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El órdago de Rubalcaba y sus razones de higiene política
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Antonio Casado

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El órdago de Rubalcaba y sus razones de higiene política

Convencido de que el caso Bárcenas ha desencadenado una crisis excepcional agravada por la aversión del presidente al control parlamentario, el líder del principal grupo de

Convencido de que el caso Bárcenas ha desencadenado una crisis excepcional agravada por la aversión del presidente al control parlamentario, el líder del principal grupo de la oposición, Pérez Rubalcaba, ha doblado la apuesta. Habrá moción de censura si en la Diputación Permanente del próximo miércoles el PP vuelva a bloquear la comparecencia de Mariano Rajoy.

Personalmente creo que no es el mejor momento para añadir este elemento de tensión a la vida política de un país angustiado por la crisis económica. No descartemos que el presidente del Gobierno desactive el órdago con el anuncio más o menos inminente (se lo pensará este fin de semana) de una fecha de comparecencia. En Moncloa lo ven más factible desde el lunes pasado, cuando Rajoy sobrevoló a su delincuente preferido en la defensa del Estado de derecho y la estabilidad política.

En cuanto a las razones de Rubalcaba, según él, son de higiene política y democrática. Por combatir la tóxica sensación de estar en manos de un Gobierno y un presidente bajo sospecha de comportamientos delictivos o poco ejemplares. Niega haber dado este paso por motivos de consumo interno (“Ya no estoy en eso”, me decía anoche) y añade que la única manera de lograr que Rajoy se explique ante el Parlamento es llevarle obligado por una moción de censura.

Rubalcaba niega haber dado este paso por motivos de consumo interno (“Ya no estoy en eso”, me decía anoche) y añade que la única manera de lograr que Rajoy se explique ante el Parlamento es llevarle obligado por una moción de censura.La moción de censura es una herramienta política excepcional. Al menos desde el punto de vista estadístico. Sólo dos se han presentado en nuestra reciente historia. La primera, de Felipe González contra Adolfo Suárez (UCD) en mayo del 1980. Y la segunda, de Hernández Mancha (la AP de Fraga, luego PP) contra Felipe González en marzo de 1987. Las dos tuvieron el mismo sentido. Ninguno de los dos candidatos la presentó para ganar sino para mejorar su cotización política en la ciudadanía. Pero había que atenerse al formalismo. Ambos se ofrecían como presidentes alternativos para rescatar al país de sendas crisis, las que ellos describían con mayor o menor adecuación a la realidad.

Ninguna de las dos mociones prosperó a la hora de votar, pero mientras la primera fue el trampolín político de González en su imparable ascensión a la Moncloa (octubre 82), la segunda fue la tumba política de Hernández Mancha, que quemó las naves de sus aspiraciones políticas y acabó estrellándose contra la mayoría absoluta del PSOE. González se empleó a fondo contra un Suárez desasistido por su gente y un partido, UCD, con evidentes signos de aluminosis. En el caso de Mancha fue al revés: al frente de una derecha que aún no había encontrado el camino, chocó contra la mayoría absoluta de un PSOE unido en días de vino y rosas del felipismo.

Ahí tienen los dos modelos disponibles. No hay otros. Ustedes dirán a cual de los dos se puede parecer más una eventual moción de censura del vigente líder de una izquierda desorientada a la búsqueda del militante desalentado y el votante perdido, frente a una derecha amartelada al poder por la reciente conquista de una mayoría absoluta en torno a Mariano Rajoy. En el caso que nos ocupa, Rubalcaba anuncia que está dispuesto a usar esta herramienta excepcional no para reemplazarle en Moncloa, sino para obligarle a dar explicaciones políticas de un escándalo que salpica a la persona y a la institución. Anuncia también, y eso es incoherente, que además de escucharle le pedirá que se vaya, por haber reconocido el chantaje del extesorero al presumir de haberlo resistido. “Eso es lo que hace daño a España: un presidente vulnerable ante un chantaje”, dice el líder de los socialistas.

Convencido de que el caso Bárcenas ha desencadenado una crisis excepcional agravada por la aversión del presidente al control parlamentario, el líder del principal grupo de la oposición, Pérez Rubalcaba, ha doblado la apuesta. Habrá moción de censura si en la Diputación Permanente del próximo miércoles el PP vuelva a bloquear la comparecencia de Mariano Rajoy.

Alfredo Pérez Rubalcaba