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Doctrina del postoperatorio: el Príncipe no sustituye al Rey
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Antonio Casado

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Doctrina del postoperatorio: el Príncipe no sustituye al Rey

La frase es un aviso para navegantes coincidente con el alta hospitalaria del sábado. Un breve editorial de obligada lectura entre quienes veían en el postoperatorio

La frase es un aviso para navegantes coincidente con el alta hospitalaria del sábado. Un breve editorial de obligada lectura entre quienes veían en el postoperatorio de don Juan Carlos un ensayo general con todo. Su hijo, don Felipe de Borbón y Grecia, se seguirá curtiendo en el oficio de Rey. Una nueva oportunidad de familiarizarse con la herencia. Pero no debe quedar ningún resquicio por el que puedan colarse las hipótesis sobre la eventual abdicación del Rey. Tomen nota: “El Príncipe de Asturias lo representa, pero no lo sustituye”.

Es doctrina oficial de la Casa del Rey. De inmediata aplicación a los tres, cuatro o cinco meses (el doctor, Manuel de la Torre, no ha sido más preciso) que empiezan a correr desde la salida de don Juan Carlos de Borbón de la clínica La Milagrosa, donde hace una semana fue operado de una doble hernia discal. Una eficaz forma de atajar preventivamente las especulaciones sobre un eventual paso atrás del Rey so pretexto de un periodo más o menos largo de rehabilitación. Los impedimentos físicos le apartan de los actos públicos, no de la agenda oficial entre las cuatro paredes de su despacho, según información de Zarzuela. Antes y después de pasar por el quirófano, el Rey mantiene y mantendrá “integras” sus funciones constitucionales.

Tanto en el plano político como en el institucional ha calado la apelación al mutuo arropamiento mientras tiende a crecer la distancia entre la ciudadanía y su clase dirigente

Por si hubiera dudas, nos queda la estampa inducida y bien calculada del paso por la clínica de los tres poderes del Estado en las personas de sus respectivos titulares. Creo que este pleno no tiene precedente: el presidente del legislativo, Jesús Posada; el del ejecutivo, Mariano Rajoy, y el del judicial, Gonzalo Moliner. Completaron el cuadro, el presidente del Tribunal Constitucional, Pascual Sala, y la Defensora del Pueblo, Soledad Becerril. Algo más que una ronda de visitas oficiales al enfermo, amén de las consabidas de la familia. Queda visualizado el reconocimiento institucional a la potestas del vigente jefe del Estado. Incluso el reconocimiento político, perfectamente expresado en las visitas de Rajoy y Rubalcaba, en nombre de los dos partidos-pilares sobre los que se asienta nuestro sistema de representación electoral, PP y PSOE.

Como se ve, tanto en el plano político como en el institucional ha calado la apelación al mutuo arropamiento mientras tiende a crecer la distancia entre la ciudadanía y su clase dirigente. El mal se llama desafección. La Corona se ha convertido tal vez en el síntoma visible, pero alguien ha debido pensar que eso no es justo y está dispuesto a evitarlo por razones de equidad. Ningún momento más adecuado que este, cuando la persona que corona el edificio constitucional sufre serios desperfectos en su imagen física, como inoportuna metáfora de los desperfectos que sufre en su imagen institucional.

De entrada, los portavoces de la Casa del Rey ya han advertido de que la imagen de don Juan Carlos en silla de ruedas va a ser un bien escaso, por no decir inaccesible a los medios de comunicación. 

La frase es un aviso para navegantes coincidente con el alta hospitalaria del sábado. Un breve editorial de obligada lectura entre quienes veían en el postoperatorio de don Juan Carlos un ensayo general con todo. Su hijo, don Felipe de Borbón y Grecia, se seguirá curtiendo en el oficio de Rey. Una nueva oportunidad de familiarizarse con la herencia. Pero no debe quedar ningún resquicio por el que puedan colarse las hipótesis sobre la eventual abdicación del Rey. Tomen nota: “El Príncipe de Asturias lo representa, pero no lo sustituye”.