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Lo que nos dice la historia en vísperas de la Diada
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Antonio Casado

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Lo que nos dice la historia en vísperas de la Diada

Los nacionalistas convocados por la llamada Asamblea Nacional Catalana van a celebrar por todo lo alto la Diada del 11 de septiembre. Con una cadena humana

Los nacionalistas convocados por la llamada Asamblea Nacional Catalana van a celebrar por todo lo alto la Diada del 11 de septiembre. Con una cadena humana de 400 kilómetros, de norte a sur, que garantiza serios problemas de movilidad ciudadana en varias carreteras de esta comunidad autónoma. Se trata de escenificar un recuerdo: la derrota de los barceloneses que en tal fecha de 1714 (guerra de sucesión a la Corona de España) defendieron la ciudad hasta las últimas consecuencias frente a las tropas borbónicas.

Es verdad que los catalanes lucharon por sus libertades en el sitio de Barcelona frente al unitarismo borbónico que se les venía encima. Como antes habían luchado en la guerra de secesión (revuelta de els segadors) contra el conde-duque de Olivares (1640). Pero también es verdad que a partir de aquel doloroso 11 de septiembre la historia fue uniendo cada vez más a Cataluña con los otros pueblos de España.

Desde que Artur Mas se lanzó sin frenos por la pendiente soberanista, nadie hace campaña en defensa de ese doble sentimiento de pertenencia (“tan catalán como español”) frente a la posición excluyente (“solo catalán”) que sueña (delira) con el Estado propio

Como nos enseña Anselmo Carretero, tan completa es la vinculación moral de Cataluña a España a finales del siglo XVIII que cuando la República Francesa nos declara la guerra en 1793, “los catalanes, con entusiasmo no superado en otros lugares de la península, se alistan voluntarios para luchar por una causa española que consideraban como suya en unos momentos en que, de haber intentado la separación, Cataluña hubiera recibido toda la ayuda de Francia”.

Fue tan espontánea su participación en aquel conflicto, por ellos llamado la “guerra gran”, que los historiadores lo han calificado de “primer acto de españolismo colectivo de los catalanes”, sin que esa solidaridad haya coartado nunca su sentimiento colectivo de nación. Desde 1714 siempre fueron compatibles solidaridad hispánica y sentimiento nacional. Y cuando ambos se manifiestan con el máximo vigor es en la “guerra de la independencia” contra la invasión napoleónica, en la que el patriotismo español y el catalán quedaron superpuestos.

Curiosamente, no es el famoso decreto de Nueva Planta (1716) el que se lleva por delante las libertades propias de Cataluña, aunque así se rememora en las celebraciones de mañana. El apagón del autogobierno se produce en realidad en la Constitución liberal de 1812. Son las Cortes de Cádiz las que instauran en Cataluña la verdadera unificación de los códigos de la Monarquía borbónica pasados por la Revolución Francesa.

Sin embargo, desde que Artur Mas se lanzó sin bridas por la pendiente soberanista (ahora empieza a frenar para evitar el descalabro), nadie hace campaña en defensa de ese doble sentimiento de pertenencia (“tan catalán como español”) frente a la posición excluyente (“sólo catalán”) que sueña (delira) con el Estado propio. Aquellos tienen la razón y estos tienen la emoción. No estaría mal que se prestaran algo de lo que les sobra a cada una de las partes.

Los nacionalistas convocados por la llamada Asamblea Nacional Catalana van a celebrar por todo lo alto la Diada del 11 de septiembre. Con una cadena humana de 400 kilómetros, de norte a sur, que garantiza serios problemas de movilidad ciudadana en varias carreteras de esta comunidad autónoma. Se trata de escenificar un recuerdo: la derrota de los barceloneses que en tal fecha de 1714 (guerra de sucesión a la Corona de España) defendieron la ciudad hasta las últimas consecuencias frente a las tropas borbónicas.

Barcelona Artur Mas