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Aznar: memoria resentida
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Antonio Casado

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Aznar: memoria resentida

A nadie que quiera acercarse de buena fe al reinado de Aznar (1996-2004) le recomendaría su segunda entrega de memorias resentidas (El compromiso del poder). Es

A nadie que quiera acercarse de buena fe al reinado de Aznar (1996-2004) le recomendaría su segunda entrega de memorias resentidas (El compromiso del poder). Es un alegato de pura justificación personal. Como ocurre en todos los libros de autocalificación política con carácter retroactivo, el expresidente viene a felicitarnos por nuestro acierto al elegirle en las urnas y poner nuestro destino en manos de alguien tan lúcido, tan capaz, tan honrado, tan alto y tan guapo como él.

La lectura del libro, en cuya presentación oficiarán pasado mañana el exministro Josep Piqué y el exlíder sindical José María Fidalgo, nos sirve en todo caso para confirmar hasta qué punto, casi diez años después de su penoso mutis, el expresidente sigue traumatizado por las dos grandes meteduras de patas cometidas en el último tramo de su mandato. Las que deslucieron su retirada de la política activa después del señalamiento digital de Mariano Rajoy como sucesor. Una, Irak. Y otra, su clamorosa torpeza en el tratamiento de la brutal agresión terrorista del 11 de marzo de 2004.

El PP las perdió por la desastrosa gestión política e informativa que se hizo de los atentados y ahora nos sale la memoria resentida de Aznar desempolvando un informe del CNI

Hagamos memoria todos respecto a esos dos grandes errores que le hicieron marcharse sin gloria a los ojos de los españoles cuando la mayoría absoluta ya se le había subido a la cabeza en segunda Legislatura (2000-2004). El primero consistió en involucrar a España en una guerra absurda decidida por George Bush, el presidente de los EEUU a contracorriente del mayoritario sentir de los españoles y de la posición adoptada por la UE (excepto Reino Unido, tradicional embarcadero norteamericano en el Viejo Continente). Y el segundo fue su insensata carrera contra el reloj electoral entre el jueves de la sangre (11-M) y el domingo de las urnas (14-M) para retener en la cabeza de los votantes la idea de que había sido ETA la autora de la masacre.

Dos días después, la alternativa etarra estaba del todo descartada por los investigadores policiales, pero Moncloa decidió mantener artificialmente viva la hipótesis. Por lo que se jugaba en el trance. Que la autoría se atribuyese a la banda terrorista vasca o a algún grupo islámico tenía una enorme relevancia electoral. Significaba nada menos que perder o ganar las elecciones generales. El PP las perdió por la desastrosa gestión política e informativa que se hizo de los atentados y ahora nos sale la memoria resentida de Aznar desempolvando un informe del CNI que, simplemente, no se mojaba (¿terrorismo vasco o terrorismo islámico?), cuando sólo faltaban veinticuatro horas para votar.

En cuanto a la guerra de Irak, las excusas de Aznar no pueden ser más tontas: supeditarse a Estados Unidos por no supeditarse al eje franco-alemán. Esa era su forma de “preservar” y “hacer respetar” nuestros intereses, por cierto, en contra de la opinión de los españoles. A la vista de los resultados (las armas químicas nunca aparecieron e Irak es hoy un país en descomposición que convive a diario con el terrorismo), al menos debería tener Aznar el coraje de admitir que los españoles no se equivocaron, pero él sí.

A nadie que quiera acercarse de buena fe al reinado de Aznar (1996-2004) le recomendaría su segunda entrega de memorias resentidas (El compromiso del poder). Es un alegato de pura justificación personal. Como ocurre en todos los libros de autocalificación política con carácter retroactivo, el expresidente viene a felicitarnos por nuestro acierto al elegirle en las urnas y poner nuestro destino en manos de alguien tan lúcido, tan capaz, tan honrado, tan alto y tan guapo como él.

José María Aznar