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El secreto del cónclave, los inhibidores y la excomunión
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Antonio Casado

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El secreto del cónclave, los inhibidores y la excomunión

En la Capilla Sixtina, bajo los impresionantes frescos de Miguel Ángel y Boticceli, esta tarde se cierran por dentro los cardenales electores. Su tarea consiste en

En la Capilla Sixtina, bajo los impresionantes frescos de Miguel Ángel y Boticceli, esta tarde se cierran por dentro los cardenales electores. Su tarea consiste en descubrir cuál de esas 115 cabezas ha sido la señalada por el Espíritu Santo como jefe de la Iglesia Católica número 266 de la serie histórica. Lo ha dicho el cardenal nigeriano John Olorunfemi Onaiyekan: “Dios ya ha decidido quién debe ser el nuevo Papa. Ahora nos toca a nosotros descubrirlo”.

Todo ello, en el mayor de los secretos. Hay pena de excomunión para quienes lo violen. Pero en el Vaticano se fían más de los inhibidores que del compromiso de confidencialidad. Se ha decidido blindar el temor a las penas del infierno con una 'jaula de Faraday'. Todas las señales electromagnéticas quedan bloqueadas. No pasa nada si uno o varios participantes en el cónclave olvidaron dejar en casa el teléfono móvil. La tentación no tendrá efectos colaterales.

Además de las nuevas tecnologías, en este caso al servicio del secreto de las deliberaciones, el Espíritu Santo se apoya en la matemática para elegir la cabeza del purpurado sobre la que debe posarse antes de la fumata blanca. Para facilitar esa sobrenatural labor, el nuevo Papa necesitará el apoyo de al menos dos tercios de los cardenales. O sea, 77 votos como mínimo antes de retirarse a la sacristía de la Capilla Sixtina para resolver en llanto el peso de la responsabilidad que le va a caer encima.

Se busca un Papa que tenga el carisma del Cristo de los milagros y la capacidad organizadora de Amancio Ortega para frenar la disminución de fieles y aumentar el número de sacerdotesNo es para menos. Alguien ha dicho que en esta ocasión se busca a un Jesucristo con un máster en dirección de empresas. Es decir, que tenga el carisma del Cristo de los milagros y la capacidad organizadora de Amancio Ortega. Para frenar la disminución de fieles y aumentar el número de sacerdotes, pero también para que la Iglesia deje de funcionar como en la Edad Media y se incorpore a los métodos de gestión del siglo XXI.

El quinielismo se ha desatado entre los vaticanistas. Se basa en esa especie de susurrante campaña electoral que son las llamadas 'congregaciones'. Los señores cardenales han celebrado ocho de esas reuniones previas desde el lunes de la semana pasada. Y de ellas, lo único que parece deducirse es la formación de dos bloques dominantes. Por un lado, el de los americanos, aparentemente pastoreados por el activo arzobispo de Nueva York, Timothy Dolan. Por otro, el más numeroso grupo de cardenales italianos (28 exactamente), que parecen apiñados en torno a otro de los papables, el arzobispo de Milán, Angelo Scola.

Aunque quedamos a la espera, ya se puede hablar de la bicefalia vaticana como un elemento perturbador en la hoja de ruta del nuevo Pontífice. Las asignaturas pendientes de la Iglesia son las mismas que angustiaron a Joseph Ratzinger. Desde las intrigas vaticanas a la crisis de vocaciones, pasando por los incumplimientos del sexto y séptimo mandamiento en ciertos sectores de la Jerarquía. Será muy difícil encararlas sin remitirse a lo que hizo o dejó de hacer el Papa anterior. Será como si lo estuviera viendo y oyendo al otro lado de la pared. Es un vago motivo de inquietud que flota en el ambiente. Sin mayor precisión, puesto que habría que remontarse seis siglos atrás para encontrar un precedente de elección de un nuevo Papa cuando el anterior está vivo.

En la Capilla Sixtina, bajo los impresionantes frescos de Miguel Ángel y Boticceli, esta tarde se cierran por dentro los cardenales electores. Su tarea consiste en descubrir cuál de esas 115 cabezas ha sido la señalada por el Espíritu Santo como jefe de la Iglesia Católica número 266 de la serie histórica. Lo ha dicho el cardenal nigeriano John Olorunfemi Onaiyekan: “Dios ya ha decidido quién debe ser el nuevo Papa. Ahora nos toca a nosotros descubrirlo”.