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Madrid 2020 convenció a los de dentro, no a los de fuera
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Antonio Casado

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Madrid 2020 convenció a los de dentro, no a los de fuera

Sabíamos, podíamos. Y quienes tiraban del carro lograron contagiar su entusiasmo puertas adentro. Pero, ay, no puertas afuera

Sabíamos, podíamos. Y quienes tiraban del carro lograron contagiar su entusiasmo puertas adentro. Pero, ay, no puertas afuera. Los esforzados agitadores de la candidatura no supieron o no pudieron contagiar a 68 de los 94 electores del CIO (Comité Olímpico Internacional), que además resultaron mentirosillos, si se hicieron bien las cuentas de ese supuesto suelo de 40 votos garantizados bajo palabrita del niño Jesús.

Conviene rendirse a la evidencia y no distraerse con el discutible valor representativo de la muestra a escala internacional. No nos ven con buenos ojos, por inciertas que sean las verdaderas causas de estos estados de opinión. Al ser secreto no hay explicación de voto, pero las razones han de buscarse indefectiblemente en la imagen de España y la calidad del proyecto. A los ojos de los miembros del COI, no a los nuestros, insisto.

Se aventuran hipótesis más o menos razonables. Son pocas las de carácter victimista. Hemos sabido perder deportivamente, en la línea marcada en la noche triste del sábado por el príncipe Felipe y el presidente Rajoy. Aparquemos por insalubres las teorías de la conspiración (¡nos tienen manía¡) y conjuguemos el resto de las hipótesis, pues no creo que sólo una pueda por sí sola soportar el peso de la decepción sufrida por quienes habíamos apostado por Madrid 2020 como una palanca de recuperación y un antídoto frente al desaliento.

El desaliento de los españoles y la recuperación de su economía no cotizan en la bolsa de valores de los miembros-electores del COI. Vaya usted a saber si, por ejemplo, fue un error presumir del 80-85% de infraestructura terminada y apenas 1.500 millones de inversión pendiente, lo que suponía reducir considerablemente las oportunidades de negocio respecto a Tokio, donde prácticamente se partirá de cero.

La primera noción motivadora del COI es y siempre fue la seguridad, tanto la ciudadana como la financiera. Aunque haya empate en la primera, Tokio nos barrió en la segunda. Conviene ponerse en el lugar del votante del COI sabiendo que Madrid es la ciudad más endeudada del mundo

La primera noción motivadora del COI es y siempre fue la seguridad, tanto la ciudadana como la financiera. Aunque haya empate en la primera, Tokio nos barrió en la segunda. Conviene ponerse en el lugar del votante del COI sabiendo que Madrid es la ciudad más endeudada del mundo, como ya se encargó de airear a los cuatro vientos el semanario alemán Der Spiegel. Por no hablar de España, cuya deuda pública va camino de equipararse al PIB (91,4% a finales de año, según cálculo del propio Gobierno).

Además, la imagen de España ha sufrido graves desperfectos en los años de la crisis económica, representada en nuestro entorno por las endebles economías del sur europeo (Portugal, Grecia, Italia, España). Que nosotros escondiéramos bajo la alfombra estos aspectos de la cuestión en plena ofensiva pública de Madrid 2020 no quiere decir que lo ignorasen fuera de nuestras fronteras. Es evidente que lo han tenido en cuenta.

La ofensiva propagandística resultó más eficiente dentro que fuera de España. Debió haber sido al revés, para contrarrestar lo que a mi juicio determinó la derrota: la crisis económica que padecemos y la mala imagen de España en el exterior. Por el paro, la corrupción y la pobreza, visualizados de un tiempo a esta parte en los medios de comunicación de todo el mundo.

Sabíamos, podíamos. Y quienes tiraban del carro lograron contagiar su entusiasmo puertas adentro. Pero, ay, no puertas afuera. Los esforzados agitadores de la candidatura no supieron o no pudieron contagiar a 68 de los 94 electores del CIO (Comité Olímpico Internacional), que además resultaron mentirosillos, si se hicieron bien las cuentas de ese supuesto suelo de 40 votos garantizados bajo palabrita del niño Jesús.

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