a cambio de perder “la española” (Haití y República Dominicana). O esa Cataluña que un siglo después abrazaba la causa borbónica del Estado español frente a la Revolución Francesa. Pero no. Se limitó a presumir del tren fundacional, el Barcelona-Mataró (1848), que precedió al Madrid-Aranjuez. Le falto cantar lo de vaya, vaya, aquí sí hay playa.

Hace un año, el 12 de enero, Artur Mas explicaba en un hotel de Madrid que “en las relaciones España-Cataluña no hay una foto finish”. Es decir, que son dinámicas, se mueven continuamente y vaya usted a saber cómo estarán las cosas dentro de 365 días, lo cual sirve con referencia a aquella fecha y a la del viaje inaugural del AVE entre Barcelona y Figueres, que el neo-president compartió ayer con el presidente del Gobierno, Mariano Rajoy, el príncipe de Asturias, don Felipe de Borbón, y la ministra del ramo, Ana Pastor.