Es noticia
Extraña irrupción de Torres-Dulce en el caso Faisán
  1. España
  2. Al Grano
Antonio Casado

Al Grano

Por

Extraña irrupción de Torres-Dulce en el caso Faisán

Vuelve el asunto del supuesto chivatazo policial a ETA en mayo de 2006, cuando la banda negociaba por debajo de la mesa con el Gobierno. Asunto

Vuelve el asunto del supuesto chivatazo policial a ETA en mayo de 2006, cuando la banda negociaba por debajo de la mesa con el Gobierno. Asunto largamente utilizado por el PP en la oposición como recurrente pedrada política contra el PSOE de Zapatero en el poder. Y ahora como cortina de humo para seguir ocultando las novedades del caso Bárcenas. Eso parece, aunque me cuesta creer que esa utilización del llamado caso Faisán (un episodio de la lucha antiterrorista) la inspire el presidente, Mariano Rajoy, y mucho menos el ministro del Interior, Jorge Fernández Díaz, que, como buen cristiano, sabe que a menudo Dios escribe recto con los renglones torcidos.

Algo así ocurre en la política antiterrorista. Y en la lucha contra la delincuencia en general, donde la infiltración, el chivatazo bajo control y el intercambio de 'favores' forman parte de la tensión entre policías y ladrones, buenos y malos. El caso Faisán es un episodio de buenos y malos amontonados, como en el bar de Rick (Casablanca). Sin embargo, aquellos van a pasar por el banquillo antes que los malos. Como si fueran más peligrosos. Para el fiscal general del Estado, Eduardo Torres-Dulce, en realidad son iguales. Al ordenar que los policías sean acusados de “colaboración con banda armada”, los equipara al aparato de extorsión de ETA.

Carece de importancia que uno de los dos procesados, el ex jefe superior de Policía de Bilbao, haya intervenido decisivamente en la detención de 500 etarras y la desarticulación de 50 comandos

Carece de importancia que uno de los dos procesados, el exjefe superior de Policía de Bilbao, Enrique Pamiés, haya intervenido decisivamente en la detención de 500 etarras y la desarticulación de 50 comandos (¿Pamiés, colaborador de ETA?, ¡venga ya¡). A pesar de esos antecedentes, Torres-Dulce opina que no es bastante el reproche penal solicitado por su subordinado, el fiscal del caso, Carlos Bautista, por “revelación de secretos”, delito castigado con hasta 2 años de cárcel. Le ordena subir el listón hasta los cinco años de prisión, que es la pena a la que podría ser condenado Pamiés y el exinspector de la Brigada de Información de Álava, José María Ballesteros.

O sea, que el llamado aparato de extorsión de ETA (léase Joseba Elosúa, un anciano de 79 años que regentaba un bar infectado de policías) no ha pasado por del banquillo pero sí van a pasar en breve dos policías con meritorio historial de lucha contra el terrorismo. Lo cual va a dar lugar al hecho de que les juzguen por colaboración con banda armada sin tener la evidencia judicial de que el tal Elosúa, con el que presuntamente colaboraron, perteneciese realmente a una banda armada.

El SUP (Sindicato Unificado de la Policía) ha denunciado la motivación política que hay detrás de la orden expresa del fiscal general, nombrado por el Gobierno de turno, para que el fiscal del caso suba el tono de su acusación hasta el supuesto delictivo de “colaboración con banda armada”. No parece tener mucho sentido como operación de desgaste de un líder socialista en horas bajas, Rubalcaba, que era ministro del Interior cuando ocurrieron los hechos. Más bien se deduce que el ministro de Justicia, Alberto Ruiz-Gallardón, quiera hacer méritos en la estrategia de ocultamiento del caso Bárcenas que viene desplegando el PP.

Vuelve el asunto del supuesto chivatazo policial a ETA en mayo de 2006, cuando la banda negociaba por debajo de la mesa con el Gobierno. Asunto largamente utilizado por el PP en la oposición como recurrente pedrada política contra el PSOE de Zapatero en el poder. Y ahora como cortina de humo para seguir ocultando las novedades del caso Bárcenas. Eso parece, aunque me cuesta creer que esa utilización del llamado caso Faisán (un episodio de la lucha antiterrorista) la inspire el presidente, Mariano Rajoy, y mucho menos el ministro del Interior, Jorge Fernández Díaz, que, como buen cristiano, sabe que a menudo Dios escribe recto con los renglones torcidos.